Fíjate tú, no sabía yo de la existencia de este testimonio escrito por el cura de Berrosteguieta, José de Larrea, durante la francesada, 1813. Sí conocía, en cambio, la historia de la Santa Espina y el saqueo a la iglesia del pueblo durante la Batalla de Vitoria. De hecho, la calle, por llamarla de alguna manera, ya que apenas son un par de casas diseminadas, donde he vivido varias décadas recibe ahora el nombre de Santa Espina (ahora porque la casa donde viven mis padres ha recibido los nombres sucesivos de Larranpea, Artetxo, Arana... ¿tanto les costaba leer bien un plano toponímico? Pobres carteros, si lo sabré yo...). El Correo recoge un extracto largo del escrito de Larrea referente a cómo el cura rescató y protegió la reliquia, un relato que, aun no siendo esa la intención de su autor, a mí se me antoja harto novelesco y no poco chusco en algunos momentos.
«Deseando preservarla de manos sacrílegas», relata Larrea, la saqué de la Iglesia. Pero aún no salí de su recinto cuando veo repetinamente otra multitud que se dirigía a nosotros. En tan apurado conflicto no hallé otro recurso que introducirme disimuladamente en la puerta de la torre, echar en el suelo la santa reliquia y cubrirla con el escombro y polvo y salirme con el mismo disimulo. Pasada la borrasca, cogí la reliquia y en el camino que va a Esquível la oculté bajo un pequeño y denso matorral y, destituidos de todo consuelo, nos retiramos al monte, con la melancolía más profunda, entregados a las fluctuaciones y vaivenes de la fortuna, errantes y fugitivos».
Luego ya lo que aconteció más tarde lo resume el redactor de El Correo, añadiendo si cabe más gotas tragicómicas.
"Ya el día 20, el cura, con los pies heridos, se encuentra con una patrulla francesa y para evitarlos se sube a un haya. Subió el puerto de Zaldiaran y observó como saqueaban Arrieta y Doroño, lo que le obligó a buscar sitio en Aguillo. Allí se habían concentrado muchos vecinos de la zona que huían. Estuvo hasta el día 21."
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