Nada como las series de culto para despejar lagunas históricas. En este caso para adivinar quién o quiénes sirvieron de cuña a los sacerdotes cristianos en su empeño envagelizador de un pueblo tan ferozmente pagano como los vikingos.
En el primer episodio de la segunda temporada de Vinkingos, el jefe Ragnar Lodbrok ofrece un banquete de bienvenida a una sacerdotisa a la que dejó preñada durante su visita al templo de ésta. No puede hacer otra cosa, las leyes de la hospitalidad de su pueblo así lo dictan. Y ahí está el hombre, sentado en la mesa principal entre su legítima, Lagertha, una preciosa rubia vikinga, y la del bombo, otra rubia que tal. Parece ser que la cosa no fluye, vamos, que hay mal rollo entre las dos mozas. Y claro, Ragnar, al que se le nota a la legua que preferiría estar en ese momento con sus colegas en medio de la sala haciendo el cafre como está mandado entre los de su especie, no aguanta la tensión y le pregunta a su señora que a ver por qué no puede hacer un esfuerzo por llevarse bien con la madre de su próximo hijo. Aún más, se ve que animado por el trago que le acaba de dar a la hidromiel o lo que sea con lo que llena el cuerno, Ragnar aprovecha el momento para recordarle a su legítima que las leyes vikingas permiten uno, dos y más matrimonios, que a ver qué problema hay en que los tres compartan techo y lecho, incluso le cita personajes míticos de su pueblo que así lo hacían, vamos, que hasta llega a insinuarle que para ser un jefe vikingo verdaderamente molón no le vendría mal lo del menage a trois y en ese plan. Lagertha, como toda respuesta, faltaría más, le lanza esa mirada acerada que todos conocemos en las féminas y que viene a significar un rotundo: "¿tú eres bobo o te lo haces?" El caso es que el mal rollo en la mesa va en aumento, sobre todo cuando la "otra" abre el pico para darle la razón a Ragnar; "que sí, chica, los tres juntos, ya verás qué bien lo vamos a pasar, ladrona". Si a esto le añadimos que el señor Ragnar y sus colegas se pasan la mayor parte del tiempo fuera de casa saqueando las costas de Europa y parte del Norte de África, ya nos podemos imaginar la puta gracia que le hace a la señora Lodbrok quedarse todo ese tiempo a solas con la "otra", la sacerdotisa del bombo.
La serie no dice nada al respecto, tampoco los documentos históricos que se hayan podido encontrar por ahí; pero, no hay que ser muy espabilado para intuir que es justo en ese preciso momento cuando comienza el declive del pueblo vikingo y más en concreto la cristianización del mismo, pues no cuesta mucho imaginar a la Lagertha y otras damas en su misma situación recurriendo al bautismo cristiano para lo de imponer la monogamia por ley y de ese modo obligar a sus maromos a que se dejen de chorradas de tíos, harenes, ni hostias en vinagre, vamos, que si quieres Valhalla te esperas a cascarla, majo, o te abres en canal con tu espada y deja ya de dar la vara.
Dicho lo cual, y aunque podría parecer que se solidariza con el marido por una simple cuestión de género y lamenta que su señora no se aviniera a aceptar acuerdo alguno, la verdad es que no es así, pues sólo hay que darse cuenta el pedazo de mujer que tiene el señor Lodbrok, la cual le ha acompañado y apoyado incluso en la batalla como consta a los historiadores que solían hacer muchas de ellas, para concluir que el tal Ragnar es un gilipollas de cuidado, un jeta de campeonato. De hecho es el prototipo de macho que nos crea mala fama a los demás y al que deberíamos recordar no tanto por sus hazañas de sanguinario pirata sino más bien como el típico pichabrava destroza hogares, he dicho.
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