viernes, 3 de abril de 2020

TIEMPO DE CUARENTENA


Urkullu presumiendo hace unos días de que Euskadi era "la primera región" de Europa en realizar test del Covid 19: 9000 pruebas por millón de habitante. Mentira cochina:

Veneto: 23.173 por millón de habitante.

Emilia-Romagna: 13.145

Lombardia: 12.050

Toscana: 9.807

Ni siquiera en España

Asturias: 12.175 test por millón de habitantes.

Entonces, ¿a qué viene ese "primera región de Europa en..."? Pues viene, una vez más, al pujo por añadirle a casi todo la coletilla de "los primeros de y en..:", "los que más y mejor de...", "los únicos que..." y todo en ese plan tan absurdo como estomagante de adjetivar lo propio siempre como excelso y sobre todo en comparación con lo ajeno. Un pujo por parte, principalmente de las instituciones vascas, y en especial del Partido Guía, que lleva alimentando desde hace ya décadas el ya de por sí arraigado chovinismo vasco con el único e inconfesable propósito de crear una ciudadanía, cuando no solo una clientela electoral, ridícula y patéticamente autosatisfecha con todo lo propio en la convicción de que ya solo por serlo tiene que ser a la fuera mejor que lo de los demás. Décadas de autocomplacencia, autobombo, de fomentar la vanidad ombliguista de los "vascos y vascas" (otra expresión que...), y siempre en función de compararse con otros hacia los que se siente, tanto por ignorancia como por fanatismo identitario, un tan atávico como xenófobo complejo de superioridad. Sólo hay que ver con qué tono desdeñoso se refieren tantos y tantos de mis paisanos a "los españoles" así en genérico, y eso aunque más de uno de sus ancestros haya nacido al sur del Ebro. Décadas, pues, de crear individuos esencialmente infantiles, carentes del más mínimo sentido de la autocrítica en lo que se refiere a las cosas de su terruño, de creerse mejor que los demás por el solo hecho de haber nacido donde han nacido; pero, eso sí, luego la hostia de concienciados en mil y unas causas, los más contestatarios del mundo y la hostia de contestatarios, revolucionarios en polar del Decathlon y en ese plan. Humildad, la palabra menos utilizada en castellano o en euskera, si no es, faltaría más, para referirse a terceros. Y cuidado con decirlo, que como digas que la susodicha autocomplacencia, tanto la institucional como la de cada vasquito y vasquita de a pie, provoca, ya no solo la vergüenza ajena de los vascos que vivimos fuera, sino también el rechazo, cuando no hasta la risa, de los de fuera, entonces ya mal vasco, poco vasco o nada de vasco. Todo eso, claro está, como si ser más o menos de aquí o allí fuera una cuestión que pudiera importarle una puta mierda a cualquier persona medianamente inteligente, y sobre todo libre de las supuestas ataduras y los prejuicios sin fondo de su tribu. Pues eso, que de la misma manera que a muchos se les llena la boca con la palabra Españistán, a ver si empezamos ya a hablar con verdadero espíritu crítico y sin miedo de Batzokistán.





LA ESPAÑA DE LOS BALCONES

Se asoman al balcón todas las tardes para aplaudir a los sanitarios por la labor que están haciendo en los hospitales contra la pandemia. Es el único momento del día en el que coinciden en la ventana, siquiera por unos pocos minutos, con la mayoría de sus vecinos del barrio. Nunca antes habían visto a la mayoría, no los reconocen, todo lo más a los de su propio edificio cuando miran hacia los lados, a veces de abajo a arriba, y siempre solo a aquellos a los que alcanza su mirada.


-¡BRAVO, BRAVO, SOIS UNOS CAMPEONES, OLE VUESTROS HUEVOS!



El primer día solo fue la voz de un vecino cualquiera más entusiasta que la mayoría. Al día siguiente ya era una voz conocida que enseguida reconocieron proveniente de su propio edificio; pero, que no consiguieron identificar porque estaba fuera del alcance de su radio de visión. Al día siguiente:



-¡Y VIVAN TAMBIÉN LOS CELADORES Y LAS EMPLEADAS DE LA LIMPIEZA DE LOS HOSPITALES!



Nada que objetar, faltaría más. Si eso que, como las voces del vecino en cuestión provenían de su mismo edificio, resultaban acaso un poco estridentes. Al día siguiente el vecino amplió el elenco de sus vitores.



-¡VIVAN LOS TENDEROS QUE NOS ALIMENTAN, VIVA LA POLICÍA QUE NOS PROTEGE, VIVAN LOS BARRENDEROS QUE LIMPIAN LAS CALLES, VIVAN LOS TRANSPORTISTAS, VIVAN LOS...


Pues que vivan, que vivan. Y así hasta el día siguiente.

-¡VIVA EL REY, VIVA LA CONSTITUCIÓN, EL ORDEN Y LA LEY!

Pues... la verdad es que no sabían muy bien a qué venía eso; pero bueno, ya que estaban, pues también aplaudieron. Lo del día siguiente ya como que...

-POR ESO SE OYE ESTE REFRÁN
¡QUE VIVA ESPAÑA!
Y SIEMPRE LA RECORDARAN
¡QUE VIVA ESPAÑA!
LA GENTE CANTA CON ARDOR
QUE....

Ahí ya empezaron a mosquearse un poco; pero, no tanto por la canción sino por el tambor. No estaban muy seguros, pero aquello empezaba a rechinarles una pizquita.

-¡VIVA YO Y VIVA MI PUTA MADRE!
VIVA LA GENTE DEL PUEBLO
VIVA LA GENTE TORERA
VIVA TODO AQUEL QUE DIGA!
¡LA UVA!
SÁLVESE POR DONDE PUEDA

BEBER, BEBER
BEBER ES UN GRAN PLACER
EL AGUA ES PA´LAVARSE
Y PA´LAS RANAS QUE NADAN BIEN.

Ese día ya no pudieron aguantarse. Entonces miraron hacia todos los lados desde la ventana y preguntaron al primer vecino que vieron a ver quién era el de las voces y el bombo.

-Es el del séptimo A.

-¿El del séptimo A? ¿Ese tío desagradable que vive solo con su madre, que no saluda a nadie, que siempre te deja con la puerta del ascensor en las narices, que no recoge las mierdas que deja su perro en el portal o que escupe delante de todo el mundo, que abronca a todos los críos con los que se cruza, el que se pasa el día gritando a su madre y tira la ceniza y todo lo que se le ocurre por el balcón, que solo va a las juntas a montar tangana y que no ha pagado las cuotas desde...?

-¡Sí, sí, ese, ese mismo!




Leyendo A Journal of the Plague Year de Daniel Defoe, una crónica sobre la peste padecida en Londres durante el año 1665, acabas deduciendo lo obvio, que en tiempo de plagas todo son hostias. Aquí el testimonio de cómo se las traían los confinados con sus guardianes. Para que luego se quejen otros de que no les guardan la distancia, les hablan a cara descubierta o es que bajan al súper a comprar cervezas por enésima vez.


"There was likewise violence used with the watchmen, as was reported, in abundance of places; and I believe that from the beginning of the visitation to the end, there was not less than eighteen or twenty of them killed, or so wounded as to be taken up for dead, which was supposed to be done by the people in the infected houses which were shut up, and where they attempted to come out and were opposed."



Supongamos un hilo de esos de guasap para profesores, padres y alumnos:

"-¡Holis, buenos días! ¿Preparado, Hugo, para otro día de telescuela?


-Soy el padre de Hugo. Mi hijo no tendrá guasap hasta que le salgan pelos en los huevos

-¡Holi, padre de Hugo!


-Buenos días.


-Bueno, al tajo. Os voy a enviar un archivo por email con los ejercicios para hoy.


-¿Es mucho? Porque todavía...


-Ná, cuatro cosas. Tropecientos ejercicios de mates y otros tanto de lengua, inglés, sociales, dibujo, naturales, valores y música. Luego que lean varias veces cada libro de texto desde el principio al final y viceversa. También que resuman El Capital y el Ulysses que les mandamos leer antes del parón, que entreguen los trabajos de ingeniería aeronáutica, el de química cuántica y las dos ánforas griegas de manualidades. Y ya luego, para aprovechar al máximo el tiempo en casa, os mando unos documentales preciosos sobre el calentamiento global y la quita de la deuda griega.


-¿No será demasiado para un solo día?

-¡Holi, padre de Hugo! Los profesores queremos recordaros a los padres que los alumnos no están de vacaciones en casa, que nos estamos dejando la piel para que vuestros hijos no pierdan el ritmo del curso.

-¡Pero si mi hijo se pasa el día en su escritorio y yo con él para explicarle las lecciones que todavía no ha dado en clase, si a este ritmo ya debería haberse sacado una carrera!

-Estamos viviendo una situación excepcional y por eso creo que todos deberíamos arrimar el hombro para ayudar a que los alumnos no...

-¿No tengan que alargar el curso hasta agosto?

-No es eso, no estamos pensando en nuestras vacaciones.

-¿Vais a compartir la mitad de vuestro sueldo con los padres que estamos haciendo en casa con nuestros hijos el trabajo que vosotros tendríais que haber hecho con ellos en clase?

-..............
(El padre de Hugo ha sido expulsado del grupi...)"



A ver, yo, por supuesto, reconozco y aplaudo la labor de la Ertzaintza en el ejercicio de la mayoría de sus funciones. No soy, desde luego, uno de esos ciudadanos que odia por principio a la policía por tener el monopolio de la violencia como corresponde en cualquier sociedad más o menos civilizada. Son los garantes del orden y la ley, sí, lo que hace que no nos matemos los unos a los otros a la espera, para algunos, de que llegue el momento en el que todos regresemos al Edén entre cánticos de alabanza a la innata bondad humana.
No obstante, y frente a los discursos épicos y de autobombo de algunos miembros del cuerpo que acaso han olvidado que los elogios los tienen que hacer siempre terceros por una mera cuestión de pudor, y precisamente por ser tan delicada y trascendental la función que hacen los cuerpos policiales, también creo que la crítica de dicha función debe ser continua, que ya que como sociedad les hemos otorgado el poder de ejercer la violencia sobre todos nosotros, se entiende que por nuestro propio bien, el trato para con los ciudadanos debe ser siempre escrupuloso por muy duro o desagradable que se le haga al agente de turno; le viene en su sueldo.
De ese modo, no hay nada más repulsivo, y desde luego delictivo, que el abuso de autoridad por parte de unos agentes policiales. Y el caso es que por desgracia son harto frecuentes entre un gremio cuyo trato para con el ciudadano depende muy mucho de la percepción que tenga el agente de turno del ciudadano con el que trata. Una percepción por lo general dependiente de los mil y un prejuicios que deberían dejarse en casa, por lo menos mientras estén de servicio. De ese modo, y sin ser la regla, el trato con muchos agentes suele dejar bastante que desear al poco que tropieces con alguno de esos para los que el ciudadano, sobre todo cuanto más humilde o al margen parezca, pobre, siempre es un engorro, por no decir el enemigo (pregunten, pregunten a los abogados del turno de oficio...). Si a eso le añadimos que la infausta Ley Mordaza ha supuesto para ellos la coartada perfecta para encubrir comportamientos abusivos o ya directamente malos tratos, siquiera ya solo porque dicha ley supone que pueden interpretar los altercados con los ciudadanos a su favor y prácticamente sin derecho a réplica, pues ya me dirás tú qué autocrítica se puede esperar, que protección tenemos los ciudadanos de esas ovejas negras que quieras o no existen en todo colectivo humano y que solo el corporativismo más repugnante puede permitir que sigan actuando impunemente. ¿Tanto le cuesta a un compañero afear la conducta de otro agente cuando ve que se está propasando en público? (y aquí me refiero al vídeo que motiva esta entrada).



¿Que a qué viene todo esto? Viene a colación del vídeo que acompaña esta entrada. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo solo espero que el agente que golpea a la madre del hombre discapacitado sea debidamente sancionado. ¿La habría golpeado de no ser musulmana y por lo tanto identificada como miembro de un grupo marginal, esto es, pobre para no andarnos con rodeos por segunda vez? ¿No habría sido más paciente, comprensivo, profesional, si este altercado hubiera ocurrido en plena Gran Vía, Getxo y por el estilo, y no en el barrio de lo viejo de Bilbao que todos conocemos por no ser precisamente de los más acomodados? Muy significativas también las amenazas de los compañeros a los vecinos que les increpan desde las ventanas: "¡No se puede grabar!". A los ertzainas solo les habría faltado gritar: "¡Nos ampara la ley. Somos impunes, a joderse toca!" Eso y una disculpa pública. Sí ya, todavía estamos esperando otras...


A ver, yo, por supuesto, reconozco y aplaudo la labor de la Ertzaintza en el ejercicio de la mayoría de sus funciones. No soy, desde luego, uno de esos ciudadanos que odia por principio a la policía por tener el monopolio de la violencia como corresponde en cualquier sociedad más o menos civilizada. Son los garantes del orden y la ley, sí, lo que hace que no nos matemos los unos a los otros a la espera, para algunos, de que llegue el momento en el que todos regresemos al Edén entre cánticos de alabanza a la innata bondad humana.

No obstante, y frente a los discursos épicos y de autobombo de algunos miembros del cuerpo que acaso han olvidado que los elogios los tienen que hacer siempre terceros por una mera cuestión de pudor, y precisamente por ser tan delicada y trascendental la función que hacen los cuerpos policiales, también creo que la crítica de dicha función debe ser continua, que ya que como sociedad les hemos otorgado el poder de ejercer la violencia sobre todos nosotros, se entiende que por nuestro propio bien, el trato para con los ciudadanos debe ser siempre escrupuloso por muy duro o desagradable que se le haga al agente de turno; le viene en su sueldo.

De ese modo, no hay nada más repulsivo, y desde luego delictivo, que el abuso de autoridad por parte de unos agentes policiales. Y el caso es que por desgracia son harto frecuentes entre un gremio cuyo trato para con el ciudadano depende muy mucho de la percepción que tenga el agente de turno del ciudadano con el que trata. Una percepción por lo general dependiente de los mil y un prejuicios que deberían dejarse en casa, por lo menos mientras estén de servicio. De ese modo, y sin ser la regla, el trato con muchos agentes suele dejar bastante que desear al poco que tropieces con alguno de esos para los que el ciudadano, sobre todo cuanto más humilde o al margen parezca, pobre, siempre es un engorro, por no decir el enemigo (pregunten, pregunten a los abogados del turno de oficio...). Si a eso le añadimos que la infausta Ley Mordaza ha supuesto para ellos la coartada perfecta para encubrir comportamientos abusivos o ya directamente malos tratos, siquiera ya solo porque dicha ley supone que pueden interpretar los altercados con los ciudadanos a su favor y prácticamente sin derecho a réplica, pues ya me dirás tú qué autocrítica se puede esperar, que protección tenemos los ciudadanos de esas ovejas negras que quieras o no existen en todo colectivo humano y que solo el corporativismo más repugnante puede permitir que sigan actuando impunemente. ¿Tanto le cuesta a un compañero afear la conducta de otro agente cuando ve que se está propasando en público? (y aquí me refiero al vídeo que motiva esta entrada).

¿Que a qué viene todo esto? Viene a colación del vídeo que acompaña esta entrada. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo solo espero que el agente que golpea a la madre del hombre discapacitado sea debidamente sancionado. ¿La habría golpeado de no ser musulmana y por lo tanto identificada como miembro de un grupo marginal, esto es, pobre para no andarnos con rodeos por segunda vez? ¿No habría sido más paciente, comprensivo, profesional, si este altercado hubiera ocurrido en plena Gran Vía, Getxo y por el estilo, y no en el barrio de lo viejo de Bilbao que todos conocemos por no ser precisamente de los más acomodados? Muy significativas también las amenazas de los compañeros a los vecinos que les increpan desde las ventanas: "¡No se puede grabar!". A los ertzainas solo les habría faltado gritar: "¡Nos ampara la ley. Somos impunes, a joderse toca!" Eso y una disculpa pública. Sí ya, todavía estamos esperando otras...


"Oh, gavina voladora, que volteges sobre el mar


I al pas del vent mar enfora, vas voltant fins arribar

A la platja assolellada, platja de dolços records,

On dia i nit hi fa estada la nina dels meus amors..."



La muchacha se apoya en el alfeizar mirando sobre la bahía de Cadaqués, y a ti, que ya has dejado de fijarte en los pliegues de la bata sobre su trasero, que llevas ya un rato escuchando en spotify a Marina Rossel cantar "La Gavina" dejándote llevar por la "dolçá melancolia" aderezada de salitre y sensualidad, que sigues empapándote de Mediterráneo con "Perquè t'estimo" (I perquè ballis i perquè/et faci companyia/vull ensenyar-te-la a cantar,/fa temps que t'ho devia...), te vienen recuerdos de hace muchos años, el mayor debía tener dos o tres años, no sé, tomando un baño harto aparatoso, la playa era un amago de cantos rodados y el crío requería toda toda tu atención con el espinazo doblado para que no se lo llevaran las olas, no muy lejos de donde "miss" Dalí ponía el culo en pompa para que la pintara el maricón de su hermano. Sí, maricón, que es un término tan expresivo como terriblemente ofensivo, tanto que solo en boca de un ser querido pierde todo su sentido peyorativo para adquirir otro completamente opuesto, casi que reparador. Claro que ella le habría dicho "marieta" en catalán, mil veces mucho más bonito, íntimo, puede que inofensivo; pero, "clar", es que a mí, desde luego, casi todo en catalán me parece mucho más dulce, más mediterráneo desde el Rosellón a Murcia, más como de tremolar de habaneras y el pringue entre los dedos de las paellas de las de verdad, puestas del sol junto al mar y sobremesas con varías botellas vacías sobre la mesa mirando al horizonte por donde ya no naufragan los Ulises de antaño porque esos ya están todos varados en tierra como tú mismo. Y así, un topicazo tras otro, me voy planificando el domingo desde la ventana, recordando el olor de un salitre amable a cientos de kilómetros de distancia, rememorando momentos de una felicidad pasada que me reconcilian con mi vida y con mi gente; pero, sobre todo, que parecen irritar sobremanera a aquellos empeñados en censurar la nostalgia de los demás siempre como una pérdida de tiempo, empeñados en fruncir el ceño ante los pequeños placeres del prójimo como buenos pastores calvinistas que odian por principio la vida de los demás.



Joder cómo anda la peña. Pues no voy a hacer la comprar al súper por primera vez en dos semanas (el otro día me quedé a las puertas porque me dí media vuelta para comprar las cuatro cosas imprescindibles en las tiendas del barrio, esas que parecen tener por lema: "Ave de paso, estacazo") y me encuentro jugando al "comecocos" por los pasillos con el resto de la clientela. ¿Que cómo, por qué? Pues porque era darte casi de narices con otro y este, como quien no quiere la cosa, darse media vuelta al instante para alejarse de ti a paso ligero. Eso o ir a a torcer la esquina de uno de los pasillos y de repente una señora mayor, porque en esto las señoras mayores son muy de no cortarse un pelo y manifestar su espanto del modo más estentóreo del que solo ellas, que a su edad eso de la cortesía ya como que se la suda mucho, son capaces: "¡Cáspita, quita, quita, que me contagias." Hay que ver qué agilidad para dibrarle a uno como si fueran un Neymar cualquiera. Y así todo el rato, que era acercarme a cualquiera, incluso a más de dos metros, y salir el sujeto disparado como en el comecocos de cuando de crío echaba la tarde, a veces, en el bar de debajo de casa al que me mandaba el viejo a por su tabaco, tal cual. Claro que lo de la cara de espanto de las viejas al darse de bruces conmigo al girar el pasillo puede que tenga que ver también con la barba de capitán Haddock que luzco tras dos semanas de encierro y que se me debía notar en el gesto, el ceño fruncido como de cuando te llaman a la puerta los Testigos de Jehová a la hora de la siesta, que andaba todo preocupado, a lo psicópata, con una sola idea el la cabeza, la de que a ver si también iba a faltar el vino que había ido a comprar. Anda que si llega a faltar, yo no sé la que habría montado, toda la noche, qué cojones, después de toda la semana a agua con limón, soñando con que llegara el fin de semana, y a efectos el viernes ya como si fuera sábado, para abrir una botella durante la comida; joder, que hasta cato el vino en sueños. Menos mal que había Tres Picos de garnacha aragonesa y el Izadi y el Luís Cañas vernáculos para reponer los taninos de las venas. Que sí, hostia, que sí, que se me podía haber ido la pinza, digo en plan de ponerme a toser a lo loco a las viejas a la cara y así. Peores cosas se han visto en estos tiempos de pandemia. Pues eso, unos paranoicos y otros como putos críos.

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