Lo siento, se trata de una impresión que voy confirmando año tras año. Aquí en Asturias todo es amabilidad y sonrisas en las caras de los desconocidos cuando vas por el campo, la urbanidad en su estado más puro. Qué menos que te devuelvan e saludo, si luego ya hasta se paran a intercambiar un par de insustancialidades atmosféricas contigo sin que venga a cuento, mejor que mejor. En cambio, en mi tierra, paseas por el campo y, al pasar delante de la casa del vecino, si éste no te conoce ni se molestará en levantar la cabeza, hará como con cualquier otro bicho que pasa por delante de su casa: dejarlo pasar. Si te conoce, todavía es peor, porque te pondrá en un brete, al borde del ridículo si, no siendo de tu círculo íntimo, de tus habituales, se te ocurre saludarle y entonces éste, antes, ya no de devolverte el saludo, sino de decidirse a hacerlo incluso, se vuelve y hace como que no te ha visto. Y lo hace porque ha tenido tiempo de repasar a toda pastilla su disco duro para buscar de qué te conoce, si tienes cuentas pendientes con él o simplemente si te encuentras en la categoría de los tipos sinsorgos a los que no merece la pena dedicar ni un amago de cortesía porque, vete a saber, perteneces a tal o cual familia, piensas lo que no hay que pensar o tienes costumbres o manías que no deberías tener. Es todo un estilo de malvivir que algunos hasta les debe parecer el colmo de la idiosincrasia, ¿o será de la idiocia-sin-gracia?
martes, 14 de agosto de 2012
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