domingo, 12 de julio de 2020

ELECCIONES EN BATZOKILAND



Menuda murga me dieron anoche, así alrededor de una mesa y bajo la luz de la luna, una comida de cuadri con anchoas rebozadas, unas rabas riquísimas, alcachofas en su salsa con jamón serrano, croquetas, revuelto de hongos con foi y un vino de Barriobusto que recordaba mejor y que acabó decepcionándonos a la sección masculina de la mesa sin excepción -ellas se entregaron a un Rueda sin frenesí- (conste que hago está entrada gastronómica, o lo que sea, como concesión a ciertos lectores que dicen que les gusta más que cuando escribo cosas como la que viene a continuación...) con lo de "¡Cómo que nos vas a bajar a votar! Me parece muy mal, con todo lo que nos ha costado poder hacerlo y..."
Pues, dejando a un lado que me quedé con las ganas de contestar que a los de nuestra generación eso de votar no nos costó nada porque éramos unos micos cuando por fin se pudo hacer, y que en todo caso se lo debemos a nuestros mayores, y no precisamente a todos, ni siquiera a la gran mayoría, sino a los que de verdad se comprometieron contra la Dictadura y que en realidad fueron cuatro gatos, pero muy comprometidos, razón por la que luego, cuando murió el Caudillo, con el entramado socioeconómico franquista prácticamente intacto, pero la coyuntura del momento no muy favorable a una prolongación del anacronismo en el que vivía España, el régimen resultante fue lo que ha sido. Pero bueno, está claro que a la gran mayoría le valió y todavía le vale, así les robe el Borbón de turno hasta la paga de sus niños; ¡El Rey roba, viva el Rey! A otros la consolidación de esta segunda restauración borbónica nos sigue pareciendo una aberración en sí misma.
En cualquier caso, y volviendo a las elecciones de hoy en el "paisito" -porque así es como se me antoja esta autonomía de una sola parte de mi país-, ya comenté que la ausencia de posibilidad alguna de una alternativa al gobierno del PNV me parece un fraude democrático perpetrado en esencia por ese partido de izquierdas que se dice incapaz de pactar una coalición con los otros dos partidos también de izquierdas que juntos tienen esa mayoría absoluta que el PNV jamás ha obtenido en las urnas. Y dice que no puede porque la izquierda abertzale es muy mala y muy de la ETA, que todavía tiene muchos pasos que dar en el reconocimiento del daño causado por ETA. Y no digo yo que no, si bien tampoco creo ni acepto que se le pueda exigir a Bildu compartir el relato profundamente crítico que otros tenemos de lo que ellos denominan "lucha armada", ese querer hacer comulgar con ruedas de molino al adversario a toda costa y si de lo contrario ni agua. Siquiera, y todo lo más, que cumpla aquello que dicta la ley y basta ya de chantajes éticos y morales que solo sirven de coartada para la hipocresía política. Hipocresía consistente en que el mismo partido que dice que todavía no existen las condiciones necesarias para poder pactar un gobierno de izquierdas, dejando a un lado la cosa indentitaria de cada cual, en la CAV, sí acepta los votos de la IA para gobernar en Madrid o en Navarra, e incluso pacta con ellos siempre que le sale a cuenta. Sencillamente impresentable, ya no es solo que le sigan el juego, que le compren el mantra, a la derecha cavernícola española, sino que además todos sabemos que la verdadera razón no es otra que lo bien que se está y cuánto renta estar a la vera del PNV y el "status quo" conseguido después de décadas de hegemonía... autonómica.
De modo que felicidades a Urkullu, Mendia y compañía por la más que segura y merecida victoria de hoy. Se trata sin lugar a dudas de la consagración de un sistema que simple y llanamente funciona, que complace a la gran mayoría de los vascos occidentales y que no tiene alternativa posible gracias a la incapacidad innata de su oposición para articular y todavía menos ilusionar con ninguna.
Por otro lado, tampoco me extraña el éxito del PNV si tenemos en cuenta que décadas de hegemonía jeltzale ha instalado esa otra sociocultural de un regionalismo vasco disfrazado de nacionalismo, esto es, que no tiene como objetivo tanto la defensa de la lengua y cultura vascas como crear una identidad diferenciada en lo exclusivamente simbólico. Me explico. En esto que ya llamamos Euskadi para definir en exclusiva al complejo administrativo que forman las tres provincias vascas occidentales, se ha instalado una curiosa versión de la identidad vasca consistente en que lo vasco solo es la excusa para sentirse diferente de otros ciudadanos españoles, incluso para renegar de lo español o presumir de no serlo, aunque luego en realidad la inmensa mayoría de los que marcan la diferencia con esos a los que llaman despectivamente "españoles" no se distinguen cultural y socialmente de ellos en absolutamente nada. Es un nacionalismo exclusivamente simbólico, o de fachada, que consiste en reivindicar una identidad vasca basada en la lengua y cultura que la gran mayoría de los que presumen de ellas desconocen. Es el nacionalismo de la ikurriña del gorro de fiestas, la de los que son incapaces de articular una sola frase en euskera pero se sienten ya no solo distintos sino incluso superiores a sus vecinos cántabros o de la Rioja solo por ser vascos, incluso la de los que mandan a sus hijos a las ikastolas en la convicción de que así han cumplido con su compromiso para con su patria vasca y luego siguen viviendo de espaldas a todo lo sea cultura vasca, como también muchos euskaldunes erdaltzales que solo hablan euskera cuando hay alguien de fuera delante, o que prefieren leer un libro en castellano porque en euskera no les entra con la excusa recurrente de que está en batua y no en la variedad del subdialecto que les enseñaron en casa, el sukalki que dice Xabier Amuriza con no poca guasa- en cambio, ya se sabe que el castellano que leen es idéntico que ese otro que maltratan en sus labios-. En fin, me refiero, claro está, a la Euzkadi que ve mayoritariamente Tele5 y que no tiene ni la más repajolera idea de lo que echan en la ETB1 dado que en realidad ya nadie la ve. Y mejor no preguntar por músicos en euskera, libros en euskera, teatro en euskera, películas en euskera, lo que sea en euskera..., la inmensa mayoría de los del gorrito de fiestas de GORA EUSKADI serían incapaces de citar un solo nombre relacionado con la cultura euskaldun. Algo que, ojo, no reprocho, sino que me limito a constatar porque me parece del todo lógico dado que somos, con la debida, minoritaria y sobre todo mohicana excepción, una sociedad tan socioculturalmente española como francesa lo es la del otro lado del Bidasoa. Siglos de paulatina y complacida colonización interna no pasan, no pueden pasar, en balde; lean un clásico, lean a Robért Lafont.
Pero eso sí, vascos a tope y solo vascos, vascos a lo Karra Elejalde en la famosa e infame película, un vasquismo de tópicos y folclore muy al estilo de esa otra "basquité" al otro lado de la muga, el de los puestos con ikurriñas de souvernirs para los turistas franceses en Donibane Garazi, perdón, Saint Jean de Pied de Port. Cómo para preguntar a estos patriotas euzkadianos del gorrito y la ikurriña en la parte trasera del coche o donde sea, nada de la Baja Navarra, si la mayoría ignora casi todo de su propia comunidad autónoma. Pregunta, pregunta, a ver cuántos, no ya vizcaínos o guipuzcoanos, sino alaveses, conocen quién fue su paisano Juan Pérez de Lazarraga, el escritor de temas profanos más importante del Renacimiento en lengua vasca en su variante alavesa, o incluso por las razones históricas por las que esa comarca que ellos creen una mera prolongación de La Rioja a este lado del Ebro, fue denominada durante siglos como la Sonsierra de Navarra antes de su incorporación definitiva a Álava.
Ni idea, claro que no, de cada diez vascos no apostaría ni por dos. Todo lo que se saca de la imagen idílica de txistu y tamboril, y por supuesto que exclusivamente cantábrica, no les cuadra, del mismo modo que no lo hace a la inmensa mayoría de españoles con los que comparten todos y cada uno de los prejuicios posibles resultantes del conocimiento superficial y sobre todo estereotipado de las cosas. Así que como para hablar del resto de ese país que llamamos Euskal Herria, hablo por supuesto de Navarra, pero que para los euzkadianos actuales ya solo es una comunidad vecina tan cercana como cualquier otra. Otro tanto de ese otro lado de la muga que para la mayoría es Francia y para de contar. Hagan la prueba, háganla a pie de urna en cualquiera de las grandes ciudades de Euzkadi über Alles preguntando a ver dónde ubican, por ejemplo, Baigorri, Kanbo, Montori o Altzürükü; que me dices Suances, Jaca o Arnedillo, pues bueno... Y aquí insisto que no hay reproche alguno, sino simple constatación de que las realidades socioculturales resultantes del diferente devenir histórico de cada territorio de Euskal Herria son las que son y nada o poco se puede hacer para cambiarlas en su esencia, como mucho en apariencia.
Y conste, de nuevo, que yo no reivindico una vasquidad etnicista ni en lo cultural, una imposible supremacía del euskera sobre el castellano en un país donde se piensa y se vive mayoritariamente en erdera aunque se diga lo contrario, ni siquiera un irredentismo vascón de un territorio compuesto por partes tan diferentes como socioculturalmente incompatibles. El tiempo ya dirá si los vasconavarros querremos o no, necesitaremos o no, a saber qué estructura territorial en administrativo o solo en lo cultural para estar juntos, y sobre todo para qué. No, en todo caso una visión de Vasconia o Euskal Herria no muy distinta de la que tenía Julio Caro Baroja y otros no precisamente nacionalistas, un país diverso pero unido por una lengua y una cultura comunes hasta en su condición minoritaria, arrinconada y aún así resistente, que poco o nada tiene que ver con esa otra percepción exclusivamente folclórica y nacional-chovinista autocomplacida hasta la saciedad que es, a la postre, la que se ha instalado en el subconsciente de miles y miles de ciudadanos de la CAV -insisto que en la de los del gorrito famoso y que vibran sobre todo viendo el Sálvame, siquiera como imagen que viene ni que al pelo-, y que resulta impermeable a la crítica de lo propio de tan convencidos como están de vivir en un remedo del Paraíso aquí en la tierra. Y todo esto a pesar de las evidentes corruptelas, abusos, carencias, inequidades y demás que se dan aquí como en todas partes, si bien que con el agravante de décadas de hegemonía siempre tan proclives a la impunidad; pero, total, como siempre está ese otro espejo a partir de la otra orilla del Ebro para comparar y sobre todo contentarse con lo que se tiene en casa. Pues eso, la consecuencia directa de décadas de políticas destinadas a mirarse el ombligo en exclusiva en lugar de (re)conocerse y aceptarse.

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