Qué cosas, qué cosas. Hoy en la cafetería del barrio en Oviedo, ya fuera junto a la barra o en la tertulia de TVE1 que tienen permanentemente encendida y a todo volumen, no se hablaba de otra cosa. ¿Qué pasa, qué pasa? ¿Qué generaba tamaña ola de indignación entre los presentes y los teleparlantes? ¿La pobreza infantil en España? ¿El último caso de corrupción en Valencia o incluso en algún otro punto del estado? ¿Ese paro que según el presidente Rajoy ya no preocupa a los españoles? ¿Los recortes en sanidad a mayor gloria de la contabilidad de la correspondiente empresa privada que gestiona hospitales en beneficio propio y para de contar mentiras acerca de las bondades de gestionar un hospital público como si fuera un simple taller de coches, las vergüenzas al aire del sistema educativo un año más por obra y gracia del correspondiente informe PISA, la renuncia del gobierno español a apostar por el I+D+i como acicate económico y si eso, Virgencita, Virgencita, que vuelva el ladrillo, el exilio de miles de jóvenes lo suficientemente preparados pero sin futuro en el país que los formó? ¿El pasteleo político para formar alcaldías y gobiernos autónomos?
Pues no, el motivo de la indignación que embargaba a todos los presentes no era otro que la tremenda pitada por parte de la afición del Athletic de Bilbao y el Barcelona al himno español. Pedían cabezas, sangre, un escarmiento en toda regla para meter en cintura a unos españoles a los que el hecho de serlo o bien les llevan los demonios o bien se la trae al pairo. ¿Los motivos? Pues mira, los que sean, desde que sus sentimientos identitarios no coinciden con los que el himno de marras representa a que, sin dejar de sentirse españoles, para ellos ese himno representa una España que no les gusta y de ahí la oportunidad única para expresarlo con un pitido en presencia de ese rey que no ha elegido nadie. Ahora bien, en la cafetería se hablaba con una solemnidad que asustaba de falta de respeto a los símbolos patrios, incluso de ofensa a todos los españoles, no sé qué de identificar uno por uno a todos los pitadores y todo en ese plan. Incluso había más de uno que decía que había que obligar a vascos y catalanes, así en general, a amar los símbolos en cuestión por encima de todas las cosas, que ellos apostaban por el gobierno que los metiera en cintura para que, ya fuera a la fuerza o... o a la fuerza, para qué engañarnos, cómo si no, acabaran comportándose y sobre todo sintiendo como si todos fueran de Murcia, esto es, como buenos españoles. Oído lo cual, a mí, que todo esto sí que me la trae al pairo, que me parece mero folclore para pasar el rato y para de contar, que me repatea tanta solemnidad de himnos, banderas y demás parafernalia patriotera, no puedo sino ofenderme. Me ofende, sí, tanto la vana presunción de los que creen que se puede imponer los sentimientos por decreto como todo el tiempo y la vehemencia que dedican a tratar de semejante insustancialidad. Me ofende, en realidad, la puta solemnidad de los patriotas de todo tipo y condición. Por eso yo apuesto por pitar siempre el txuntatxunta español, el Eusko Gudariak e incluso el Gernikako Arbola, el Segadors, La Marsellesa, el God Save the Queen, el Deutchland über Alles, el Asturias Patria Querida, Mambrú se fue a la Guerra, el No te vayas de Navarrraaaaaa o el que sea. Ahora bien, que se piten siempre y del modo más sonoro posible sólo cuando sea obligado ponerse en pie al tañido del primer acorde o berrearlo en manada para no desentonar en medio de la comunión tribal-patriotera. Pitarlo siempre que alguien exija ponerse solemne. Luego ya en la intimidad de cada cual, y si es con unas cuantas botellas de lo que sea encima mejor que mejor -de hecho sólo se debería berrear himnos tal que así-, que cada cual cante o berreé lo que le venga en gana. Entonces sí, entonces "Asturias, patria queridaaaaa..." En fin, "jotake aspertu arte!"
-¡Uyyyy lo que ha dichoooo!!
-¿El qué, el qué?
-No lo sé, no sé vascuence, pero seguro que es algo de la ETA...
-¡Anda ya, no me seas simplón!
-¿Lo qué?
-Periodista español...
No hay comentarios:
Publicar un comentario