miércoles, 4 de septiembre de 2024

NOSTALGIA TOMATERA


     

     Hay toda una filosofía que establece que nada resulta más satisfactorio, e incluso placentero, que lo que uno obtiene con sus propias manos, da igual si se trata de levantar tu propio chamizo en el campo o cultivar tus propias hortalizas. Así que servidor, cual un Thoreau urbanita en el séptimo piso de su Walden particular, lleva un par de años cultivando en la terraza, entre otras cosas, sus propios tomates para el verano.

¿Satisfecho? Pues no voy a decir que no, sí que satisface ver crecer tus propios tomates casi que a diario por la cosa esa de asistir al milagro rutinario de la vida y tal. ¿Placentero? Los tomates son pequeños, insípidos y tienen la piel muy gruesa. De modo que, siquiera desde un punto estrictamente práctico y que tiene que ver sobre todo con el tiempo e ilusiones invertidos en cuidar de la planta y su fruto, más me habría valido bajar al supermercado del barrio para surtirme de cualquiera de esas variedades, un poquito subidas de precio, que hay ahora en todas partes, el rosa de Barbastro, el de Tudela, el corazón de buey, el azul o cualquier otro por el estilo.
Así pues, la moraleja sería que, en contra de esa mierda de filosofía que nos anima a realizarnos como individuos procurando hacer todo por nuestra cuenta, lo que hay que hacer de veras es estar eternamente agradecido a esos terceros que cultivan profesionalmente los tomates que realmente nos proporcionan placer. En resumen; zapatero a tus zapatos. No por nada en eso consiste la civilización, en confiar en el buen oficio de otros, cada cual a lo que mejor se le dé, si es que se le da algo, que yo todavía ando ahí buscando.
Otra cosa es que toda este pujo de hortelano de asfalto responda a la nostalgia del sabor de aquellos maravillosos, gloriosos, imperiales tomates que plantaba mi viejo en las jardineras de nuestra casa de Berrozti. Tomates de los que sacábamos unas rodajas cuya carne no tenía nada que envidiar a la de unos chuletones. Eso y el bocado más sabroso y evocador que jamás haya probado, métele ahí si quieres toda la nostalgia que quieras, ya he dicho que de eso va la cosa. Nada que ver con cualquiera de las variedades de supermercado antes citadas. Empero, de eso va precisamente la nostalgia, de la imposibilidad de atrapar el sabor perdido.
Y por favor, que no caiga nadie en la tentación de alentarme acerca del cultivo del tomate, que si lo que tenía que haber hecho es tal o cual, que si para la próxima esto o lo otro; que sepa que por mí ya se puede ir a tomar por culo antes incluso de intentarlo.


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Rosa Eguizabal Leniz, Nekane Mendia Arnedo eta Beste 31

 

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