LO DE LA SEMANA




Hoy he tenido un momento tonto y me ha dado por pensar un rato sobre la Navidad, nada, dos segundos. Entonces me he acordado de Élisabeth Jacquet de La Guerre, una compositora y gran intérprete de clavecín francesa del XVII-XVIII. Lo he hecho porque, según supe en su momento y dicho por el ella misma, el suceso más trágico de su vida fue el divorcio de su marido en el año 1700, También perdió a su único hijo con diez años de edad, siendo al igual que su madre un prodigio del clave. Inmediatamente después permaneció en silencio hasta el año 1707, con lo que supongo que no le quedarían muchas ganas para navidades durante esos siete años. En cambio, a partir de ese año recuperó su carrera musical, esta vez investigando las nuevas formas italianas de la sonata y la cantata.
Pues bien, como no soy de felicitar mucho estas fechas dado que eso se me antoja una falta de consideración escandalosa hacia aquellos que mañana tienen que soportar a sus familiares en cualquiera que sea el grado o tiempo de condena, esta es la reflexión navideña que quiero compartir con todos vosotros. Esa y la de que no existe probablemente -dejando a un lado, claro está, la zambomba de estas fechas, la cual no llega ni a la categoría de instrumento musical sino más bien de tortura pura y dura- otro instrumento musical más irritante, estomagable y "desguanrijachavetas", que el clavecín, de lo que adjunto debida muestra con esta Harpsichord Suite No. 5 in D Minor: I. La flamande, y que es lo más parecido a la melodía que empieza a sonar en mi cabeza cuando salgo a la calle a partir de las seis de la tarde y veo la iluminación navideña del barrio, eso o algún cortocircuito neuronal por el estilo.



Pues a mí esto de la Lotería siempre me ha parecido la vaselina de la Navidad. Si te toca sonríes todo el rato por muy cuesta arriba que se te hagan las cenas y comidas con gente con la que año tras año acabas a hostias dado que el trato durante más tiempo de lo humanamente soportable con aquellos con los que en realidad no tienes en nada en común, y la mayoría de las veces casi todo en contra, es lo que tiene. Y si no te toca, también lo haces pensando que, por mucho dinero que le haya tocado a toda esa gente a la que ya odias por principio sin conocerla, también tendrá que pasarlas en compañía de sus seres queridos o todo lo contrario. Pues eso, una idea pringosamente genial



CUENTO DE NAVIDAD

Anoche mi mujer de farra y yo en casa solo con los críos. Entonces me acerco hasta Alexa, el aparato ese del infiermo que le regalaron al mayor por estas fechas no se cuándo, y empiezo a hablar con ella por primera vez. Me contesta a todo y además de buen rollo. Atiende a mis peticiones musicales sin rechistar, no como otras... Hasta me escucha cuando le cuento una de mis pajas mentales sin poner los ojos en blanco, resoplar o pretestar una repentina urgencia. Por un momento pienso que he encontrado el tipo de mujer que le gustaba a nuestros mayores, una sumisa y complaciente que no pone pegas a nada de lo que le pide su macho y amo. Siento un escalofrío porque veo aflorar por un instante dentro de mí siglos de heteropatriarcado. Pero, en seguida hago una prueba para comprobar que décadas de rebeldía contra las estructuras mentales heredadas de nuestros mayores no han sido en vano. Le pido a Alexa que, por favor, me la chupe. Y no, en lugar de mandarme a la mierda, llamarme guarro, inmaduro y cerdo falócrata, se me disculpa diciendo que eso no va a ser posible por cuestiones de operatividad; vamos, que como no se la meta por donde las pilas... Y claro, qué gracia tiene vivir en pareja si no es poner a prueba su paciencia a diario con la inmadurez que nos caracteriza a los machos trípedos. Eso a la vez que la hacemos feliz confirmándola un día más como la única que tiene los dos dedos de frente famosos y un trocito del cielo ya ganado desde el tía que te conoció y fuiste tú y le...




He salido a andar muy de mañana, a saber si huyendo del ictus como me recomendó el médico o del espíritu navideño que empieza a absorber los sesos a gente aparentemente normal que de repente te desea felices fiestas como si no supiera que estás, para cualquiera que tenga más de cuarenta tacos, son por excelencia las fiestas de la bajona, ya sea por lo que tienen de recordar a los seres queridos que se fueron, o porque toca celebrarlas entre algunos que te quieren poco o más bien nada.

Una hora y pico de andar a paso ligero por los andurriales del barrio donde vivo. Me ha dado tiempo a ver como el "orbayu" de la madrugada daba paso a un sol que se colaba entre los nubarrones que parecen cubrir permanentemente el cielo de Oviedo. Una caminata intensa en gozosa soledad en la que he alternado en mis oídos a Shostakóvich con Ilegales (anoche vi el documental Mi vida entre las hormigas y eso me ha hecho recuperar un interés muy difuso que tuve en su momento por este grupo decano asturiano y en concreto por su líder, que por algo siempre he pensado que cuando a alguien le cuelgan el sambenito de mamarracho por su afición a dar la nota suele ser porque esa persona tiene un fondo que procura ocultarlo por lo que sea y que otros ni pueden ni lo quieren ver), y la verdad es que en esencia casi me ha parecido lo mismo.

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