Pues resulta, cómo no, que estaba de vuelta al cole el primer día de clase. En clase éramos un buen puñado de... adultos. Porque resulta que no volvía a la infancia, no, sino que lo hacía tal cual estoy hoy. El profe, cómo no, y dado que en la serie de Rita aparece un viejo cabronazo reaccionario de cuando ella era adolescente, un profe de Historia de pelo cano, gafas y la jeta atravesada por surcos como si fuera un patatal en invierno, el cual acostumbra a ignorar a las chicas a la vez que les recuerda a cada instante su papel secundario en la sociedad. Un profe que ya había comentado a mi señora que me recordaba físicamente a otro que tuve yo de canijo, uno que no tenía nada de cabrón ni de machista y que además me profesaba bastante simpatía porque había estudiado con mi tío en el seminario de Vitoria y siempre me lo recordaba.
El caso es que era el primer día de clase y el cabronazo del pelo cano decide dividirnos a los alumnos, todos ellos tipos ya tan talluditos como un servidor, por sexos para colocarnos a cada lado de la mampara que dividía la clase en dos.
-Esto es todo lo que nos han ofrecido las autoridades para hacer frente a la Covid19. De modo que, si hay contagios, que sean las chicas las que se contagien primero, porque ya sabemos que son ellas las que trasmiten siempre el mal desde la Prehistoria. Ya pasó con la caída del Imperio Romano, la herejía cátara, la Peste Negra, la conquista de Constantinopla, la Revolución francesa y la rusa, el rock&roll, la fundación de Podemos...
Yo alucino cuando le escucho; pero, tampoco me extraña dado que cada vez se me antoja más parecido al capullo reaccionario de la serie que a ese otro profe de mi infancia. Pero, entonces, va el muy cabrón y me coloca en el grupo de las chicas. Y resulta, vaya por Dios qué mierda de subconsciente tiene uno, o acaso solo vete a saber qué clase de cargo de conciencia por la mierda esa de la moral judeocristiana o yo qué sé, que el en grupo de las chicas están todas mis novias o novietas, rollos o rolletes o simples amores platónicos con un promedio de mes y medio y a otra cosa mariposa. Como que veo a la pelirroja cascarrabias de Oiartzun, a la canija mexicana con botella de tequila en la mano, a la vecina del portal de al lado en la Avenida, las dos hermanas del kiosko del pueblo del viejo con las que inicié mi carrera de pajillero, aquella del cole con la que me estrené, la del saskibaloia de marras, la compañera de la uni (más bien dos), la hermana de aquel jugador de la Real, la del pueblo de los padres de..., la... Ya lo dejo, ya, que no quiero estar toda la mañana. En fin, que no me lo creo, una situación incómoda de cojones, como que son estos mismos lo primero que veo en peligro. Yo qué sé, cualquier cosa por el estilo teniendo en cuenta cómo está el tema ahora y lo cabestro que ha sido uno por la cosa esa de que de chaval siempre piensas más con la polla que con el cerebro, vamos, como todos. Y sí, despierto de un sobresalto, faltaría. Entonces veo a mi mujer al otro lado de la cama y respiro aliviado. De hecho, casi caigo en la tentación de despertarla para darle un beso de esos apasionados en todos los morros... y tal. Pero mejor no, mejor no tentar a la suerte arriesgándome a una bronca mañanera por haberla despertado antes de la hora. Yo es que ahora procuro andar siempre con pies de plomo, no vaya a tener que volver a la casilla de salida... a mi edad.
Blasco Ibañez es uno de los decimonónicos que más me deslumbraron en su.momento, sobre todo con sus primeras novelas, "La Barraca", "Arroz y tartana", "Cañas y barro", "Entre naranjos", todas ellas ambientadas en su tierra valenciana. Novelas que diríamos de raíz y que, a mi juicio, nada tienen que ver con esas otras que le granjearon fama internacional al estilo de "Sangre y Arena" o "Los cuatro jinetes del Apocalipsis", y sí más con lo que décadas más tarde se llamarian "best sellers".
Pues bien, resulta que en el camino escribió un poco de todo como escritor de renombre que ya era en vida, y entre otras cosas una novela que diríamos de tema vasco: "El intruso". Una novela ambientada en plena industrialización de la margen izquierda del Nervión, y más en concreto en las minas de Gallarta y alrededores. Una novela en la que Blasco Ibañez demuestra lo mucho que recorrió la zona y se documentó para poder escribir una historia por lo demás bastante clásica, un conflicto de clases, los mineros venidos en su mayoría de todas partes de España y en gran parte de lógicas inclinaciones socialistas, los amos por lo general nativos al otro lado de la ría y esos otros naturales del país que recién acababan de abandonar el carlismo de sus mayores para engrosar las filas del nacionalismo "bizkaitarra", es decir, en su versión más genuinamente integrista y racista. Son, por lo tanto, los orígenes de todos los conflictos posteriores durante el siglo XX en aquel rincón del mundo que es Bizkaia. Para el folletón, porque al fin y al cabo de eso se trata, Blasco Ibañéz construye dos personajes, el medico Aresti y su primo y amigo el millonario Sánchez Morueta, como paradigmas del devenir de los dos grandes antagonismos sociopolíticos que caracterizarán el futuro del rincón que nos ocupa.
Se trata, como ya he señalado, de una historia de factura clásica muy bien documentada, cuyo valor reside más en el testimonio que aporta describiendo el lugar y los personajes de un periodo concreto de la Historia, que en el desarrollo literario de la trama, bastante precipitado a mi entender. Dicho de otro modo, nadie podría reprochar a Blasco Ibañez haber escrito una novela de oídas, claro que no, ni siquiera una novela aséptica porque es más que evidente, tanto por el desarrollo de esta como sabiendo de sus filias liberales y republicanas, que sus simpatías son las que eran, al igual que sus antipatías. Pero, aun así, hay cierta idealización sobre el material objeto de su estudio literario. Dicho de otro modo, si en "Zalacain el aventurero" cuando leemos a Baroja "los vascos, siguiendo las tendencias de su raza, marchaban a defender lo viejo contra lo nuevo", en seguida nos percatamos de la ironía que subyace en el comentario de un escritor vasco y de tendencias liberales al referirse al conjunto de sus paisanos, en esta novela de Blasco Ibañéz es imposible no percibir cierta idealización romántica, también llamada cliché, cuando escribe:
"Pensaba con tristeza en los miles de hombres muertos en aquellos montes y en otros de más allá; en todos los que se pudrían y disgregaban en las entrañas de la tierra vasca por un pleito de familia, por una simple cuestión de personas, hábilmente explotada en nombre del sentimiento religioso y de la repulsión que siente el vascongado por toda autoridad que exija obediencia al otro lado del Ebro."
EL INTRUSO - Vicente Blasco Ibañez
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Me ha llamado mucho la atención el revuelo o cachondeo que ha suscitado el comentario de este chico. ¿De verdad creéis que tenéis más de diez amigos? ¿A qué llamáis vosotros amigos, a todos con los que, por lo que sea, os lleváis bien hasta que, también por lo que sea, os dejáis de hablar, o ya solo a los que se cruzan con vosotros siquiera una vez en vuestra vida? Cualquiera diría que algunos tienen amigos al peso, a cuanto más gente conocida le coloco la etiqueta de amigo mucho mejor, otra medalla para ir de triunfador en esto de la vida. El chaval del vídeo se me antoja de una sinceridad instintiva, solo eso. Y diez amigos hasta me parecen demasiados. Claro que, insisto, habría que saber a quién le llamáis vosotros amigo y por qué.
Llego cansado al límite de todo
Cualquier paso adelante es ir a parar al fondo
¿Cómo has llegado hasta aquí?
Tomé decisiones equivocadas
Da igual cuáles, siendo yo todas lo iban a ser
¿Tan altas eran eran tus metas?
Persevero en mis antiguos errores
Me he enemistado hasta con mi propia sombra.
¿Qué peor enemigo que uno mismo?
Resuelvo mis pleitos a mandobles
Demasiados cadáveres sobre el campo de batalla.
¿Dónde escondes la bandera blanca?
Anhelé más de lo que merecía
Cada espina clavada era siempre un último aviso
¿Cómo reconocer por fin la derrota?
Los buitres siempre al acecho
Eres la carroña anunciada por la inquina ajena
¿Era ese tu sino desde el principio?
No sé salir de este laberinto
Cifro toda mi redención en la buena fortuna.
¿Por qué me rehuye la muy hija de puta?
Cualquier paso adelante es ir a parar al fondo
¿Cómo has llegado hasta aquí?
Tomé decisiones equivocadas
Da igual cuáles, siendo yo todas lo iban a ser
¿Tan altas eran eran tus metas?
Persevero en mis antiguos errores
Me he enemistado hasta con mi propia sombra.
¿Qué peor enemigo que uno mismo?
Resuelvo mis pleitos a mandobles
Demasiados cadáveres sobre el campo de batalla.
¿Dónde escondes la bandera blanca?
Anhelé más de lo que merecía
Cada espina clavada era siempre un último aviso
¿Cómo reconocer por fin la derrota?
Los buitres siempre al acecho
Eres la carroña anunciada por la inquina ajena
¿Era ese tu sino desde el principio?
No sé salir de este laberinto
Cifro toda mi redención en la buena fortuna.
¿Por qué me rehuye la muy hija de puta?
"I have the most evil memories of Spain, buy I have very few bad memories of Spaniards"
Homage to Catalonia - George Orwell
Hace unas semanas preguntaba una amiga por un libro que nos hubiera emocionado de verdad. A mí este tipo de preguntas me provocan una pereza inaudita y ni me molesto en intentar poner en marcha la máquina de la memoria. Estas semanas, en cambio, releía Homenaje a Cataluña de George Orwell y me daba cuenta de que hacía tiempo que no me emocionaba tanto con un libro, el cual recordaba haber leído a los veintipocos con más sorpresa que otra cosa por lo que se cuenta de la canallada de los comunistas contra los supuestos troskistas del POUM en plena guerra, algo que entonces removió en mí muchas certezas que venían de la adolescencia, como que no exagero si digo que ya entonces incluso me hizo trazar un paralelismo con el trato que la IA estaba dispensando a la gente de EE tildándolos de traidores y de todo lo peor, hostigando a sus militantes y simpatizantes en un entorno que hasta el momento había sido más o menos compartido. En todo caso, historias de otra época, casi de otro mundo. Además, esa ha sido la parte que menos interés me ha suscitado en esta ocasión, siquiera en comparación con esa otra más humana de la vida cotidiana en el frente y la retaguardia. A decir verdad, no recordaba la sincera crudeza con la que Orwell escribía sobre lo que veía o padecía dejando a un lado los sectarismos al uso, también en especial lo tocante a su herida y curación -el relato de lo visto y vivido en los hospitales de campaña de la retaguardia resulta conmovedor-. De cualquier modo, había anotado un montón de citas de esta relectura y al final me he decantado por esta tan concisa, la cual, a mi entender, resume el contenido del libro a la perfección. Un delicioso verano de relecturas en casi autoconfinamiento.
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