"Anoche una mesa redonda en la Facultad de Filosofía y Letras para presentar La Lombriz, el libro de David Moyano que editamos en Nueve 64. La discusión me enfrentó a todos. Mientras ellos defendían la llamada literatura del interior, yo aparecía como el unitario representante de Buenos Aires. Saer se mandó un par de chistes de mal gusto pero luego seguimos discutiendo en varios bares y terminamos comiendo en El Dorá."
LOS DIARIOS DE EMILIO RENZI - Ricardo Piglia
Tengo para mí que, a diferencia de los los géneros literarios puros y duros como la novela, poesía o el relato corto, esto es, verdaderos ejercicios creativos de ficción, los diarios son un género en el que el lector se aventura sobre todo si conoce o reconoce la valía literaria previa del autor, ya sea porque espera encontrar en ellos los mismo destellos de genio de los que éste hace gala en sus otros libros, o, para qué engañarnos, con el fin de satisfacer cierto morbo a cuenta de las intimidades cotidianas o confesiones del escritor en cuestión.
De ese modo tenemos autores para los que el diario apenas es otra cosa que una excusa para dar rienda suelta a su talento literario, autores como Pavese, Rybeiro, Tolsoi, Sontag, Pessoa, Pla, Sánchéz-Ostiz, que consiguen traspasar el estilo de su obra de ficción al género más cotidiano y por lo tanto vulgar que uno pueda imagina por mucho que nos gusten los apuntes de Plá sobre el campo ampurdanés o las comeduras de coco de Tolstoi con la cosa mística y así. Sin embargo, incluso en todos ellos se impone cierta criba para separar la paja del trigo. Otra cosa es que el trigo una vez separado sea de tal calidad que haya merecido la trilla.
Pues en el caso de Los Diarios de Emilio Renzi, tengo mis serías dudas. Así como los diarios de los arriba citados ayudan a profundizar en la obra de sus autores, incluso a satisfacer cierta curiosidad malsana acerca del personaje que el autor construye inconscientemente de aquellos escritores a los que admira, en el caso de Piglia, y por muy trasunto que sea Renzi y por lo tanto siempre con la coartada de la ficción en la recámara, la verdad es que en la puesta en escena que hace de sí mismo, de su personaje, que siempre la hay en cualquier diario, me temo que no salga tan bien parado como él quisiera. Eso y que comete el peor pecado que se puede esperar de un escritor en un género que aspira a sacar oro de la rutina: aburre. En realidad parece que ha querido meter ahí todo lo que tenía por ahí para engordar el tomo, amén de dosis ingentes de mala baba como la de la cita que encabeza este texto.
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