"Padre amaba la tierra con avidez, codicia y pasión de desposeído, como se le había transmitido en herencia, y que a mí me lo fió en feliz endoso, haciéndome, en alguna manera, campesino ilustrado hincado en tierra como árbol trasplantado. Sé que eso siempre fui, eso soy, y eso quiero ser, que nadie me arrebate el deseo."
HILVANO RECUERDOS - Pablo Antoñana
Memorias póstumas e inconclusas de Pablo Antoñana. Para mí un reencuentro agradecido, emotivo incluso, con una prosa que sigue fascinado, la palabra precisa, la frase larga cuando toca porque largas son también las imágenes y las ideas que éstas encierran, el tono siempre reconocible de un hombre bueno y de hondo criterio, una mirada que sabe ser tierna o contundente según exija el momento. Y sobre todo, un territorio literario que en la ficción fue su República de Yoar, allá al sur de Tierra Estella, habitado sobre todo por perdedores de guerras decimonónicas, de eternos perdedores de casta y gleba, de eternas convicciones de piedra que el tiempo acaba demostrando que no valen nada. Un territorio literario propio que en estas memorias adquiere acaso su forma original en esa Viana natal del escritor, en esa infancia y juventud de antes y después de la última guerra. Un mundo tan lejano para mí en lo personal como cercano en lo familiar. Unos recuerdos hilvanados alrededor de la peripecia vital de un escritor que concibió la literatura como un compromiso con lo cercano, lo propio. Un escritor que por vivir aparte, o ser apartado, no recibió en vida el reconocimiento que merece su obra. Unos recuerdos que hacen bueno una vez más aquello de Pessoa de que:
Da minha aldeia vejo quanto da terra se pode ver do Universo...
Por isso a minha aldeia é tão grande como outra terra qualquer,
Porque eu sou do tamanho do que vejo
E não do tamanho da minha altura...
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