Pienso, faltaría más, en estar ahí fuera. Pero sobre todo pienso, lo llevo haciendo desde ayer, en mis padres de jóvenes y yo apenas un crío. Mis padres y sus amigos alegres, llenos de alegrías e ilusiones, riendo todo el rato, Pienso en comidas campestres sobre la hierba, la nevera portátil de entonces con los filetes empanados con los pimientos asados en tiras, la ensaladilla rusa o la tortilla de patatas de cuando todavía no existían los tuppers. Pienso en botellas de cosechero sin etiqueta, en el agua fresca de las fuentes del monte. También en parrilladas de chuletillas de cordero, morcilla, chorizo y txistorra cuando todavía se encendían fuegos en el monte. En el termo que llevaba a todas partes mi madre con el café para la sobremesa. En el patxarán casero con aranes en el fondo de la botella de los mayores. En las risas y patochadas a los postres. En que yo no les entendía nada, en que yo quería entenderlo todo. Pienso que estoy tumbado boca arriba mirando al cielo en la rasa de Urbasa, merodeando como cualquier mocoso por los alrededores del Palacio de Etxabarri, de caminata hasta la ermita de la Virgen de Erkuden, a por queso de los pastores de la zona, incluso acompañando a los mayores de potes por el centro de Alsasua. Vuelvo a pensar que eran jóvenes y sobre todo felices, que yo los quiero recordar así, que yo también lo era. Pienso que todo lo bueno se acaba, que hay más dolor que alegría según cada momento de la vida, que nunca se hace borrón y cuenta nueva del todo. Pienso que el tiempo que se fue vuelve de repente en forma de recuerdo semejante a un mazazo en la conciencia. Pienso en mi padre, en el hijo de su amigo, en que durante un tiempo pareciera que también iba a ser mío. Pienso en todos los que ya se fueron. Pienso lo que ya sabía, que no soy tan fuerte, tan como procuramos hacer creer a los demás, para no tener el corazón encogido y el ánimo por los suelos.
Pues sí, nunca había visto a tanta gente paseando perros por la calle. O al menos eso es lo que parece mirando desde la ventana. Se diría que todo el mundo ese ha agenciado uno para salir a la calle un rato. Tampoco nada del otro mundo si tenemos en cuenta que dicen que en la mayoría de nuestras ciudades ya hay tantos perros como personas. Lo llamativo es la estampa callejera cuando los sacan todos a la vez, poco más que como la prolongación de uno mismo para poder estilar las piernas un rato más o menos largo. Es es de esperar que los dueños mantengan las distancias debidas, y no como cuando todavía podía salir por las tardes a andar por el parque de al lado de casa, que perros y amos se arremolinan en el camino y entre unos y otros te obligan a sortear bichos y canes saltando por encima de las correas como Catherine Zeta Jones sobre los hilos rojos del láser que protegían el cuadro de Rembrandt en la película Entrapment; por cierto, qué mujer, si es que a mí las galesas... El caso es que un poco de envidia ya me dan, ya. Porque, para qué engañarnos, salir a la calle para hacer compra con cualquier excusa puede acabar haciendo mella en la economía familiar. Y el caso es que de momento vamos sobrados de cervezas. Si eso el viernes a por vino al objeto de poder recordar así que todavía existe eso que los antiguos llamaban fines de semana. Y mira que podía sacar a pasear a nuestra perrita; pero, si salgo sería para pegarme una caminata de las de antes (con todo mucho más liviana que las palizas que me pego a diario con el stepper de mi señora), y dudo mucho que la pobre pudiera seguir mi paso, de modo que tampoco es cuestión de devolvérsela luego a mis hijos ya casi que para caldo. Si tiene que estirar las patas ya tiene terraza de sobra dado su tamaño ratuno. Hablando de tamaños de cánidos, acabo de acordarme de que anteayer regresaba a casa de hacer una compra y delante de mí iba una moza muy estilosa ella, con una larga melena rubia que le caía sedosa sobre la espalda, casi que hasta la cintura, de esas que prefiero no fijarme el la cara para no romper el encanto que en forma de paja mental -y nunca mejor dicho- acostumbra a rondarme por la cabeza en estos casos con walkirias que te arrastran hasta el Valhalla para una vez ya allí echar unos tragos con Odín y otros elegidos para acompañar a éste en el Ragnarök. En fin, no divaguemos, no tanto. El caso es que la chavala iba tirando de un gran danés -no, si al final todo se relaciona de alguna u otra manera...-. a saber si para que, llegado el caso, poder montarse encima dado que la cuesta es pronunciada de cojones. Y en eso que la veo parar para que el gran danés soltara una tremenda chorrotada de orín (quiero decir, para los de la LOGSE, meada, nada que ver con el dios nórdico antes citado, no) sobre una de las jardineras de la calle. Pero no solo en esa jardinera, no, también en la siguiente e incluso en cada una de las farolas que iban hasta lo alto de la calle. Ahí rociando a tope el mobiliario urbano. Que digo yo que si era por marcar territorio el puto chucho parecía estar reclamando todo Oviedo para él solo. Claro que también cabe la posibilidad de que el megachucho estuviera fumigando su líquido elemento como medida de prevención del coronavirus o cualquier otra cosa por el estilo. Pero no, la verdad es que semejante peste no casaba mucho con el agua con jabón con el que apenas unos minutos antes iban los servicios de limpieza del ayuntamiento regando las calles para combatir en serio a ese otro puto bicho que nos tiene a todos con el corazón en un puño.
Crisis como la que vivimos por el coronavirus nos ofrecen la oportunidad de distinguir mejor que nunca a esa "gente mala que camina y que va apestando la tierra" que decía Machado, vamos, los hijos de puta malnacidos que nos rodean. En este caso el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, el cual viene a decir que prefiere que se mueran todos los mayores de 70 años, él incluido, a que se paralice la actividad económica del país: “I just think there are lots of grandparents out there in this country like me.” Pues bien, muy bien, como para replantearnos qué mierda de civilización hemos construido en el que para muchos la vida de nuestros mayores es prescindible siempre y cuando puedan estorbar el bienestar del resto. Asco infinito.
Leyendo el capitulo de Homage to Barcelona de Colm Tóibín donde se habla del estrecho vínculo que Federico García Lorca mantuvo con la ciudad condal, y en concreto sobre la cena que un grupo de poetas catalanes convocó en su honor para celebrar el éxito de la exposición con dibujos del poeta granadino, ""If it hadn´t been for you", the Catalans", Lorca wrote, "I would never haver continued drawing"", se dice que éste había aprendido a cantar en catalán y por ello aquella noche no dudo en cantar varios poemas en catalán guitarra en mano. Detalle que me ha hecho recordar que Lorca también escribió un poemario en gallego, Seis Poemas Galegos, como resultado de su fascinación por la tierra gallega y por toda la lírica galaico-portuguesa desde Camôens a Rosalía de Castro, Y también, también me he acordado de la relación esencialmente epistolar que mantuvo con el poeta vasco Esteban Urkiaga Basaras, "Luaxeta", traductor de varios de sus poemas al euskera; así también como del trágico final que ambos compartieron: el granadino fusilado en el camino que va de Víznar a Alfacar y el vizcaíno junto a la tapia del cementerio de Santa Isabel de Vitoria
Así que lo primero que me he preguntado es si sabría decir hoy en día el nombre de alguna figura de la literatura española (se entiende que en castellano porque por desgracia todavía la inmensa mayoría lo entiende y sobre todo lo enseña así) de primera fila, esto es, del renombre que tuvo en su época el poeta granadino, del que se supiera una querencia parecida por las otras lenguas de España. No me viene ningún nombre a la cabeza. Es sabido el respeto y admiración de algunos grandes nombres de la literatura en castellano por autores en lengua catalana; empero, son contados con los dedos de una mano los que tienen a gala exhibir su conocimiento por lo que se hace en otras lenguas como la gallega, la vasca o cualquier otra. A decir verdad, más que desconocimiento o desinterés, no faltan entre más de un figurón de las letras patrias aquellos que manifiestan, ya sea de forma velada en público o sin pudor alguno en privado, su desprecio por lo que se escribe en lenguas como la gallega y sobre todo la vasca. Digamos que pertenecen al grupo de españoles, y aquí da igual si de izquierdas o derechas, a los que les molesta que se escriba en cualquier lengua que no sea la castellana en la idea de que al hacerlo se cuestiona la hegemonía de ésta y con ella puede que hasta la misma idea de España. Nada que uno no esté acostumbrado a percibir en aquellos que fruncen el ceño de inmediato cuando oyen a alguien recitar un poema en cualquiera de esas lenguas que con tanto desdén tachan de "regionales" o en los que cuestionan por principio los sistemas educativos de las respectivas comunidades autónoma bilingües en la convicción, insisto, de que son un peligro para cierta idea uniforme y sobre todo uninacional de España. Una actitud que oscila entre la indiferencia y el menosprecio, pero de la que dan debida cuentas anécdotas como la de aquella señora muy ensortijada ella, pero de" Felipe de toda vida", que se decía fan número uno de las novelas del escritor Manuel Ribas, y del que tampoco se perdía una de sus columnas en EL PAÍS, recalcaba ella; pero que, al enterarse de que escribía sus novelas en gallego no tuvo empacho en manifestar estentóreamente su perplejidad: "¿En gallego? Eso no puede ser posible. ¿Cómo ha podido escribir en gallego libros como "La lengua de las mariposas" con todo lo que me ha gustado a mí?"
He bajado a hacer compra a primeras horas de la mañana. No había salido desde la declaración del estado de Alerta. Mi mujer me ha hecho ponerme unos ridículos guantes de plástico, de esos que dan en los súper para que te sirvas tú mismo la fruta. Un día feo, desapacible, como de haber suspendido la primavera porque total para qué. No he ido más allá del súper del barrio. Estaba cerrado, dos mujeres haciendo cola y manteniendo la distancia; los del súper han marcado en el suelo la distancia debida. No abrían a la hora que se supone que abren todos los días por la mañana. Me he vuelto a casa cuesta arriba, en los barrios periféricos de Oviedo todo son cuestas, confiando poder comprar lo esencial en las tiendas de nuestra calle a precios, por lo general y con contadas excepciones, de "estado de sitio" permanente, esto es, casi siempre mucho más caros que en el súper estemos o no estemos en estado de alerta; así que luego venid y contadme lo del comercio de proximidad, majos.
En la calle parecía que al principio había cuatro gatos con perro o bolsa de la compra. En seguida me he percatado de que había mucho, pero mucho, señor mayor, deambulando sin nada en la mano, tan panchos, tan a su aire, tan como si la orden de confinamiento no fuera con ellos. En la tienda del barrio donde he hecho la compra la peña a más de un metro de distancia de mí pegando la hebra despreocupadamente como un día normal, esto es, contándole al tendero sus cuitas como si los que estábamos a la cola no tuviéramos nada más que hacer mientras ellos repasan la actualidad entre jijís y jajás; insisto con lo de la justicia divina y un coronavirus selectivo y diez mil veces más letal que este al que nos enfrentamos.
De camino a casa me cruzo por segunda vez con el vecino y militante de VOX del X, el cual, por supuesto, no me saluda desde el día que hizo amago de entregarme propaganda de su partido y servidor lo fulminó con la mirada; un tonto menos que aguantar, algo es algo. Ya en casa le comento a mi pareja lo de los señores a lo walking dead por la calle. Ella me responde que serán los parroquianos del bar de nuestra calle, que como está cerrado y no aguantan a sus señoras, ni ellas a ellos, no tienen adonde ir. También le cuento que me he cruzado varias veces con el lumbreras del X. Me responde que ese es un buen ejemplo de lo que decía porque se pasa el día a la greña con su parienta, que no se aguantan, que están todo el día a la greña y que lo mejor que pueden hacer es estar separados la mayor parte del tiempo. Eso y que el otro día la paró para soltarle una de sus chapas, porque mi mujer, aparte de ser del barrio de toda la vida, es tan asquerosamente simpática y educada que nadie le niega el saludo y por eso también la suelen parar para departir con el ella al más genuino estilo de la región, me refiero, claro está, al bucle astur del que ya he hablado en más de una ocasión en este mismo medio. Me cuenta que el "voxero" le estuvo despotricando durante un buen rato (justo ahí empieza el bucle en cuestión, esto es, repetir mil veces lo mismo hasta que el otro tenga los redaños de despedirse a riesgo de ser considerado un antipático, a decir verdad un borde de mil pares de cojones) contra los políticos, ya que según él, todos, pero todos, todos sin excepción, eran unos sinvergüenzas que iban a lo suyo y pasaban del pueblo llano (es de suponer que como él, porque cuando uno se define del "pueblo llano", ya te puedes atar los machos que lo que viene a continuación casi nunca defrauda en demagogia). "¿También los suyos, Vox?", le pregunto a mi señora y ella me contesta que eso parecía dar a entender el interfecto. "Pues qué rápido se ha desilusionado de los salvapatrias neofalangistas", comento. "Tranquilo, que a este lo conozco desde pequeña, y si ayer era de Vox y hoy no cree en nada ni en nadie, mañana seguro que se pasa a Podemos..." Pues eso, pueblo llano ahí a tope, que nunca es gente del común, ciudadanos de a pie o cualquier otra expresión por estilo, sino por lo general individuos de discurrir llano, o plano, vamos, se me entiende.
* Paseo de los Alamos, Oviedo, de Margarita Cabeza
ONANISMO
Viajando estos días alrededor de mi cuarto he descubierto libros de mi mujer que no había leído, "La Primavera de Praga" de M. Delibes, y otros míos que, o no recordaba haber leído o no me acordaba de lo que había leído en ellos, "Un hombre en la raya" de J. Jiménez Lozano, "El miedo del portero al penalty" de Peter Handke (casualidad que esté ahora con una antología de su poesía), "Esch o la anarquía" de H. Broch y otros. Pero también he rescatado de entre las baldas a otros de los que guardo buena y grata memoria como este "Antimanual de filosofía" de M. Onfray, una colección de textos filosóficos con el fin de ilustrar preguntas que el autor, profesor de Filosofía sobre todas las cosas, juzga lo suficientemente atractivas para atraer al lector a su campo docente, supongo que dirigido en principio hacia los más jóvenes. He leído desde muy chico Filosofía hasta hartarme, y esto literalmente, por eso hacía ya tiempo que la había dejado a un lado. No obstante, este libro ofrece deliciosos bocados que me han vuelto a abrir el apetito. Textos que responden a preguntas eternas como la de: "¿Por que no masturbaros en el instituto?
La introducción que hace Onfray sobre el tema (el asunto para Josema y Felix...) recuerda el tabú alrededor de la masturbación, esto es, las razones de tipo religioso que inducen a su represión y del que derivan, en su mayoría, todos los prejuicios que generan todavía hoy en nuestros días, y en sociedades supuesta y mayoritariamente desacralizadas como la nuestra, la vergüenza que rodea a un acto tan natural, pura necesidad fisiológica, mera regulación de la sexualidad de cada cual. Onfray también nos habla del origen mitológico del término onanismo (la historia de Onán, el que agravia a Dios...) y, sobre todo, repasa los diferentes autores que han "filosofado" al respecto. Onfray destaca a los cínicos griegos (Diógenes de Sínipe, Crates o Hiparquia, una de las escasas mujeres en esta actividad esencialmente masculina... la de filosofar) como los que sealzan contra el orden de cosas que establece que un onanista es un improductivo social, un solitario interesado solo en su goce, que no se preocupa por dar a su pulsión una forma socialmente reconocida y aceptable. En cualquier caso, el propio Michel Onfray nos ilustra con su consabida agudeza acerca de un tema/asunto que, me temo yo, cobra bastante actualidad en tiempos de confinamiento forzoso.
“Llevar una vida filosófica bajo el signo del cinismo, ¿qué significa? ¿Masturbarse en la vía pública? ¿Arrastrar un arenque con una cuerda? ¿No parar de tirarse pedos en cualquier lado? ¿Escupirle en la cara a cualquiera que pudiera llegar a merecerlo? ¿Comer carne humana? No, claro que no, es demasiado fácil… Sería patético copiar, imitar, calcar, seguir a un maestro como un discípulo servil, igual que la sombra se pega a un objeto bajo el sol. Se trata de inventar modalidades existenciales cínicas en un mundo en el que la forma ha cambiado, ¡y cómo!, pero en el que el fondo sigue siendo el mismo: siempre existirán los señores importantes a los que hay que sonarles la nariz, los profesores ciruela, los poderosos arrogantes y los que compran filósofos tal como se compran esclavos, a los que hay que aclararles que preferimos el sol antes que sus luces artificiales, los que nos impiden vivir y que merecen una buena patada en el culo, los vendedores de falsas novedades que deberíamos abofetear con urgencia…” 211
Antimanual de Filosofía - Michel Onfray
NUEVA CONSTANTINOPLA
En estos días tan duros las redes sociales son más que nunca la Nueva Constantinopla. Discusión bizantina o argumento bizantino significa una discusión o argumento inútil, en la que cada parte nunca puede llegar a probar sus aseveraciones a la parte contraria. Es equivalente a la expresión "discutir el sexo de los ángeles ", ya que éste era el tema sobre el que estaban discutiendo los bizantinos (de una forma seria) cuando los otomanos ponían cerco a Constantinopla en el siglo XV,
Leyendo el capítulo de Homage to Barcelona en el que Colm Tóibin habla de relación de Picasso con la ciudad condal, servidor no puede evitar fijarse en la amistad que éste mantuvo con Manuel Palláres a lo largo de toda su vida, desde que ambos se conocieron con apenas trece años hasta sus últimos días. La conocida foto que acompaña este texto da fe de esa amistad inquebrantable y duradera desde casi adolescentes hasta esa edad provecta en la que el de Málaga era aclamado como un genio en todo el mundo. Luego ya la figura de Picasso ha devenido en poco más que un monstruo machista debidamente pasado por la picadora revisionista de una de las inquisiciones más implacables de nuestra época, tan poco dada ella a contextualizar nada, lo cual, teniendo en cuenta que la evolución de la especie es la que ha sido, y a poco que eches la mirada hacia el pasado, te condena a no dejar títere sobre cabeza, absolutamente nada. Con todo, a mí al menos me resulta conmovedor el gesto de Picasso acariciando a Pallarés a la par que le dirige una mirada que solo es posible entre amigos que se conocen y reconocen de toda la vida y que por eso, sólo por eso, son capaces de unas manifestaciones de ternura que entre desconocidos o amistades de hace penas un rato, como quien dice, serían inconcebibles. Puede que Picasso, casi estoy seguro porque la mentalidad de la época fue la que fue, fuera un cabronazo insensible y egoísta con todas las mujeres que amó, porque estoy convencido de que amarlas las debió amar a todas de acuerdo con el modo tan insensible y egoísta con el que amaban la mayoría de los machos alfa de su época, a cada una como los cazadores a sus presas más codiciadas, amores de usar y tirar; pero, dudo de que se le pueda achacar los mismos defectos para con sus otros seres queridos, tal y como atestigua la foto aquí debajo.
-¡ME ABURROOOOOOOOOO!
-¡PUES COGE UN LIBRO!
-¡NOOOOOO!
-¿NO QUÉ, QUE NO TIENES, QUE NO SABES CÓMO SON?
-¡QUE NO SÉ PARA QUÉ!
La cifra de muertos por el coronavirus ya ha sobrepasado con creces las mil personas y se prevé..., mejor no pensarlo. Tampoco es verdad que afecte en exclusiva a mayores de 50 años. Y con todo, ayer y en los días anteriores, cientos de denuncias a personas que se saltaron a la torera la orden de confinamiento, que pretendían abandonar sus hogares para ir a sus segundas residencias de verano donde estar más cómodos, que tiran de picaresca para seguir moviéndose libremente mientras el resto estamos confinados en casa tal y como nos han pedido por el bien de todos. Y el caso es que no nos extraña nada, porque todos sabemos de buena tinta que estamos rodeados de gente que va siempre a su puta bola, que nunca piensa en los demás porque son ellos solos con ellos mismos en su puta burbuja, gente que cree que las normas para protegernos todos no van con ellos porque decidieron en su momento que eran especiales, que están a salvo de cualquier riesgo y lo que les pase o pueda pasar al resto simple y llanamente se la suda. Especialitos y picaros de pega que todavía en un estado de emergencia como en el que vivimos pretenden hacer pasar su insolidaridad y falta de empatía hacia el resto de sus semejantes por el simple ejercicio de su libertad. De lo que colijo que si pudiera existir de verdad eso que los creyentes llaman justicia divina no sería otra cosa que un coronavirus selectivo y mil veces más letal que el que nos acogota, un coronavirus justiciero que hiciera una buena criba con los hijos de puta egoístas que nos avergüenzan como sociedad.
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