Anoche soñé que estaba con Ariadna Gil en Vitoria para no sé qué trámites. Todo muy casto, eh, yo soy hombre de una sola pieza, de una sola mujer, digo; bueno, lo primero también. Total, que íbamos por la calle y aparece mi amigo Juantxo que me grita: "¡Txema, ya no mandas memes!" Le respondo: "¡Joder, no hago otra cosa en todo el puto día!" Luego llevo la Ariadna a tomar unos pinchos. No bebe alcohol y cuando le pongo el pincho de txistorra con patata en la mano lo mira como si fuera un bocadillo de chorizo de los de llevar a la obra o algo así. Una pena, porque ya que estaba pensaba invitarla a El Portalón para comer algo; no sé, un chuletón, unas chuletillas de cordero o una merluza en salsa verde, todo ello, por supuesto, regado con un cosechero de autor, tipo el de Remirez de Ganuza, Artadi y así. Eso y que ya de paso me contara cosas del cine, de su churri, del pringado de David, puede que hasta para hablar de lo de Cataluña -yo siempre digo su apellido como ella, en catalán: "Yil, Yil..."-. Pero, visto lo visto, para qué si me lo iba a comer yo todo y encima ando de dieta y así.
En fin, una tía muy simpática, muy educada, tiene una sonrisa que lo ilumina todo; pero, no es muy de hablar, tirando a sosita. En realidad es un coñazo de tía, vamos, como todas las que no beben y apenas comen. Además es un taponcete, me llegaba por debajo del codo; pero claro, también yo, cuando me pongo recto... De todos modos, tampoco es que servidor sea muy mitómano. Así que la he acompañado hasta la estación de Lakua para que cogiera el autobús a Madrid. Ya cuando nos despedíamos le he dicho que sonriera un poco en las pelis; me ha hecho una peineta desde la ventanilla la muy hijaputa. Y yo allí en mitad de la dársena, como un yilipollas.
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