-Pase que nos hayamos quedado sin fiestas del pueblo, incluso puede que este año no haya Navidades; pero, servidora no estaba dispuesta a quedarse sin Jalobín. Una fiesta tan nuestra, tan arraigada, tan de los tiempos que estamos viviendo.
-Di que sí, Mariasun. A ver quién nos dice nada de esta guisa...
-¿Truco o trato?
-¡Covid19!
Estimados - es un decir- fumadores compulsivos, y otros que se han puesto a ello como excusa para ir por la calle sin la mascarilla. Fumadores que pasáis al lado de la gente expeliendo el humo de vuestros apestosos cigarros, puros o purillos directamente a nuestras jetas. Fumadores grandísimos hijos de puta que echáis el humo apostados en las esquinas de los bares al primero que pasa. Fumadores todos: idos a tomar por culo lo más lejos posible, a los jardines, parques, playas, terrazas de vuestras casas o del vecino, a los descampados periurbanos o no, al otro barrio..., a donde sea que no pase gente a vuestro lado, que no haya nadie a quien apestar con vuestra pestilencia ahora además coronavirusante.
Y qué decir de esos otros fumadores todavía incluso peor nacidos que los anteriormente citados. Me refiero, cómo no, a los vecinos que fuman en el ascensor. ¿Se puede ser más hij@ de la gran puta? Vivo en un séptimo, y tranquilo, que un día de estos ya me daré de morros con uno de ellos saliendo del ascensor. Va a ser un rato interesante, lo vamos a pasar bien, al menos yo, que me encabrono poco, pero cuando lo hago es a conciencia; él o ella puede que no tanto.
Por lo demás, agradecido a FB por permitirme este pequeño desahogo. Estimo que se están evitando situaciones de gran conflictividad social, en román paladino, hostias a pares, gracias a la oportunidad que nos brindan las redes sociales en lugar de caer en la tentación de llevar a la práctica lo primero que se nos pasa por la cabeza cuando tienes que soportar en tus propias carnes, en toda tu jeta, el cretinismo egoísta de toda esa mala gente que camina.
Creo que voy a aparcar la humildad que me caracteriza para afirmar sin ambages que hoy es uno de esos días en los que mis hijos deberían levantarme un monumento como agradecimiento infinito por el pedazo de pochas que les he preparado. Pochas con su caldo de pimiento verde, puerro, tomate fresco, su fritada de ajo, cebolla, pimiento choricero, pimiento rojo en trocicos, zanahorias, chorrotada de vino blanco, y, en lugar de los sacramentos al uso, los cuales no me sientan excesivamente bien, lo que yo llamo "pecadillos" de hipertenso, esto es, taquitos de jamón serrano y chorizo que hacen más ligero el plato y casi también que hasta más sutil. Una exquisitez que también lo habría sido de haberlas preparado, como otras tantas veces, con almejas, langostinos, pulpo o cualquier otra exquisitez marina; pero, me han salido unos hijos tontos a los que no les gustan las cosas del mar -me da que será cosa de los videojuegos porque de lo contrario, y teniendo en cuenta como nos chiflan a su madre y a mí, no me lo explico-. Ahora, también reconozco, sobre todo por si algún amigo o colega tiene a bien agasajarme algún día con sus correspondientes botellas de buen vino, que yo me pirro por unas pochas con oreja, callos, txarripatas y así en general cualquier producto de casquería que les venga bien; entre semana prefiero cuidarme porque yo si pillo pochas con casquería no respondo de mí.
Y ya luego a ver si consigo reservar unas pocas para que las pruebe mi mujer, la cual hoy come fuera antes de ir por ahí a dar saltitos y algo así -ella ya sabe que si se extiende demasiado yo desconecto instintivamente y...-, lo cual siempre viene bien para que al llegar a casa recuerde la suerte infinita que ha tenido de conocerme después de una infancia y parte de su juventud en las que la cocina -palabras suyas-, y por decirlo de alguna manera, era poco más que una cuestión de subsistencia, para cumplir con el organismo y poco más. Una cosa más para apuntar. Dicho lo cual, y tras este exceso de vanidad por mi parte, regreso a mis rezos y mis propósitos de enmienda como parte de mi camino de perfección para superar los pecados de la vanidad y la maledicencia con el fin de poder así alcanzar algún día la santidad: Ne quid nimis
Digo que será que con esto del "neocasiconfinamiento" uno cada vez echa más de menos la "normalidad" anterior y al subconsciente le da por obsequiarte con sueños de antes de la Pandemia. Sueños que, más a menudo de lo normal, derivan directamente en pesadillas. Sin ir más lejos esta noche el subconsciente de marras me ha remontado a los diez y muchos, como si ya de entrada todo lo que tuviera que ver con aquellos años no fuera de por sí una pesadilla.
Sea como fuera, estaba entonces completamente "atxotxolado" por una colega del insti que jugaba en la liga femenina de baloncesto. Una chavala con la que ni sí, ni no, ni tampoco, y si eso entretanto me lío con mi entrenador y con ese y con el otro, y así todo el rato. Una manera de perder el tiempo verdaderamente patética; pero, a esa edad ya me dirás tú quién no hecho el tonto por asuntos de amores o ya solo de entrepierna.
Pues bien, resulta que iba a verla jugar en una conocida ikastola a las afueras de Vitoria -digo yo que porque es la que está camino de mi casa, que si no de qué, no recuerdo haber ido allí a ver jugar al baloncesto a nadie, si eso yo algún sábado por la mañana a mano o a pala en los minifrontones donde solo recuerdo que había un techo de uralita que convertía aquello en un horno-. En fin, yo deseando que se acabara el partido para acompañar a la moza hasta Vitoria con la intención de salir luego por ahí a tomar unas birras, y en eso que me encuentro que todo cristo lleva mascarilla en el polideportivo. Pero no unas mascarillas cualquiera, sino unas que les cubren a todos hasta por debajo de las cejas y en las que cada cual lleva estampada la cabeza de un animal; perros, gatos, vacas, caballos, conejos, búhos, loros, buitres, pelícanos, lagartijas, ranas, peces, gambas, mejillones, "oricios", amebas...
Lo dicho, una pesadilla en toda regla y yo que no acabo de localizar a la moza que he venido a buscar. Así que, como la interfecta no responde a mis llamadas, casi que como entonces, empiezo a retirar mascarillas a la peña a ver si doy con ella. No hay manera, y aunque aquí el cabestro que hay en mí bien podría haber añadido que si hubiera empezado por las que tenían la mascara con el dibujo de una zorra quizás me habría ahorrado tiempo, no lo voy a hacer porque quedaría de un machista resentido que espanta, claro que sí. La verdad es que en el sueño no se me pasa por la cabeza hacer un cribado de ningún tipo. Así pues, me recorro toda la fauna en procura de mi amiga, o lo que fuera, hasta que por fin doy con la que tiene lleva la de una víbora -y aquí, ya puestos, también confieso que me molaría mucho decir que levanto la mascarilla y me encuentro con el careto de mi suegra, eso ya solo por hacer una de mis bromas chuscas, las cuales ya sabemos que me pirran un rato; pero bueno, eso sería una falta de respeto que no se me pasaría por la cabeza teniendo en cuenta todo lo que ella me quiere y lo bien que habla siempre de mí a todo el mundo...- Pues no, después de haberme recorrido todo el polideportivo de un extremo a otro levantando mascarillas a los allí presentes, levanto la que lleva una áspid como la que dicen que mató a Cleopatra, y me encuentro a -también, también estoy por decir que a la Orona de Vox; pero, voy a ser fiel al sueño aunque la verdad no tenga tanta gracia- una famosa hostelera que regenta una pequeña pero conocida taberna de mi ciudad y que vive en el pueblo de donde era mi padre. En cualquier caso, alguien a la que hace mucho que no he visto en persona, y que digo yo, haciendo por enésima vez de psicoanalista de barbecho, que habrá sido una relación de ideas absurda de mi susodicho y retorcido subconsciente por la cosa del toque de queda y la putada que les vuelven a hacer a los hosteleros cuando todavía apenas habían levantado cabeza. Eso o yo qué sé, en serio, yo me limito a transcribir mal que bien mis sueños para hacer tiempo hasta que llegue mi señora a la mesa y ahí ya todos felices y bien alimentados.
-Que sí, Mariasun, que en la vida no todo son pandemias, guerras, cánceres o suegras, también están la música, la literatura, la comida, la bebida, el sexo y, sobre todo, las amigas.
-¿Tú hace tiempo que no ves a la tuya?
-Algo bueno tendría que tener el confinamiento.
-¡Pero no sois amigas?
-Pensaba que te referías a mi suegra.
-¿Y la mascarilla?
-Voy tan pedo que cuando fui al baño creo que me la puse en lugar de las bragas.
-¡Brindemos por la amistad!
https://youtu.be/L5jI9I03q8E
The most beautiful song ever written?
Parece ser que de un tiempo a esta parte, cada vez que uno se pone en youtube para escuchar cualquiera de las canciones de la banda sonora de su vida, que ya sé que dicho así queda de un presuntuoso como para darse asco a sí mismo, resulta que te tienes que tragar antes un comercial en el que un joven soplapollas estirado te mete una charla en británico sobre autoestima, autosuperación, autoemprendimiento, autoonanismo y demás pollas en vinagre, con el pretexto de convencerte de que puedes hacer lo que se te ponga en la punta del nabo -hablo evidentemente desde mi acendrada e incorregible grosería masculina- con solo proponértelo, porque tú lo vales y los demás como que no tanto, tú has sido escogido por los dioses del Olimpo y resto a la cola. Todo ello previo pago, por supuesto. Suerte que tan irritante anuncio se salta fácilmente. Hace un rato me salía el capullo de turno, al que he prestado atención apenas unos segundos, siquiera por hacer algo de oído, dándome consejos financieros. Yo si eso casi los prefiero culinarios, tipo para que no se pegue la tortilla en la sartén o se pase el arroz. Aunque tampoco me hacen mucha falta, faltaría; luego a ver qué dice la famiglia de la pasta fresca con pesto, almejas y unos chipis. El caso es que yo iba al Ain't Got No, I Got Life de Nina Simone y he pensado que eso debía ser lo más parecido a una paradoja. Pue eso; "I ain't got no home/ ain't got no shoes/Ain't got no money, ain't got no class/ain´t no..."
Muy agradecido al amigo Jon por estas palabras sobre HISTORIAS DE LA ALMENDRA.
"Historias de la Almendra, ejercicio de lectura
Al final de mis vacaciones terminé de leer Historias de la Almendra, de Txema Arinas. Se trata de una historia hasta cierto punto intimista escrita de un modo poco habitual. Al principio puede parecer repetitivo, pero de una manera a mi entender intencionada va construyendo la historia gradualmente como si se tratara de una espiral. Narra un ciclo, parece que vuelve al comienzo pero continúa desarrollando el hilo argumental, a la vez que los personajes quedan cada vez más definidos. Dicho así, se podría decir que es un libro complicado de leer, pero para nada lo es. Un lector tan poco constante como yo no se ha perdido en ningún momento ni ha decaído el interés por la historia. Incluso si hubiera riesgo de flaquear, la parte final de la novela, la que transcurre en un txoko –sociedad gastronómica, por si a alguien le entra urticaria-, resulta ser un magistral ensayo sociológico en el que es difícil no sentirse identificado con algún personaje, pasaje o escena concretos . Incluso abandona la peculiar estructura inicial, por lo que adquiere un ritmo vivo y rico en matices. No obstante, no soy un experimentado lector y me gusta el estilo de Txema Arinas, así que, qué queréis que os diga"
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