Parece que en el subconsciente español todo lo relacionado con los pactos es negativo por principio, que la mayoría los percibe como producto de la ambición, "afán de poltrona", "un reparto de cromos", dicen. Resulta curioso porque a mi juicio es todo lo contrario. Pactar es saber renunciar y por lo tanto un ejercicio de generosidad política y tolerancia frente a los otros. Pactar es establecer cuáles son tus principios inamovibles y cuáles, en cambio, pueden ser objeto de acuerdo con ese otro que hasta el momento era tu adversario y con el que estableces, a través de la vía del diálogo, que sus ideas no tienen por qué ser peores que las tuyas, a veces incluso mejores, y nada puede haber mejor que saber aceptarlo y asumirlas como propias. Pactar es, a la postre, la esencia de la misma democracia, porque se basa en el diálogo, en la renuncia al maximalismo, en la búsqueda de los acuerdos de mínimos para el bien común. Pero, lo dicho, en España da la impresión que pactar es siempre sinónimo de conspiración o componenda con fines poco o nada claros. Pero, sobre todo, en el subconsciente español pactar es claudicar, bajarse los pantalones, venderse al mejor postor, pasteleo. Tal es así que uno no puede evitar pensar que se trata simple y llanamente de un reflejo sobre la política de lo que es moneda corriente en el comportamiento de los españoles, el cual se ha caracterizado históricamente, y aquí me remito a las citas de todo tipo de personalidades foráneas a lo largo de la Historia, por tener a la soberbia como guía de conducta y la intransigencia frente al contrario como una virtud. De ese modo, y siendo el PP el partido auto designado como garante de las esencias patrias, no es de extrañar su airada reacción contra los pactos, y no sólo porque es a ellos a los más perjudican como buenos españoles, los mejores, incapaces de llegar a acuerdos con nadie en ese pujo suyo de imponerse, ganar antes que convencer -sí, sí, lo que le espetó cierto intelectual bilbaino a cierto general golpista tullido cuando...-, sino sobre todo porque sabe que su pataleta no cae en saco roto, que es recibida con agrado y compresión por una buena parte de la ciudadanía para la que lo óptimo en política siempre es una mayoría absoluta, eso que llaman un gobierno fuerte, sinónimo inequívoco de autoritario, que no vea condicionada su acción de gobierno por diálogo alguno, esto siempre una pérdida de tiempo para cualquier español que se precie, qué digo, una clara muestra de debilidad. En fin, siglos de absolutismo y una propina en forma de cuarenta años de dictadura no pasan en balde, en realidad cunden y mucho sobre la percepción de una buena parte de los españoles acerca de lo que debe ser el gobierno de la "res publica".
Y qué curioso lo de los extremos que se tocan. Sí, sobre todo esos asturianos de Podemos tan puros, tan de su inmaculada trinchera democrática y reformadora o revolucionaria, no lo sé, que dicen que no han venido a cambiar cromos sino a transformar la sociedad, razón por la que son incapaces de pactar con las demás fuerzas de izquierda del ayuntamiento de Gijón, que no quieren contaminarse en el trato con el PSOE porque éste partido les da mucha grima, que si eso mejor que gobierne la derecha de Foro y ya de rebote el PP en Oviedo a pesar de haber perdido la mayoría absoluta por primera vez en varias décadas. Para estos pactar también es una debilidad, una concesión que no podían asumir porque ensuciaría esa virginidad democrática y reformadora-revolucionaria con la que se han auto investido, más puros incluso que sus correligionarios de otras comunidades y ayuntamientos. Dicen que han venido a ganar, que tarde o temprano les caerá esa breva, que para qué van a pactar entonces con la casta sociata. Se creen nuevos en su intransigencia y suenan tan viejos como los anarquistas del CNT-FAI, tan convencidos de su idea y su superioridad moral e intelectual, que para qué pactar con nadie teniendo la Historia de su parte. En fin, podemitas, anarquistas a lo Durruti, cristianos primitivos, almohades y similares, difícil ya no pactar, sino incluso tratar, con gente cuya máxima es siempre y en esencia: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" -Jesucristo-...
Ya sólo como colofón, recomendar a todos aquellos amigos, el resto, oye..., que tan mal lo están pasando por esto de los pactos, que no los entienden, que les parecen lo peor, que se vean la serie danesa BORGEN para hacerse una idea de lo que viene a ser la política de pactos entre diferentes para sacar adelante proyectos en común. Aunque claro, qué tenemos que aprender de un país como Dinamarca, una de las democracias más asentadas de Europa con mayor nivel de vida y modelo de la socialdemocracia escandinava; nada, que inventen ellos... (vaya, que se me cuela otra vez el bilbaino famoso a la menor de cambio, y eso que dicen que el muy pedante aprendió danés para leer a Kierkegaard en el original...)
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