lunes, 23 de septiembre de 2024

SUEÑO QUE CORRETEA A MI ALREDEDOR


      Llevo desde hace una semana teniendo el mismo sueño o parecido. Camino por el bosque de Armentia con ella al lado. Apenas se aleja o se queda atrás. A veces también se para en seco porque se despista. Entonces pega un brinco y regresa enseguida a mi vera. Qué cambio de cuando la trajimos de la perrera de Lugo por intermediación de mi cuñada veterinaria. Entonces huía de mí y de todos los varones porque había sido una perra duramente maltratada por unos individuos que no merecen otro calificativo que el de malnacidos e hijos de puta. Porque, no hay término medio que valga, todo el que maltrata a un animal es ambas cosas a la vez sin el menor atisbo de duda. Nunca tuve una perra tan buena, cariñosa, solícita. Y si tuve perros igual de cariñosos y solícitos, porque los he tenido desde que con dieciséis o diecisiete años abandonamos el cogollo de la ciudad para irnos a vivir al pueblo, ya lo he olvidado. Lo que no he olvidado es cómo me afectó la muerte de todos ellos siendo todavía un chaval, probablemente el primer contacto directo con la muerte. aunque para entonces ya hubiera sabido de ella por otras razones. Y sobre todo las circunstancias que tampoco vienen al caso porque me desvían de un sueño en el que sólo camino por el bosque viendo cómo corretea. Otra cosa es que dura el día me acuerde todo el rato de cuando la tuvimos en casa con mi madre, porque es con ella con la que convivía, a la que hacía compañía en su soledad de viuda y a quién su pérdida dejado más tocada y sobre todo sola. La sacaba a pasear varias veces al día, si bien era a la noche cuando más disfrutábamos adentrándonos en la oscuridad de los caminos periurbanos que suben hacia el monte.

Dicen, en algún sitio he debido leerlo, que los perros en realidad no nos quieren, que simple y llanamente reconocen a quien los alimenta y todo lo que hacen, cómo reaccionan con nosotros sin que medie sentimiento de afecto alguno, es en función de su instinto de supervivencia, que para ellos no somos más diferentes de un contenedor de basura al que acudir todas las noches en búsqueda de comida. No me lo creo, en realidad no quiero hacerlo, y si así fuera tampoco lo haría porque lo que importa de veras es los sentimientos que generan en uno. Y de todos ellos estoy convencido de que el mejor es el de sabernos vinculados a una vida más frágil e incierta que la nuestra sin que exista por ello un vínculo más fuerte como podría ser el que sentimos por nuestros hijos, padres, hermanos o amigos. Diría que nos empodera como personas en la medida que nos obliga a renunciar a buena parte de nuestro egoísmo instintivo. Y luego está el privilegio de disfrutar de la belleza de un animal en todas sus facetas, esa gracilidad, sutileza, en todos sus movimientos que la mayoría de los humanos perdimos en un momento de la Historia y que, al contrario de ellos, no hace sentirnos aparte de todo lo que es espontáneo en el resto de los seres vivos respecto a la naturaleza.
Eso y que hasta me atrevería a añadir que el trato con los animales, con los perros en concreto, nos permite reconciliarnos con la vida, con el mundo, en la medida que nos aparta, durante el tiempo que proceda, de ese trato con nuestros semejantes, y en especial de las sevicias que supone la brega diaria con ellos por el motivo que sea. Siquiera ya sólo de la convicción de que esa especie a la que pertenecemos, y de la que sólo recibimos a diario noticias de su infinita e irremediable crueldad y estupidez, es la única responsable de toda la maldad que hay en el mundo.
En fin, son tantos sentimientos, tantas emociones, tanta pena, que me temo que si sigo por este camino todo lo demás que escriba serán despropósitos sin ton ni son. Con todo, si de algo estoy seguro, yo que no suelo estarlo de nada, es de aquello que decía el gran amante de los cánidos que fue Arthur Schopenhauer: "El que no ha tenido un perro no sabe qué es querer y ser querido".
Claro que el viejo misántropo gruñón también decía otras cosas sobre los animales con las que, como con tantas otras, si no la mayoría, que dejó escrito, no puedo estar más de acuerdo. Ahora bien, estimo que la cita que viene a continuación es la que mejor resume todo lo anterior: "La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter; de tal manera que se puede afirmar, de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona."
Por lo demás, se podría decir que esta última semana he dormido mejor que nunca, lo que en mi caso es para celebrar.

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