lunes, 20 de julio de 2020

LO DE LA SEMANA




Y después del paripé de ayer a cuenta de las víctimas de una pandemia que todavía no ha acabado, a mayor gloria de un jefe de estado que ha estado ausente durante lo más crudo de esta, visita oficiosa del ciudadano Borbón con su señora a una comunidad en la que la institución que este señor representa no es precisamente querida por la inmensa mayoría, y esto solo teniendo en cuenta el resultado de las últimas elecciones donde los partidos que rechazan la monarquía, o no sienten simpatía alguna por ella sino más bien todo lo contrario (PNV+EH-BILDU+PODEMOS Elkarrekin) suman 57 escaños en contra de los 18 que la defienden (PSOE+PP+VOX). Dato que, por cierto, ahonda todavía más esa sensación que tenemos muchos, desde hace ya también mucho tiempo, sobre dos sociedades, la vasca y la española, cada vez más incompatibles en lo socio-político, dos maneras de concebir la sociedad, y muy en especial España, que se dan continuamente de bruces. De hecho, solo hay que ver ciertas valoraciones que se han hecho desde Madrid sobre el éxito del nacionalismo vasco en su conjunto, y de EH Bildu muy en particular, en las pasadas elecciones, como de costumbre incapaces de matiz alguno y siempre en respuesta al mantra de que todo lo que no sea nacionalismo español, sano, oficioso, preceptivo, es malo, peligroso y hasta ilegítimo, para darse cuenta de que no es que no se enteren de nada, que sean incapaces de análisis riguroso alguno, incluso de reconocer que buena parte de su opinión es solo el resultado de una mirada prejuiciada desde la distancia y sobre todo la ignorancia de los pormenores de una sociedad que simplemente los enerva porque se resiste a su concepción monolítica de España, es que no están dispuestos a hacerlo porque eso les desbarataría el discurso para consumo exclusivo de su grey.


En la consulta de oftalmología al lado de donde espero con mi madre su turno, hay un señor medio sordo que, según berrea la enfermera, se llama LIBERATO y nació antes de la Guerra en una aldea de la Amezkoa Alta. No quiero ni pensar lo que habría sido de este hombre durante todo el franquismo con ese nombre, si no hubiera nacido en un pueblo a tomar por saco y donde, quieras o no, esas cosas, supongo, no debían tener tanta importancia en el día a día.


Tengo al pequeño con esta cara todo el día, que está harto de que lo saque a pasear todas las tardes por trochas y veredas. Hoy, para hacer algo distinto, le digo que si bajamos andando hasta V, lo llevo a ver el museo de armas -mi padre me llevaba todos los años varias veces y a él le encanta- donde no tendrá que preocuparse por el coronavirus porque a esos sitios no entra nadie, y luego ya les invito a él y a su hermano a un helado de los de Breda o adonde sea. Pues ha sido bajar "tipi-tapa" hasta Armentia y darme cuenta de que me había dejado la cartera en casa: unos morros... ya no me habla hasta que vuelva su madre a rescatarlo.



Acabo de escuchar al alcalde de Pamplona por la radio refiriéndose a los ya finalizados No-Sanfermines de este año: "Muy orgulloso de cómo lo hemos hecho. Hemos superado esta prueba con nota", y, como me pasa siempre con todos aquellos que acostumbran a colgarse medallas a sí mismos, no he podido evitar pensar en esos figuras que cuando se acuestan con una prostituta al acabar le sueltan: "¿Qué, a que he estado bien? No, me lo digas, no. Si ya sé yo que eres tú la que me tenía que pagar a mí y no al revés."


-Lo importante no es a dónde vamos, sino de dónde venimos.


-¿Lo qué?



-Nada, que me está dando el sol en la cocorota que da gusto.



-No ya...




Con un porcentaje de un 70% de voto nacionalista (PNV+BILDU) la flamante diputada de VOX en el Parlamento Vasco dice que viene "a acabar con la hegemonía nacionalista". Bien, está claro que nos vamos a divertir, y no tanto por lo presuntuoso hasta el ridículo del objetivo de esta señora "acabar con..." (supongo que, con los datos en la mano, no confiará alcanzar dicho objetivo en lo que le queda de vida, sino que más bien lo cifrará en varias generaciones de los suyos), sino por lo que tiene dicha proclama de genuina manifestación de una de las características más rancias y a la vez arraigadas de la mentalidad hispánica y que no es otra que el pujo de querer "acabar", expulsar, eliminar, borrar de la faz de la tierra, al adversario, en realidad ni siquiera a aquellos que no piensan como uno, sino sobre todo a los que no son como uno. Toda una tradición que ya venía desde los Godos y su antisemitismo patológico tan propio de conversos, pero, que parece coger fuerza durante la Reconquista, se consolida con la expulsión de los judíos y moriscos, la Inquisición y la consecuente persecución de los herejes y disidentes de cualquier tipo, se alarga hasta la Guerra Civil con el genocidio franquista del enemigo republicano y tiene al terrorismo etarra como triste epílogo de una nefasta manera de estar en el mundo. Nunca enfrentar proyectos a través del debate más o menos enjundioso pero siempre respetuoso, nunca pactar acuerdos de mínimos entre diferentes en pro de la paz social, nunca ceder en nada que significaría reconocer la existencia del contrario e incluso su derecho a condicionar la cosa pública en la medida de su fuerza representativa.


Amaya y los suyos son la representación sin complejos, puede que solo descerebrada, de esa manera de entender el mundo en el que no hay lugar para aquellos que no comparten su visión de las cosas, y en concreto una versión tan acartonada como integrista de la idea de España en la que no sólo sobran todos los que la cuestionan, progres más o menos a la izquierda, feministas, nacionalistas periféricos, sino también los que la afean, emigrantes, homosexuales, gente con rastas... No es de extrañar, entonces, el rechazo que provocan, a mí el primero. Sin embargo, percibo que en mucho de ese rechazo a VOX se manifiesta, en lo que vendría a ser una irónica constatación de lo vigente, arraigado, de ese "mal hispánico" del que hablo, la misma intolerancia visceral y ciega de la que los primeros hacen gala sin tapujos.



Me refiero, claro está, tanto a las respuestas airadas y violentas que les siguen el juego cuando se presentan allí donde saben que su presencia levanta sarpullidos, como a todos y cada uno de las respuestas que se hace a su ultranacionalismo español desde postulados que enarbolando otra bandera en el fondo son idénticos en cuanto a supremacismo étnico, xenofobia o ya solo simplismo patriotero. Si a las rojigualdas de Vox se les oponen esteladas, ikurrinas o cualquier otra bandera, el debate desciende precisamente adonde ellos quieren, esto es, a lo más bajo, primitivo, tribal, patético, del discurrir humano. Y claro, en ese estadio del debate ellos se lo llevan de calle, vienen entrenados de casa, saben que si es por ideas simplistas y dirigidas en exclusiva a las emociones más bajas las suyas son legión.



No estoy diciendo que haya que renunciar a la bandera de cada cual, al proyecto o lo que sea que tenga uno en mente, a la consecución de ideal alguno en lo social, nacional o lo que sea. No, solo que hay que elevar el discurso, dar prioridad siempre a eso tan manido de ser primero demócrata y luego ya todo lo demás. Porque lo contrario, lo de arremeter contra esta versión actualizada del fascismo español, este neofalangismo siglo XXI, esta reivindicación de la gente corriente como enésima pesadilla social, al estilo de lo que ya se hizo en los años 30, ya no solo es tropezar en la misma piedra, sino sobre todo alimentar a la bestia como nunca ella sería capaz de alimentarse por sí sola.



Tampoco es necesario confraternizar con ellos, ser más solícito con ellos de lo estrictamente necesario de acuerdo con lo que marcan las más básicas normas de urbanidad, irse de copas con ellos como han hecho siempre los políticos de cualquier color entre ellos fuera de sus parlamentos y lejos de las cámaras. Pero, negar su existentica, incluso su derecho a existir, es, insisto, ponerse a su mismo nivel. ¿Te escandalizas porque VOX entra en el Parlamento Vasco? ¿Acaso creías que vivías en una "Euzkadi" donde no había ciudadanos vascos que compartían las ideas que ellos representan, esto es, la idea monolítica de España frente al autogobierno vasco, y muy en especial la negación de la nación vasca, el odio al euskera y a la cultura vasca en general, la xenofobia, la homofobia, el machismo, el desprecio del débil y la sumisión al poderoso, el descrédito de la cultura y la reivindicación de la ignorancia y la brutalidad, el apego a todo lo que más asco da en nuestra sociedad? Pues acéptalo, no vayas a pecar del mismo chovinismo narcisista del que ellos hacen gala, ese de creerse mejor que otros solo por el hecho tan fútil de haber nacido en un sitio y no en otro (ya, ya, entiendo, eres vasco y eso ya es mucho pedir...). Ahora, también consuélate un poco, solo son alrededor de 15.000 capullos, no llegan al 2% del electorado. Eso y que nunca viene mal en un parlamento tan adocenado como el vasco un pepito grillo que toque los cojones de vez en cuando y obligue al resto a ponerse las pilas para responderles con la contundencia e inteligencia a la que se supone que están obligados nuestros próceres de la patria, chica o no. Que sí, que visto el percal también es mucho pedir. 








Vale, Urkullu ha ganado y Vox entra en el parlamento con los votos de 15.000 capullos (¡Oh, qué poco demócrata eso de insultar a conciudadanos que votan a un partido filofranquista, xenófobo, homófobo, machista y, así en general, todo lo peor). Pero, yo he tenido que subir corriendo la cuesta de casa hasta la plaza a primeras horas de la mañana, para encontrarme con el enfermero que venía a sacar sangre a mi madre, porque en su GPS no aparecía nuestra calle y el pobre llevaba ya media hora dando vueltas en un pueblo de cuatro casas. ¡Sánchez dimisión!

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