LO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS


A veces no consigo discernir si sueño, tengo pesadillas, o sólo son recuerdos. De cualquier modo, estaba de vuelta en Senegal con L y J. Íbamos a visitar una población en medio de los manglares para no sé qué fiesta tradicional con mucho baile y balafón, que es como el txistu o la gaita del lugar pero en tropical. La lancha que nos llevaba hasta el poblado en cuestión no podía alcanzar la orilla por culpa del calado. Así pues, teníamos que saltar de la lancha unos cuantos metros antes y llegar andado hasta la orilla. Momento en el que al amigo J casi le da un pasmo porque había leído en la guía que prevenía de todos los peligros de aquel rincón africano, que había que procurar evitar meterse en las aguas de los manglares porque estaban repletas de todo tipo de parásitos.

-¿En serio vamos a ir andando hasta la orilla? En la guía dice que es precisamente en el contacto de la piel con el agua de los ríos, lagos o manglares, donde suele picar el dengue con más facilidad.

-Tú mismo. O le convences al barquero para que te acerque hasta la orilla a arricotes (a hombros) o que te lleve de vuelta por donde hemos venido - no sé si L o yo.

-¡Hostia puta! ¿Pero no nos vacunamos de la malaria antes de venir? - lo mismo, cualquiera de los dos.

Ya en la habitación del bugalow, o lo que fuera aquello, otra vez J:

-¿Pero vamos a dormir en una hamaca?

- Sí, y con mosquitera para que no nos piquen los bichos.

- No sé yo sí...

-Mira, vamos a hacer una cosa. Que cada cual saque su botella de whisky, pacharán o lo que sea que se haya traído de extranjis desde casa, nos las llevamos a la fiesta, nos la bebemos y que le den por el culo al anófeles de los cojones.

- Mejor sacamos dos botellas cada uno y así compartimos con la gente del pueblo.

Unas horas más tarde, tras asistir al espectáculo para turistas, hecho nuestros pinitos en los bailes regionales de la zona, bebido y compartido cada cual su botella con los colegas que nos invitaron a cenar ostras de los manglares asadas sobre unas hogueras junto a la orilla, tras haberlo dado todo al lado de unas diosas de ébano sobre la pista de una sala de fiestas a la que nos habían llevado no me acuerdo muy bien quién y cómo, amanecimos cada cual sobre la mosquitera, alguno incluso durmió toda la noche al raso.

- Ay, ay, ay.

-¿Qué te pasa, J?

- Me siento mal, muy mal, creo que he pillado...

- ¿Qué, qué, el que? -yo y L al unísono.

- No sé, pero no veo por este ojo y apenas oigo por este oído.

- "Amos" hombre, no nos jodas...

- En serio, necesito un médico.

Luego tampoco recuerdo muy bien cómo abandonamos aquel poblado y conseguimos llegar lo más rápido posible a la urbanización turística adonde nos habían dirigido los del seguro médico por teléfono. No había ni un alma en aquel campo de concentración para turistas. Por suerte, pudimos encontrar la enfermería donde se suponía que nos atendería el doctor Karim no sé qué hostias.

- Bonsoir. Notre ami dit qu'il voit pas d´un œil et entend pas d´une oreille. Il pense avoir été mordu par un insecte.

Nuestro gozo en un pozo, porque el senegalés de casi dos metros que nos había recibido con la más amplia de las sonrisas y trasmitido la confianza necesaria para tranquilizar a nuestro con su aplomo, resulto que era el enfernero del médico libanés que en ese momento aparecía en la consulta mascullando no sé sabe bien qué maldiciones en árabe y dando bandazos para llegar hasta la vitrina donde tenía su utillaje médico.

- ¿Pero? ¡Este hombre está borracho! -dijo J y, por lo que se ve, le entendió hasta el enfermero sin saber una palabra en español.

- Es lo que hay...

Luego ya, tras sujetar a nuestro colega para que no abandonara la consulta, y tras convencernos el enfermero de que no nos preocupáramos, que ya se encargaría él de supervisar al doctor, ni más ni menos que como solía ser lo habitual, según nos confesó, empezó uno de los diálogos más absurdos en los que he participado nunca. El médico libanés soltaba una parrafada en un dialecto ebrio del francés que me resultaba incomprensible mezclado con juramentos semíticos, el enfermero senegalés me lo traducía al francés internacional con algún que otro comentario en woolof para el cuello de su camisa, yo en castellano al amigo J y éste siempre me respondía.

- ¿Queeeé? No oigo nada, me estoy quedando sordo también del otro oído.

- Venga ya, no me jodas. Pero, ¿por lo menos ves los gestos que te hace el enfermero?

- No sé, entre que solo veo de un ojo y por el otro todo negro...

- J, mecaondíos, no te pongas políticamente incorrecto que no estamos para muchas hostias. Eso y que lo tuyo fijo que es una otitis.

- Te juro que lo veo todo negro, muy negro...

Y ya luego desperté. O no, quizás me levante del sofá donde escucho música mientras trasegaba una botella de Luís Alegre del año, maceración carbónica, muy aromático, afrutado, aunque para mi gusto demasiado sedoso, sin ese toque de aguja tan característico de los cosecheros de mi tierra, casi más para paladares de fuera, no sé, igual esa era la pesadilla y no la otra, quién sabe.




 Leo que el congreso de Países Bajos condena la represión ejercida por China contra los uigures, la minoría musulmana, calificándola como genocidio. Al instante me acuerdo también del escándalo, calificado sin precedentes, por el fraude efectuado contra 26.000 familias, la mayoría de origen emigrante, que recibían el subsidio oficial destinado al cuidado externo de los hijos hasta que estos alcanzan los 12 años de edad.


Entonces no puedo evitar hacer una asociación de ideas en mi muy prejuiciada cabeza entre esos individuos autotitulados de izquierda, tipo "divina" o "izquierda caviar", siempre dispuestos a apuntarse a todas las causas habidas y por haber con tal de que salgan en prensa, esto es, que vistan bien de cara a la galería; pero, sobre todo, lejos de su casa. Sí, cuando más lejos mucho mejor, más aparente y sobre todo seguro; no vaya a ser que que luego se le ocurra a alguien mirar a su alrededor y les dé por señalar que su empleado del hogar no tiene papeles ni contrato, o que mandan a sus hijos a un colegio privado de presunto relumbrón donde apenas hay inmigrantes, no vayan a retrasar a los suyos, ellos siempre tan a favor de lo público y bla, bla, bla.

Porque no, no existe una democracia perfecta y la de los Países Bajos tampoco lo es por mucha solera que tenga. Ahora bien, también es justo reconocer que cuando suceden cosas como la del fraude antes mencionado, el parlamento al completo lo denuncia en cuanto tiene conocimiento y el gobierno corre a pedir perdón y prometer enmendar la plana a quien haya que enmendársela y, sobre todo, resarcir a los perjudicados.

Porque no hay democracias perfectas, claro que no. Lo que hay son democracias más perfectas que otras, siquiera con más experiencia o reflejos para enmendarse lo antes y mejor posible. En cambio, lo que sí hay es una escala de perfección democrática que va desde la consolidada y acreditada democracia holandesa, así como las escandinavas, con todas las pegas que se les pueda poner, en lo más alto del ranking, a esas otras en lo más bajo, democracias poco más que aparentes, para cumplir el expediente de cara al exterior y para de contar, como la turca o la rusa, y un montón de términos medios, unas más arriba y otras más abajo, en las que ya luego cada cual que ponga donde le corresponda esa otra que todos tenemos en mente en este mismo momento.


Veía el acto de "celebración" del fracaso del 23F organizado a mayor gloria del (re)blanqueo de la imagen de emérito, y, yo, que soy un tipejo mal pensado de cuidado, me acordaba de ese peliculón que vi de chaval, Becket, con dos de los mejores actores de todos los tiempos, Peter O'Toole y Richard Burton. Me acordaba, en concreto, de la escena en la que el rey Enrique II exclama desesperado delante del general Armada..., perdón, de sus nobles normandos: «¿Nadie me librará de Suárez...- perdón, perdón de nuevo- de este sacerdote entrometido?».



-JA, JA, JA. ¡Y ahora resulta que el peligro número uno en España es un rapero broncas y bocazas!

-JA, JA, JA ¡Y tú aquí descojonándote de todos!

-Porque me sale de los huevos. Si quisiera podría volver cuando me diera la gana y seguro que todavía me hacían la ola los mismos que aplauden que encierren a ese puto payaso por cagarse en mis muertos, hacer apología de grupos terroristas que ya no existen o no sé qué mierda de altercados públicos.

-JA, JA, JA. Ya te digo, una verdadera amenaza para tu reino.

-Calla, calla, que también dicen que es un machista de tomo y lomo que trata de zorras a todas las que le llevan la contraria.

-JA, JA, JA. No como tú, que siempre has sido todo un caballero con las damas.

-Lo mío me ha costado. Bueno, a mí no, al Estado...

-JA, JA, JA. ¡Eres la hostia, Juancar! Y eso sin tener que lapidar o cortarle el cuello a nadie en mitad de una plaza pública.

-JA, JA, JA. Oye, en su casa cada cual su orden y su ley.

-JA, JA, JA. Sí, hermano, sí, cada cual a su manera.

-Pues eso, todo atado y bien atado.

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