-¡Soy un artista, soy un genio, he hecho de la vulgaridad un arte, soy el Andy Warhol de mi generación!
-¿Y se puede saber en qué reside tu supuesta genialidad, majo?
-En las relaciones comerciales. ¿Te parece poco?
-¿A mí? ¡Qué va! ¡Qué fallero las pillara!
-¿No te gusta mi obra?
-Lo único que me gusta de ti es la Cicciolina... y eso cuando estaba en política.
El gran mérito, por llamarlo de alguna manera, de los Comisarios de las Exposiciones de Arte y algunos críticos del ramo, es convencernos de que las chuminadas que exhiben en sus galerías y museos valen lo que algunos están dispuestos a pagar para la cosa esa del blanqueo de capitales.
En el arte si no hay belleza todo se reduce a un todo a cien chino.
Eso y que por culpa de Koons, Hirst, Pinchuk y otros mamarrachos jetudos me estoy replanteando mi postura ante la pena de muerte...
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