lunes, 15 de febrero de 2021

LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

Hace ya casi una semana que tuve el sueño; pero, no quise trasladarlo aquí, tal y como he convertido ya en costumbre -no negaré que acaricio la idea de hacer una recopilación de todos ellos y, con las debidas correcciones y añadidos, a ver si saco algo de ahí...-, porque fue una de esas pesadillas sumamente desagradables, desasosegantes, angustiosas, que uno prefiere olvidar de inmediato. Sin embargo, entre que había hacer tiempo ayudando a mi mujer con la pasión pictórica que le ha entrado esta mañana; "¡voy a quitar el gotelé para pintar de nuevo la habitación del mayor!" y sentarse un rato a escuchar música mientras leo o escribo mis pijadas, me he dicho, pues lo segundo, lo otro, si eso, a la tarde.

Soñé -y aquí, joder, me viene de sopetón la letra de una jota que cantaba mi viejo: "Soñé que la nieve ardía./Soñé que el fuego se helaba/soñé cosas imposibles/Soñé… soñé, que tú me querías...- que andaba por Marruecos con el colega con el que estuve de verdad hace ya la tira de años, y, ahí viene lo bueno, con otro zumbado de mi cuadrilla con el que, como casi siempre que salíamos fuera del pueblín, corríamos el riesgo de acabar, por lo que fuera, en comisaría. A decir verdad, con este último ni se me pasó por la cabeza nunca viajar fuera de las fronteras del Reino de España; el menda era un "egitxo" tan de lo suyo que hasta un miembro de las juventudes hitlerianos habría pasado por un scout a su lado, vamos, de los que cuando se mamaba a base de bien, y se mamaba con la frecuencia estipulada por las leyes no escritas de la cuadrilla, acababa dándole patadas a las piedras al grito de "¡a tomar por culo las piedras españolas!" En cualquier caso, voy a dejarlo ahí porque abriría un melón de anécdotas chuscas a más no poder que ya me está desviando demasiado de la pesadilla que nos ocupa.

Resulta que estábamos los tres en la famosa plaza Jemaa el-Fna de Marrasquesh, esto es, exotismo y peña por un tubo. Estábamos, para variar, de bronca continua, porque bajarte al moro con un sabiniano nunca puede ser cosa buena. Ya no lo era ir a Soria o a Huesca, de hecho a ninguna parte. Pues, imagínate adonde la morisma; todo el rato de los nervios por si soltaba alguna de las suyas y acabábamos lapidados en medio de la plaza. A todo esto, el otro, que como estaba convencido de ser un sex-simbol no reconocido en Vitoria, pues que se debía pensar que en Marruecos se iba a poner las botas o algo por el estilo. El caso en que en mi sueño aquello era un agobio de mil pares de cojones entre el pirado del Euzko Gaztedi Indarra, las juventudes del PNV para los legos, entre la chapa que les metía a los lugareños sobre la hermandad vasco-bereber y otras cosas ya más a lo legionario que se le escapaba cada dos por tres, y el pichabrava cejijunto que le entraba a todas las moras que veía solas en pleno zoco o donde fuera, a lo aprovechar el tiempo al máximo que las vacatas son cuatro días.

En eso que me entero de que tengo una llamada en el hotel donde estamos alojados. Un mensaje en recepción me avisa de que se ha muerto mi padre, o puede que mi abuelo. No lo puedo saber con seguridad porque el tipo que ha cogido la nota no parece haber entendido muy bien a la mujer con la que ha hablado por teléfono en castellano, probablemente mi madre. En cualquier caso, tengo que volver a casa echando hostias. Les digo a los dos figuras que me largo a Tánger para coger el ferry, que ellos sigan el viaje a ver si hay suerte y el uno moja y/o el otro consigue formar de verdad un ejército de liberación del Atlás, o del Rift, no estoy muy seguro. Me responden que no me van a dejar solo en semejante momento, que se vuelven conmigo. Yo ya cuando lo oigo que me acompañan de vuelta, lejos de sentir alivio por no tener que hacer el viaje solo, empiezo a temer que no llegaré a tiempo para el funeral de mi padre, acaso el de mi abuelo; me es imposible saberlo porque las pesadillas consisten precisamente en que cosas tan sencillas como llamar a casa para preguntar qué ha pasado de verdad, resulten improbables.

De ese modo, emprendo el viaje a Tánger en un autobús de línea acompañado por mis dos colegas, los cuales no parecen tener la mínima intención de dejar a un lado sus correspondientes trastornos mentales. Se trata, por lo tanto, de un viaje de pesadilla en toda regla, con un autobús cargado hasta los topes que se desvía de la carretera principal para recoger pasajeros en aldeas de mierda perdidas en medio de lo que siempre es un desierto, aunque éste esté en realidad cientos de kilómetros al sur; pero, insisto, puestos a tocar los cojones el subconsciente... , pues oye, es lo que tiene, eso y pinchazos de ruedas, patrullas policiales que nos registran hasta debajo del sobaco buscando grifa para pasar a la península antes de cobrarnos la tarifa al uso de la inevitable mordida, mujeres que se ponen de parto, cabras dentro del autobús que casi se ponen al volante. En fin, de todo con tal de ponerme en corazón en un brete pensando que no llego a tiempo para coger el ferry en Tánger. Pero claro, que llegamos, y cómo no, estamos a punto de subirnos al ferry y justo en ese momento el "egitxo" la monta con la policía de la corona alauita porque lo único que se ocurre en ese momento es gritar "Freedom for the Sahrawi Arab Democratic Republic!", y el otro que lo quieran linchar en la fila porque dicen que ha arrimado la cebolleta a una mora que iba delante de él. Y yo que ya no puedo más, que veo que parte el Ferry, que acabamos en comisaría, expreso de medianoche en versión marroquí y toda la hostia, mañana buscando patera para cruzar el Estrecho, si no llego para el funeral de quién sea, al menos alejarme, no tanto de Marruecos como de aquellos dos zumbados. Harto, que estoy muy harto, de ellos y de todo, por qué tiene que pasarme estas cosas siempre a mí. Y entonces, claro está, despierto de golpe. La cabeza me da vueltas, el corazón a doscientos por hora, mi señora roncando a mi lado, todavía no ha amanecido, echo la culpa a la cena de anoche, a comedieta española que vimos sobre tres mujeres que viajan a Marruecos para no sé qué hostias porque era tan mala que ya la he borrado del disco duro. En fin, las 13:57 y toca ya ponerse con el arroz con marisco. Hoy hace un solazo y podemos comer en la terraza, no debería porque ando mal del estómago, pero habrá que abrir un Albariño. Me digo que voy a empezar a ver porno en cantidades industriales, a ver si luego a la noche cambia de una puta vez el registro de mis sueños, que falta me hace. Alhandulilah y lo que haga falta. Eso y qué descanso, para el alma, la salud, todo, haber perdido de vista a cierta gente.






Esa larga y tenue línea de la infamia que une a los policías macarras de Linares con el general Galindo al mando del cuartel de Intxaurrondo, décadas de tortura sistematizada y debidamente documentada en el País Vasco y Navarra, pasando por lo de Alsasua y el Jusapol, el sindicato ultra mayoritario en la policía... Una más de esta democracia "ferpecta".



Todo es una mierda. Ahora me explico.

Salimos mi señora y yo a dar una vuelta por el centro de Oviedo después de muchos meses, en mi caso antes incluso de las navidades (fui a mi txoko por Nochevieja, paseado por la costa antes de que nos volvieran a perimetrar, e incluso varias veces a mi "sorginetxe" particular; pero, en Oviedo apenas he salido del barrio). Son muchas semanas sin apenas ver gente y, en cuanto he empezado a ver más de la necesaria, me he dado cuenta de que cada vez me cae peor la humanidad. Así de uno en uno, por individuos, pues oye, la cosa tiene un pase; pero eso que se dice la gente... Ya sé, ya, ya está el soplapollas de Txema con su postureo misántropo y en ese plan (excusatio non...); pero, juro que no se trata de algo premeditado, al menos hoy no lo era. Más bien se trataba de un sentimiento inconsciente y visceral que no podía reprimir en mi cabeza. Tampoco tiene que ver con el hecho de comprobar que la mayoría de la gente no mantiene distancia alguna cuando pase a tu lado, que más de la mitad de la gente que veía sentada en las terrazas (aquí los bares solo pueden servir en ellas) llevaba la mascarilla puesta mientras estaba de charleta cuando se nos repite por activa y pasiva que solo nos la bajemos a la hora de consumir, que la proliferación de mascarillas con enseñas patrióticas, y aquí me da igual cuáles, me recuerde la cantidad de memos por metro cuadrado entre los que vivimos, pues, desde mi muy personal punto de vista, toda persona que tiene como prioridad hacer ostentación de la enseña con la que manifiesta al mundo cuáles son sus lealtades identitarias de cualquier tipo es, no ya un memo en potencia, sino un memo confirmado y déjate de historias, para qué perder el tiempo con él si vivimos en universos diferentes, el suyo para lelos y el mío puede que también. No, se trataba de una sensación de incomodidad hacia la peña que me rodeaba, un rechazo instintivo hacia el trato con desconocidos de cualquier tipo, un malestar por tener que compartir espacio y tiempo con todos esos desconocidos que pululaban a mi alrededor.

Supongo que los meses de encierro, rodeado de mis trabajos frente al ordenador, libros, discos, pelis y mis botellicas, sin más contacto con el exterior que aquel a través de las redes con amigos y conocidos, el roce diario y constante con los miembros de mi familia, han hecho mella en mi percepción del trato humano: cada vez me gusta menos. De hecho, ya no es solo que mi mirada hacia el resto fuera ceñuda como nunca lo había sido, también ha habido pequeño percance que me ha hecho comprobar, para mi sorpresa, lo cambiado que estoy, pues, en contra de lo que los soplagaitas de turno pueden pensar de mí basándose única y exclusivamente en las chorradas que escribo, todo ficción para epatar al personal, yo en realidad soy una persona encantadora y super educada, demasiado. Resulta que estábamos sentados en la Plaza del Paraguas de lo antiguo de Oviedo, esto es, aquella en la que he juzgado que habría menos gente que en otras partes tal y como suele ser lo habitual. Pero no, estaba petada como nunca. Con todo, hemos pillado una mesa lo suficientemente retirada del aliento de un ser humano. Como ya he dicho, hacía siglos que no me tomaba una cerveza en una terraza y me ha sabido a gloria La Salve de trigo que tenía entre manos. De modo que estaba disfrutando de ese pequeño placer recuperado cuando, de repente, nos aborda un vendedor de quincallería senegalés, algo a lo que estábamos acostumbrados antes y que solía ser la ocasión para charlar con el sujeto un rato largo, algunos ya hasta nos eran conocidos de otras ocasiones, y a veces incluso hasta para comprarle alguna de sus pijadicas, siquiera por el tiempo perdido. Pues esta vez me apetecía tanto como que me pisaran un huevo. Con todo, he procurado espantar al vendedor con la educación debida, esto es, siendo lo tan educado como tajante; "no gracias, no me interesa, en serio, no insistas, no te voy a comprar nada, otra vez serás..." Y así un rato que se me ha hecho eterno, como que me he tenido que morder la lengua para no soltar lo que de verdad me rondaba por la cabeza: "¡métete tu puta quincallería por tu negro culo!" Me he aguantado, claro, porque soy uno de esos progres de mierda, un buenista tontolaba, para el que ser brusco con un senegalés habría sido lo mismo que para un rociero cagarse en la p... Pues eso, miedo a enfrentarme con mis contradicciones y todo en ese plan de tarado de colegio de curas. Pero, entonces va el moreno -uy, uy, lo que he dicho; lávate esos dedos, Josemari...- y me pide que le invite a un café con leche.

-¿Perdona, acaso te conozco yo de algo para invitarte a lo que sea?
-Tú pagar café con leche...
-Yo solo invito a mis amigos.
-¡Tú racista!
-Y tú puto jeta, no te jode.

En ese momento mi pareja me dice que baje el tono porque sabe que yo siempre lo tengo alto, que nos vayamos a casa que va a 0ser la hora de comer, que ya sabía ella que la iba a montar desde el momento que, nada más llegar al centro, le había confesado que tenía unas ganas locas de darme de hostias con alguien y no sabía por qué.

Luego ya en casa, tan agotado de la caminata subiendo las cuestas que separan el centro de nuestra casa como puede que un poco disgustado conmigo mismo, pero solo un poco porque cada vez me la sudan más estas cosas, descubro que Amado Gómez Ugarte se ha marchado de Facebook por las buenas, no sé qué de alguien que le ha censurado -joder, pues de le busca y se le da de hostias; pero, irse...-. Ya me dirás tú que hago yo sin la sonrisa, cuando no carcajada, que me provoca a diario el de Llodio con sus entradas, para qué sirve si no este puto medio si no es para interactuar/conocer a gente que merece de verdad la pena a la vez que se sortea mal que bien a la legión de memos de ofendiditos en cuanto descubren que no piensas como ellos en todo, mojigatos que cuando leen una saliida de tono corren a santiguarse y, así en general, enmendadores cumpulsivos a cuenta del "pues yo creo que no deberías decir/pensar/vomitar eso..." que la petan.

Suerte que, a modo de consuelo y sobre todo porque ya era tarde y "la fame ye la fame", he preparado una tortilla de patatas que, modestia a tomar por culo, me ha salido como nunca de jugosa y rica, rica. Eso y una de las botellicas de Landaluce de Laguardia del año que he pillado por el centro y que nos ha hecho añorar las cenas con los amigos en cierta tasca enfrente de la catedral de Santa Maria de Vitoria, pues ese es el vino del año que solíamos tomar entre bromas y broncas, la sal de la vida. Claro que, luego mi compañera me ha contado hasta cuándo tiene pensado el Gobierno del Principado tenernos confinados dentro del Paraíso Natural, esto es, sin poder ir a ver a mi familia y mis amigos, y juro que me ha sobrado mierda para cagarme en el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, la madre y todo el santoral al completo.

Pues eso, todo una puta mierda.






El problema con las declaraciones del vicepresidente Pablo Iglesias, cuya oportunidad o intenciones no entro a valorar porque me son indiferentes, en las que aseguraba que la española es una democracia imperfecta, es que cuando reparas en las furibundas reacciones de los indignados por sus palabras, lo primero que te viene a la cabeza es una pregunta que te deja helado: Entonces, con todo lo que sabemos sobre los apaños durante la Transición para que los que cometieron todo tipo de desmanes o simplemente se beneficiaron durante la Dictadura se fueran de rositas, con todo lo que sabemos sobre la corrupción sistemática de los dos partidos sostenedores de esta II Restauración Democrática y en el especial sobre la que atañe a la casa real, con todo lo que sabemos sobre la complacencia del poder político con el económico en contra de los intereses del conjunto de la ciudadanía, con todo lo que sabemos sobre el uso partidista de la Justicia para beneficiar a unos y reprimir a otros, con todo lo que sabemos sobre las cloacas del Estado y a servicio de quién estaban/están con su guerra sucia durante décadas, con todo lo que sabemos sobre la muy especial concepción democrática del Estado Español en lo referente a un hipotético derecho de autodeterminación de cualquiera de sus partes en el caso de que una mayoría cualificada de sus ciudadanos quisieran ejercerlo nos guste o no, con todo lo que sabemos sobre cómo y el qué piensan de verdad sus élites y sus esbirros de la prensa, el clero y el ejército, y, sobre todo, con todo lo que todavía no sabemos: ¿de verdad cree esta gente que vivimos en una democracia perfecta, que existe el concepto de democracia perfecta, que no se puede, no se debería, cuestionar su más que evidente imperfección?

Ahora bien, como pregunta resulta de lo más retórica si echas la vista atrás y recuerdas que toda esa gente decente y de orden que acudía en masa a la llamada de su Caudillo en la Plaza de Oriente también creía que estaban viviendo en una democracia perfecta, orgánica y todo lo que se le quisiera adjetivar para tapar lo evidente; pero, para ellos perfecta, perfectísima, como que esta de ahora apenas es otra cosa que una evolución generosa de aquella, un trágala con Iglesias de vicepresidente y la heredera del trono estudiando en un colegio galés.



He borrado el comentario, más o menos jocoso, que había hecho hace unas horas sobre el juez Ángel Garrido porque, tras atender y entender el enfado de mi señora, la cual trabaja en la gestión de la investigación sanitaria y por el estilo, la verdad es que se me han quitado las ganas de bromear con el asunto. Luis Ángel Garrido Bengoechea, presidente de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, el cual acredita en sus redes sociales su oposición contra las medidas contra la pandemia, no solo ha ordenado la reapertura de los bares y restaurantes que permanecían cerrados por la alta incidencia de Covid-19, medida que puede ser todo lo discutible que se quiera -yo sigo sin entender que en Asturias o Navarra, por ejemplo, la hostelería pueda servir en las terrazas y en CAV se cierre del todo. Eso y todavía menos la raquítica política de ayudas de las instituciones a la hostelería tan lejos de la que se ha tomado en países como Alemania-, creando un peligrosísimo precedente que consiste en cuestionar judicialmente todas y cada una de las medidas que tomen las autoridades para combatir la pandemia, es decir, cuestionar las autoridades democráticamente elegidas sean o no de nuestro agrado, sino que además ha hecho unas declaraciones de barra de bar sobre los epidemiólogos en las que, además de demostrar en público su ignorancia supina sobre la especialidad, contribuye sin pudor alguno a ahondar en la desconfianza, el descrédito e incluso la hostilidad del ciudadano del común, todavía menos versado o nada en temas de la salud que el juez, sirviendo de coartada para todo tipo de negacionistas o meros imbéciles para los que sus necesidades personales o meros caprichos -el mencionado juez se queja de no poder ir de cena o a la ópera...- siempre están por encima del bien común; "muérase la gente, ande yo de vinos y cañas tan ricamente."

Decía en el anterior post que Garrido era un txirene de manual, localismo para definir cierto prototipo bilbaíno de graciosillo, simpático, ocurrente, al que le priva ser el rey de la fiesta con sus extravagancias y que acostumbra a dar la nota hablando de todo sin saber de nada. Pero no, la verdad es que me he quedado corto o he sido excesivamente complaciente, el juez Garrido, a tenor del puesto de relevancia que ocupa y, por lo tanto, del daño que puede hacer con sus declaraciones, insisto que contribuyendo a alimentar el descrédito hacia la ciencia médica de una población que en su inmensa mayoría ni entiende, ni sabe, ni quiere saber nada de lo que le hablan, incluso que elige negar la realidad y pretende que su vida siga como si no hubiera pasado nada, en realidad es un sinvergüenza en el sentido más etimológico del término.

Otro día hablamos del decano y el asco infinito que da el corporativismo en todas sus formas. 


Acabo de tener un flash de esos que le retrotraen a uno a su adolescencia. Estaba con mi hijo mayor repasando el examen que tiene mañana sobre la Historia del Movimiento Obrero, cuando, al ver las tres páginas que dedicadas al tema del nacimiento del feminismo y sus primeras precursoras, me he dicho: "¡Guau! Esto es como cuando mi viejo se maravillaba de que nos hablaran en clase de la Historia del liberalismo, republicanismo, socialismo, el anarquismo y así todo por el estilo." Algo completamente inconcebible en su época bajo la dictadura del enano gallego aquel. Entonces yo lo miraba y decía para mis adentros: "¡Pobre, les han mantenido en la ignorancia durante años a conciencia y por eso todo les suena poco más que de oídas y con no pocos clichés o simplificaciones."

No es mi caso en lo que se refiere a la Historia del Feminismo y sus precursoras. Sin embargo, me ha sorprendido gratamente ver en los apuntes de mi hijo a nombres como los de Clara Zetkin, Alejandra Kollontai y, muy en especial, el de Flora Tristán. Nombres de los que supe leyendo sobre el tema por mi cuenta, pero que nunca oí ni vi mencionar en las clases de Historia del instituto. De hecho, incluso me cuesta recordar alguna mención al feminismo, y no digamos ya sobre alguna de sus pensadoras, en las clases de Contemporánea de cualquier tipo en la Facultad de Geografía e Historia.

Así pues, no he podido evitar sentir que de repente se me viniera toda una vida encima. Me he visto tan viejo y a merced del sistema, sí, del hetereopatriarcal de marras, como veía yo a mi padre con la misma edad de mi hijo mayor, sorprendido de que nos enseñaran cosas por las que en su época metían a la gente a la cárcel, gente además muy cercana.

Y sobre todo, he sentido un inmenso orgullo por mi hijo al comprobar que para él estudiar la génesis del feminismo y a algunas de sus pioneras -aquí reconozco que no he podido evitar soltarle una chapa al respecto que sobrepasaba con creces el tema que nos ocupaba; resabios del profe de Historia que no pudo o no quiso ser- no era motivo de sorpresa alguna, sino más bien todo lo contrario, de una lógica aplastante, probablemente la misma de la que todavía carece tanta y tanta gente en el mundo, y no digamos ya muchos, demasiados, de los que todavía nos rodean hoy en día.

Ahora, también me he acordado de por qué ciertas actitudes supuestamente feministas, como la de considerarnos a la totalidad de los varones culpables de las inequidades existentes entre géneros todavía hoy en día, esto es, de enemigos sin derecho a réplica por principio, me resultan tan grotescas y espurias, tan de postureo para así poder ejercer de Torquemadas o Savonarolas para su parroquia, en comparación con el verdadero espíritu, la inteligencia sobre todo, que inspiraban a las pioneras del feminismo y en general a todas las que saben que en la lucha por la igualdad entre géneros estamos todos o no lo está nadie.



- Buenos días

- Buenos días nos dé Dios.

- ¿Qué se le ofrece?

- Venía para lo de la vacuna

- Solo es para el personal de la residencia.

- Soy el capellán.

- ¿Seguro?

- SÍ, claro, palabrita del niño Jesús.

- Usted es el obispo de Cartagena.

- Que no, que soy el capellán.

- No.

- Si.

- Senor obispo...

- Ya que estoy aquí... 





 -El gobierno pretende modificar la ley que juzga los delitos que afectan a la libertad de expresión para que no vuelva a pasar lo del Hasel ese que van a meter en la cárcel por insultar al rey emérito, "El Escapao".

-Eso han sido los de Podemos que han debido presionar a los sociatas.

-¿Son o no son un peligro para nuestra democracia?

-Ya te lo dije yo cuando el Coletas y la Cajera se compraron el chalé de Galapagar...

-Tú tranquila que Pedro sigue siendo de los nuestros

-No sé, no sé.

-Que sí, tonta. ¡Viva España, viva el Rey, viva el orden y la ley!

-¡Cara al sol con...

-¡Chsss! Ya podría, ya. Pero, no te me vengas arriba. Recuerda, nosotros, a diferencia de ellos, somos demócratas.

-Sí, cari, muy demooooocratas...







Aquí a mi lado las amigas, o más bien las comparsas, de la "Vacaburra" de la cafetería, que es el calificativo más liviano que se me ocurre para definir, no tanto por su aspecto físico, que también, sino por sus modos despóticos y su forma de expresarse como de recién bajada "de la braña", que dicen aquí en Asturias, tras haber recogido el ganado a gritos por la mañana o algo así, me han obsequiado hace un rato con un certero retrato sociológico.

-¿Tengo que "preocupame" porque atacáronle la casa con pintura y piedres al Barbón (el presi del Principau), ho! Si a él no le importa arruinar Asturies porque siempre van votarle nas cuenques los subvencionaus de los sindicatos, menos preocúpame a mí lo suyo, así quemenle la casa con él y toda su familia dentro, ho!

-La verdad, chica, es que no sé que va a ser de nosotros como todo siga así -dice una de las comparsas.

-Tendrán que dar ayudas pronto porque la gente ya casi no tiene para comer -añade la otra comparsa.

-¿Ayudes, qué ayudes de mierda van dar esos? Dígote lo que haría yo: echaba al Pedro Sánchez, al Iglesias y al independentista a la foguera con el Barbón.¿Oiste?

-¿El independentista?

-Sí, home, el Illa ese que casi matanos a todos...

En eso que la vacaburra se levanta de golpe, se despide con un desabrido "¡hasta lueguín!" y se marcha a pastar prefiero no saber adónde

-¿Esta no está cada día más facha?

-Ye una vacaburra. Por eso no le digo nada.

-Qué le vas a decir. Mejor seguirle la corriente no te vaya a echar también a ti a la " foguera".

-Si supiera que yo voto al Barbón...

-Y yo a los de Podemos...

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