La revista hispanoamericana LETRALIA acaba el espacio que me dedica como autor con esta entrevista publicado ayer mismo: https://letralia.com/entrevistas/2019/10/09/txema-arinas/
En el último año el escritor español Txema Arinas (Vitoria-Gasteiz, 1969) ha publicado dos novelas, Historias de la Almendra (2018) y Los tres nudos (2019), en las que se reafirma como un autor de ficción que sabe echar mano del pasado histórico, y de sus consecuencias en el presente, para desarrollar sus obras. En Historias de la Almendra vuelve la vista hacia la España de los años 80, pero en Los tres nudos va mucho más allá al perfilar un personaje con muchas dimensiones humanas y empeñado en seguirle la pista a sus antepasados a lo largo de los siglos.
Con la literatura aventuramos lo que los historiadores no pueden decir o simplemente no parece tener categoría suficiente para ser dicho porque trata más de microhistoria de las cosas y de las personas que de los datos más o menos apabullantes o los grandes acontecimientos.
Lector impenitente que ha sabido abrevar de una vasta lista de grandes autores de la literatura universal, Arinas trabaja en más de un proyecto a la vez, lo que ha redundado en una fructífera producción: desde su primera novela, Los años infames (2007), ha publicado además Gaitajolea (2007), Anochecer en Lisboa (2008), Euskara Galdatan (2008), Maldan Behera Doa Aguro Nire Bihotz Biluzia (2009), Zoko Berri (2009), El sitio (2009), Azoka (2011), Borreroak baditu hamaika aurpegi (2011), Muerte entre las viñas (2012), Como los asnos bajo la carga (2013), En el país de los listos (2015), Testamento de un impostor (2017), Historias de la Almendra (2018) y Los tres nudos (2019), así como los ensayos Sabino Arana o la identidad pervertida (2008) y El imposible perdido (2012).
Licenciado en Historia y Geografía por la Universidad del País Vasco, Txema Arinas —quien colabora con Letralia desde 2018— es un convencido de que la literatura permite acceder al pasado por caminos que no recorre el estudio de la historia. Él ha conversado con nosotros no sólo sobre Historias de la Almendra y Los tres nudos, sino también sobre su trabajo literario y su manera de abordarlo.
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Txema Arinas es —desde nuestra concepción en Letralia— un autor de muchas facetas. Ha incursionado en el género de novela negra, también en el humor; su pluma varía de acuerdo a la exigencia de cada género y, en casos como Historias de la Almendra, también demostró gran destreza en la exposición de un monólogo. Sin embargo, ¿cómo se define usted mismo como autor?
Supongo que como un eterno novicio en esto de la escritura, alguien que aprende a escribir sobre el papel, pergeñando un libro tras con otro con el propósito de enmendar los errores del anterior y dar de una vez por todas con la voz y el tono que me diferencie y justifique una obra que podrá gustar más o menos, pero que pretendo que sea original, siquiera ya solo por personal, con mi propio territorio “mítico” y las obsesiones que lo acompañan.
Trabajar con varios géneros exige un proceso creativo particular en el que posiblemente un mayor tiempo para leer, entre otras acciones, sea importante. ¿Cómo es el día de Txema Arinas cuando está escribiendo? ¿Cómo es su jornada de trabajo cuando está enfocado en un nuevo proyecto?
Hasta no hace mucho, cuando emprendía un proyecto literario me obsesionaba tanto que ocupaba todo mi tiempo aunque estuviera haciendo otras cosas. Escribía de tirón, de ahí también que mi escritura tuviera mucho de “torrente”. Ahora procuro, no tanto no obsesionarme, porque eso es imposible, sino dosificar el tiempo que dedico a la escritura pura y dura de un proyecto, alternándolo con otras cosas y, en el campo de la escritura, con otros proyectos ya empezados o susceptibles de una nueva corrección; artículos, reseñas, relatos, etc. Escribo más espaciado y dejo descansar las hojas escritas unos días, a veces semanas y hasta meses, antes de volver sobre ellas con la mirada ya más pausada y sobre todo crítica. Supongo que tengo demasiados libros en el cajón sobre los que volver para corregir lo que siempre hay que corregir, y por eso no me obsesiono tanto con prolongar o no la escritura de un nuevo proyecto. En realidad todo va más despacio y sin demasiadas ilusiones.
¿Supo desde siempre que su labor en la vida sería escribir?
No creo. Lo que sí sé es que siempre he estado fabulando, inventando historias, personajes, escenarios, situaciones, que lo hacía de noche y día, que seguí haciéndolo mucho después de cuando la mayoría deja de ser niño y se dedica a otras cosas más prácticas del día. Ahora, esa pulsión fabuladora empecé a encauzarla tanto a través del dibujo, del comic o tebeo, como de la escritura de relatos. Luego, supongo que como consecuencia de la pasión lectora, y en especial de la convicción de que la palabra en realidad es mil veces más eficaz para estimular la imaginación, y mucho más rica en matices para crear historias, personajes, mundos, que la imagen tal cual, me pasé a la escritura a una edad todavía muy temprana, a los dieciocho años o así.
Sabemos que posee estudios en Historia y Geografía, ¿ambas licenciaturas sirven como sostén para crear su obra literaria, o el ánimo por escribir surgió después?
El ánimo surgió antes, también el interés por la Historia como fuente inspiradora de historias aun por contemporáneas. De hecho, los referentes históricos en mis novelas no sólo son imprescindibles para ayudar al lector a ubicar lo que relato, sino que también ambiciono a que el mismo relato sirva de referente histórico de una época o un lugar desde el punto de vista de la ficción.
En sus dos novelas más recientes, Historias de la Almendra y Los tres nudos, se nota una cierta preocupación por reflejar la evolución de la sociedad española. ¿Escribir estas obras le ayudó en algo a comprender esa evolución? Como historiador, ¿cree que haberlas escrito le ha dado alguna pista para saber hacia dónde va España?
Al menos a intentarlo, sobre todo teniendo en cuenta que concibo la literatura como una manera de acercarse al pasado desde presupuestos completamente al margen de lo académico, esto es, de un modo esencialmente intuitivo y muy personal, recurriendo más a la experiencia propia y ajena que a los archivos, también con la libertad absoluta que da la ficción. Con la literatura aventuramos lo que los historiadores no pueden decir o simplemente no parece tener categoría suficiente para ser dicho porque trata más de microhistoria de las cosas y de las personas que de los datos más o menos apabullantes o los grandes acontecimientos. De alguna manera me gustaría pertenecer a esa tradición de escritores cronistas de su época y a la que el fallecido Rafael Chirbes se suscribía como sucesor a su manera, esto es, de acuerdo con los modos narrativos que le eran propios, de Benito Pérez Galdós.
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Los tres nudos nos parece una novela fuera de serie por su estructura, específicamente por el manejo del tiempo en la narración. Pero además tiene un elemento interesante en lo formal y es que la identidad del protagonista se diluye tras el apelativo “mi personaje”, que se repite como un mantra a lo largo de toda la obra. Esto, nos parece, lleva al lector a conocerlo sólo de forma lateral, por sus acciones, por sus relaciones con los demás personajes y por la historia que protagoniza. ¿Qué buscaba al desarrollar esta estructura?
Exactamente que no hubiera un solo personaje protagonista sino muchos como si fueran el mismo a lo largo de los diferentes momentos históricos que les tocan vivir. De ese modo también el protagonista parecería quedar en un segundo plano, casi como un mero testigo de lo que acontece a su alrededor y por ello cronista de la historia de los de su familia e incluso del grupo social al que pertenecen éstos, el cual no tiene por qué ser tanto el de los conversos o judíos como simplemente el de los desplazados y eternamente malquistos con lo que les rodea independientemente del tiempo o las circunstancias.
¿Cuál ha sido ese obstáculo, eso en particular que le ha tocado superar para convertirse en escritor? ¿Es usted, en este momento, el escritor que siempre quiso ser?
El obstáculo que todo escritor, o aspirante a tal, tiene que superar, es el de darse a conocer una vez publicado y encontrar, no tanto algo tan vano y deletéreo como el éxito, sino su propia veta de lectores fieles en una mina que cada vez muestra más signos de agotamiento.
¿Cuáles son los temas que persiguen a Txema Arinas ahora mismo? ¿Puede hablarnos de sus próximos proyectos para 2020?
El tema que me persigue de continuo es intentar dar a conocer lo máximo posible los libros que tengo en el mercado en la medida de mis exiguas posibilidades, e intentar publicar lo que tengo en el cajón a la espera de su momento. Mis proyectos más inmediatos son acabar una novela negra que pretende ser tan gamberra como provocadora, y continuar con la redacción de otra mucho más íntima y literaria para la que quiero tomarme mi tiempo con el fin de que sea algo distinto a todo lo anterior.
En América Latina nos enfrentamos constantemente a retos que giran en torno a la actividad literaria: la promoción de los nuevos autores, los altos costos para publicar… ¿cuáles son los retos que hoy día tienen los escritores en España? ¿Qué se está haciendo actualmente para sortear tales obstáculos?
En España los costes de publicación son más bajos que nunca gracias a la digitalización, que permite publicar tiradas pequeñas y casi que de encargo. El problema es dar salida a esas publicaciones, sobre todo cuando la mayor parte de lo publicado viene de la mano de las tres o cuatro grandes editoriales que copan casi todo el mercado. Ellas son las que tienen el poder económico para hacer las grandes promociones publicitarias que acaban llegando al lector medio que accede a los libros bajo su influencia. El resto de editoriales de tamaño medio-pequeño luchan desesperadamente, a codazos, por hacerse un hueco en el mercado confiando en que de vez en cuando salte la liebre con un éxito inesperado y mendigando a la prensa especializada las migajas que les caen tras promocionar los libros de editoriales antes citadas. Ahora además se ha puesto de moda delegar en el autor parte del trabajo editorial relacionado con la promoción; vamos, que sea él quien se encargue de vender el libro.
¿Cuáles son esos libros o autores que nunca pueden faltar en su biblioteca? ¿Podría hacer para nosotros una selección de, al menos, tres autores infaltables y contarnos por qué los considera así?
Siempre he pensado que los imprescindibles de mi biblioteca son aquellos que estoy dispuesto a releer antes de morirme, de hecho parte de los que ya releo. Creo que la característica principal de todos ellos, siendo en muchos casos tan diferentes y hasta opuestos, es que todos ellos son eso que se llama “una voz”, esto es, autores que se leen no tanto por lo que escriben sino cómo lo escriben. Mis imprescindibles son casi mi biografía lectora: Baroja, Kafka, Joyce, Dostoyevski, Chejov, Ibargüengoitia, Camus, Céline, Faulkner, Benet, Sciascia, Kundera, Chirbes, Bernhard, Lobo Antunes, Koeppen, Saer, Sánchez-Ostiz… Imposible completar la lista.
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