No doy abasto con las pesadillas desde que me vacuné el domingo a la mañana. Pero bueno, hoy ya saco un ratico para intentar contar la más absurda de todas ellas y, por lo tanto, supongo que la más divertida o no.
Me encontraba con mi mujer en la antigua casa de la Avenida Gasteiz donde vivía de pequeño con mi familia. El piso estaba dividido en la parte que ocupábamos la familia y esa otra donde mi viejo tenía la peluquería, una cosa como muy de entonces.
Pues bien, por las cosas esas de lo onírico yo tenía la edad que tengo ahora y me encontraba en el piso con mi señora por vete tú a saber con qué motivo. Entonces llamaban a la puerta y aparecía una preciosa mulata que me anunciaba la entrega de un pedido que supuestamente había hecho mi padre. Así que de repente veo a un par de empleados que empiezan a acumular cajas a la entrada de la casa, por donde creo recordar que se accedía por una puerta a la peluquería y por la otra a lo que era nuestra intimidad doméstica. Algo así, pues no estoy muy seguro de si lo que recuerdo del sueño se ajustaba a la realidad con exactitud, y la verdad es que tampoco importa mucho.
El caso es que, una vez que los dos empleados acaban de amontonar las cajas obstaculizando el paso a la casa, la mulata me hace firmar el albarán de entrega y me suelta al despedirse: "Dê um beijo em seu pai!" La mulata me deja con la mosca detrás de la oreja mientras me pongo a mover todas las cajas al interior del pequeño salón donde solíamos ver la tele de canijos como si me fuera la vida en ello. En ese momento aparece mi padre por la puerta y lo primero que hace es preguntar: "¿Y todas estas cajas?" Entonces yo ya empiezo a chinarme del todo.
- Tú sabrás que has pedido, peazo cabrón.
-¿Cómo, qué me dices?
- Cabrón, que eres un pedazo de cabrón. Mira si no lo que nos dejado tu amiguita.
-¿Qué amiguita?
- Cómo que qué amiguita, la mulata brasileira, no digas que no la conoces porque me ha dado un beso para ti.
- Mira, José Mari, no sé de qué hostias me hablas, pero te estás pasando...
- Por supuesto, por supuesto, yo me estoy pasando. ¿Y tú? ¿Qué hostias hay en estas cajas?
- Y yo qué cojones sé si no conozco a ninguna mulata y tampoco he pedido nada.
- Ya, eso dicen todos.
Entonces ya me despierto con el consabido sobresalto para no variar. El recuerdo de lo que acabo de soñar me deja un mal cuerpo que no te veas. Ya no solo porque en mi puta vida se me habría ocurrido tratar a mi padre de ese modo, como que de la hostia que me da salgo volando por la ventana; pero, es que la sola idea de ver a mi viejo en brazos de una mulata brasileña todavía se me hace mucho más cuesta arriba. Eso aun teniendo en cuenta que muchos años después estuvo en Bahía por un asunto relacionado con los negocios en los que se metió tras dejar los peines, y que una de las cosas que nos contaba a la vuelta, como una de esas curiosidades que le dejan a uno estupefacto a la vez que le permiten hacerse una idea de por dónde van las cosas en el país en el que recala, fue que en el Hotel donde estaba alojado con su socio les ofrecieron, sin ni siquiera haber insinuado ellos nada al respecto, un dossier con todas las fichas de las "garotas" que podían contratar como señoritas de compañía perfectamente clasificadas según edad, color de piel, estudios, aficiones y lo que fuera necesario para satisfacer la curiosidad del cliente de turno.
En fin, un malestar que se me pasa al momento cuando recapacito y concluyo que puede que esté otra vez leyendo por encima de mis posibilidades dado que estos días ando con las obras completas de Jorge Amado y que anoche me acabé "Gabriela, cravo e canela":
„Eu acredito que ela tem o tipo de magia que provoca revoluções e promove grandes descobertas. Não há nada que eu goste mais do que observar Gabriela no meio de um grupo de pessoas. Você sabe o que ela me lembra? Uma rosa perfumada num bouquet de flores artificiais.“
Gabriela, cravo e canela - Jorge Amado
No hay comentarios:
Publicar un comentario