Ayer Fernando Simón intervino en la reunión del ministro Illa con los consejeros de sanidad de las comunidades autónomas para recordar que hay países en los que se actúa ya cuando la incidencia se sitúa por encima de los 70 u 80 casos por 100.000 habitantes. La canciller alemana Angela Merkel había advertido al país horas antes con un ratio de 50. Lo que trataba de trasladar Fernando Simón era que Madrid ya iba tarde, muy tarde: 500 casos por 100.000 habitantes. Pues la reacción de la derecha mediática ante la decisión de aplicar de una vez por todas medidas de urgencia para atajar la pandemia en las localidades con esa ratio demencial, es la que se puede leer en la fotografía que acompaña a esta entrada, y donde se viene a decir que el Gobierno de Sánchez la tiene tomada con Madrid por puro politiqueo.
Otrosí, hoy mismo el gran líder de la derecha española, el "ilustradísimo" Pablo Casado, ha declarado, sin que se sepa que al rato se le he ha caído la cara de vergüenza, que el ministro Illa había hecho una ley a la carta para castigar a Madrid con el propósito de así poder postularse como candidato del PSC a unas próximas elecciones autonómicas en Cataluña.
Dicho lo cual, y juro que por mucha pereza que me siga dando hacer comentarios políticos como el que nos ocupa, por muy grande que sea el hartazgo, me es prácticamente imposible dejar de preguntarme en este medio, lo que en cierta manera viene a ser como hacerlo al aire, mero desahogo: ¿Cómo es posible que España tenga una derecha tan canalla, estúpida e irresponsable? ¿Cómo es posible que tipejos como Casado o la Ayuso estén donde estén si no es porque en cierta manera representan a la gente que los ha aupado a sus puestos? ¿Cuán deforme puede ser la percepción que tiene de la realidad toda esa gente que se informa única y exclusivamente a través de los medios que aparecen abajo? ¿Hay o no hay una más que evidente fractura ciudadana, la cual va más allá de las diferentes orientaciones o sensibilidades políticas de cada cual, entre aquellos con simple sentido común que entienden que en una pandemia las prioridades son las que son y no otras, y esos otros individuos para los que la salud de los demás es siempre algo secundario al lado del mamoneo político, sectario más bien, y/o la defensa de sus intereses personales a costa del resto de esa ciudadanía a la que desprecian por principio, vulgo que confinen a otros pero que a nosotros no nos limiten la libertad de ir a jugar al campo de golf, a nuestras segundas residencias o a tomar nuestros gintonics adonde nos dé la gana, me refiero, claro está, a los cutre señoritos del barrio de Salamanca y los que los tienen como modelo a seguir, una fractura que, en el caso de estos últimos, uno tiende a pensar que compete ya directamente a la psiquiatría?
De entre las muchas cosas por las que deberíamos estar eternamente agradecidos a Quino, los que hemos crecido con sus dibujos, está la de haber hecho de Mafalda una niña eterna. Porque, ¿os imagináis, sobre todo esos padres que han visto crecer a sus hijos y convertirse en el reverso de lo que eran, qué podía haber sido de Mafalda si al crecer, y por obra y gracia de una rebeldía mal entendida contra su propia infancia, las malas influencias o ya solo el signo de los tiempos, se hubiera convertido en una niñata adulta maleducada, consentida, mema, prepotente, falsa, desleal, clasista, racista y así en general una verdadera zorra reaccionaria? Menos mal que no, que Mafalda se mantiene en nuestra memoria, y sobre todo en nuestros anaqueles, como ejemplo de todo lo contrario.
-Te digo que, si te pones mi vestido, él ya luego con la mascarilla seguro que no se entera.
-Pero, Mariasun, para qué coño iba yo a querer acostarme con tu marido.
-Pues anda que yo...
-Tú te casaste con él.
-Eso, tú recuérdamelo todo el tiempo.
No había vuelto a la cafetería de las mañanas tras dejar al canijo desde el marzo. Ha sido una sensación extraña. Yo con gorra y mascarilla negra, la camarera detrás de una mampara sobre la barra. Me he sentido como un atracador del Oeste delante de la ventanilla de un banco; no la he apuntado con el móvil para pedirle todo el dinero de la caja fuerte de puro milagro. Al final he pedido lo de siempre y hemos estado un rato pegando la hebra a cuenta de lo sucedido durante todo el tiempo que no nos habíamos visto. O lo que es lo mismo, hemos intercambiado comentarios pesimistas acerca del devenir de las cosas y muy en especial sobre la condición humana; lo justo mientras me preparaba el descafeinado.
Luego ya a la mesa también de siempre, con el periódico en papel que para mí ya viene a ser como una reliquia del pasado, casi un cuarto de hora de inmersión en la actualidad que ya había relegado hasta el noticiero del mediodía o el repaso de la prensa digital por las tardes. En la tele también de siempre, que si lo del Pandemia, Ayuso, Torra, la sentencia de Bankia, el diputado de Podemos al que los del Supremo quieren empapelar a toda costa después de haber sido absuelto en primera estancia... Y enseguida me he dado cuenta de que llevo meses sin apenas salir de casa aquí en Oviedo, que desde que empezó la Pandemia apenas me he relacionado con personas de mi entorno familiar o amigos, vamos, que apenas he alternado en Vetusta. De hecho, me he dado cuenta al instante, en cuanto han empezado a llegar a mis oídos comentarios del tipo. "Todo esto para echar al PP de Madrid, "dígotelo" yo", "A ese payaso "teníanlo" que fusilarlo por antiespañol.", "En este país no se perdona que alguien como Rato, un asturiano, llegase tan alto como él, a presidir el FMI, nada más ni nada menos", "¿Qué "dijeos" de esos de Podemos, los amiguitos de la ETA?"
Ha sido un momento en el que me imaginado de vuelta al Far West, como que he estado a punto de echar mano a mis dos Colt 45 para intentar callar a tiros al vendedor de la ONCE con la mascarilla de VOX cuya voz chillona me resulta todavía más irritante que sus ideas. Pero, apenas ha sido un falso impulso, una broma de mi desquiciada imaginación. En seguida me he dado cuenta de que cada día estoy más aburrido, atónito, asustado incluso, por el clima de irracionalidad política que reina en todas partes, a todas horas y por cualquier nadería. Se diría que eso que llamamos la polarización de la política española no es más que la evidencia de que el cretinismo sectario y ágrafo que llevó a los españoles a matarse entre ellos hace más de setenta años sigue vigente en lo más hondo de la conciencia popular como mero resultado de una ausencia total de pedagogía democrática que sigue llevando al ciudadano medio a concebir la cosa pública como un mero tour de force en el que siempre tiene la razón el que chilla o insulta más alto, siquiera ya solo el que hace enmudecer a la parroquia con la burrada más grande. Porque rebatir, argumentar, exponer las ideas de cada cual con datos y ejemplos sin necesidad de descalificar al contrario, en especial vertiendo sobre él todo tipo de estigmas, como que no. Eso simplemente no parece estilarse entre nosotros, ni se enseña en casa, ni en la escuela, ni en ninguna otra parte. Valga de ejemplo la convicción de tantos españoles de que el gobierno actual es ilegítimo, a pesar de de que la legitimidad se la han otorgado las urnas, e independientemente de lo bien o mal que lo esté haciendo, solo porque las privilegiabas cabecitas de la derecha española y la hostia de española les repiten machaconamente que hay votos que simple y llanamente no valen a pesar de que la ley diga lo contrario. Y por eso también me he arrepentido al instante de mi arrebato pistolero; la próxima vez me pondré los cascos y a lo mío.
The sun is sinking in the west
The cattle go down to the stream
The redwing settles in the nest
It's time for a cowboy to dream…
-Pero quién le ha dicho a todo esa gente que la Justicia es ciega, que tiene que ser proporcional, igual para todos con independencia de si eres un mindundi o una persona bien situada y relacionada o con mando en plaza, que no se debe utilizar para reprimir la disidencia, proteger a los poderosos y demás melonadas populistas.
-Ahí le has dado. La gente habla sin tener ni puta idea de leyes. El populismo es el cáncer de nuestra democracia.
-Di que sí. ¡Viva el Rey!
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