La revista hispano-americana LETRALIA me publica esta reseña de CIROBAYESCA BOLIVIANA de Miguel Sánchez-Ostiz.: https://letralia.com/lecturas/2019/12/04/cirobayesca-boliviana-de-miguel-sanchez-ostiz/
Miguel Sánchez-OstizCrónicaEdiciones Espuela de PlataSevilla (España), 2018ISBN: 9788417146498336 páginas
Por esas curiosidades de la vida, la reciente crisis boliviana, en realidad ese eterno retorno a lo peor del pasado del continente suramericano con los milicos con los cambios de régimen por las bravas, esto es, dando golpes de Estado supuestamente posmodernos, me ha pillado con la lectura de Cirobayesca boliviana, del escritor español Miguel Sánchez-Ostiz. No sabría decir si se trata de un ensayo o de un libro de viajes. De lo primero dudo porque el libro está muy lejos de ser un ensayo al uso, esto es, de trazo académico con su categorización y apropiación del personaje, en plan catedrático que encuentra una veta epistemológica para su uso y abuso exclusivo con la correspondiente ración de datos y notas al por mayor. De lo segundo ya no tanto, porque, una vez descartadas las ínfulas eruditas de cualquier tipo, estoy convencido de que este libro tras los pasos en Bolivia del viajero, aventurero, traductor y escritor español Ciro Bayo Segurola, tiene más de homenaje al que es considerado uno de los pioneros de la moderna literatura de viajes, y sobre todo de tan deliciosa como ingeniosa excusa para pergeñar otro de los libros sobre Bolivia con los que el autor nos viene regalando con los ensayos o crónicas Cuaderno boliviano (2008) y Chuquiago, deriva de La Paz (2018), en todos los diarios en los que da debida cuenta de sus “patiperreos” por el país andino, amén de una divertidísima novela como Diablada (2017).
Miguel Sánchez-Ostiz resuelve mejor que bien la razón que inspira el libro, y que no es otra que seguir los pasos de Ciro Bayo en Bolivia.
Pues eso, qué mejor manera de homenajear a uno de los precursores de la literatura de viajes como Ciro Bayo, autor, entre otros, de Las grandes cacerías americanas (del Lago Titicaca al Río Madera) (1927) o Por la América desconocida (1927), que ofreciéndonos una nueva muestra de la literatura de viajes entendida precisamente como tal. Porque, la verdad sea dicha, esto a mi romo entender, claro está, si es verdad que Miguel Sánchez-Ostiz resuelve mejor que bien la razón que inspira el libro, y que no es otra que seguir los pasos de Ciro Bayo en Bolivia, rastrear lo que queda de él a modo de autor que consagró parte de su obra al país andino, y que parece ser que todavía bastante, más incluso que en su propio país, España, comprobar con sus propios ojos los parajes y paisanajes que Bayo describió en sus libros, y, lo que a mi juicio acaba siendo lo más interesante, cotejar con los libros del homenajeado en la mano la Bolivia de su época y la actual. Una labor de rastreador, si no de detective, que lleva a MSO de un extremo a otro de Bolivia, en algunos casos de regreso a lugares frecuentados anteriormente y a los que vuelve también para dejarnos sus impresiones acerca de cómo se ven las cosas las segundas, terceras o las veces que sean, como es su caso en Santa Cruz de la Sierra.
Empero, ese ir tras los pasos de Ciro por Bolivia también sirve de excusa a MSO para hablarnos de otros autores o personajes que dejaron huella en el lugar al que arriba. De ese modo, nos habla del escritor Eugenio Noel, al que sigue su rastro en La Paz, en Riberalta de Luis Gálvez, “ese visionario de la estirpe del francés De Tounens, el rey de la Araucanía, o del propio Lope de Aguirre, rebelde como éste, en su búsqueda de poder y dinero” (p. 262), o de ciertas estirpes de potentados, de esos que dicen, o se dicen a ellos mismos, que hacen país, como los Salvatierra o los Arce, del activista y actor Liber Forti en Tupiza, el escritor Tristán Marof en Sucre, de la Monja Alférez, de Cassidy y Sundance Kid, de… En realidad la lista parece interminable, como si incluyera a todo aquel que hubiera tenido cierta relevancia y hubiera tenido algo que ver con el sitio por donde pisa. Una delicia de nombres y citas que adereza la pesquisa de Ciro Bayo en Bolivia demostrando que no estamos hablando de un país literariamente virgen, sino más bien de un autentico filón para cualquier letraherido, ya sea para escribir o para leer sobre él.
Cirobayesca boliviana de Miguel Sánchez-Ostiz es una fascinante crónica donde la pesquisa erudita y lo cotidiano del viaje se mezclan a la perfección.
Y hablando de filones, la erudición libresca y tal está muy bien, pero, y este sólo es un pero que no desmerece lo anterior sino que más bien lo engrandece, insisto en que no nos encontramos con un libro de erudito, esto es, de profesor, con la intención de engrosar su currículo académico, sino con la obra de uno de los literatos contemporáneos más curtidos y reconocidos, con una bibliografía a cuestas que no deja lugar a dudas, razón por la que, una vez más, y ya como prueba irrefutable de que este es un libro de viaje canónico o casi, la parte dedicada a la crónica pura y dura de la pesquisa, esto es, el relato de los encuentros y desencuentros de un lado a otro del país andino, las impresiones sobre lo que rodea al autor y de las que se desprende ese cariño inmenso hacia Bolivia, resulta de lo más emocionante y divertida. Digo filón por el relato de la estancia en Potosí, motivo para hablar tanto del paso como del presente de la ciudad que sirvió para una de las expresiones más usadas en nuestra lengua, “vale un Potosí”, la ciudad que por eso mismo sirve también para explicar tanto el pasado colonial como el posterior de la independencia y el también presente de la Bolivia contemporánea cuyas vicisitudes MSO también comenta de pasado, según salen al paso o procede. Extraordinarios sus apuntes sobre ese submundo de la precariedad eterna de los que se dedican poco más que a rebañar las vetas de la que todavía parece ser la teta minera del continente, si no ya Potosí per se, sí al menos como metáfora. También proceden bastante sus comentarios sobre el ya casi anacrónico rechazo al español, o a lo español, como culpable de todos los males del país en razón de la conquista y la posterior explotación colonial, como parece ya un simple lugar común para no afrontar la realidad de que muchos de los males actuales de Bolivia son culpa en su mayor parte de los que tras la independencia ya sólo eran y son bolivianos. Y son deliciosos los apuntes de las peripecias personales durante el viaje en las que MSO convierte en verdaderos personajes literarios al chofer que lo lleva a través de carreteras que acaban siendo impracticables, poco más que de fardo junto a otros tantos, a destacar la paisana, querida o lo que fuera que va con ellos. Y por supuesto que también hay apuntes de los “patiparreos” por los mercados donde los ceños se fruncen ante la presencia de un blanco y todo lo relacionado con la hoja más famosa de aquel país y toda la ceremonia y los utensilios relacionados con su consumo nos recuerda, y esto ya sea sólo por lo exótico que se nos puedan antojar ciertos hábitos, que todavía tenemos mucho que descubrir sobre la idiosincrasia de un país del que, siquiera a este lado del charco, apenas conocemos otra cosa que no sea la actualidad tumultuosa y debidamente manipulada que nos hacen llegar los medios.
En resumen, Cirobayesca boliviana de Miguel Sánchez-Ostiz es una fascinante crónica donde la pesquisa erudita y lo cotidiano del viaje se mezclan a la perfección al tiempo que sirven al lector de humilde ventanuco por el que asomarse a la realidad boliviana pasada y presente.
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