lunes, 24 de enero de 2022

PRO SAMANIEGO SIEMPRE




   
Me enmienda la plana un fulano a colación de un comentario sarcástico que hice a una entrada del amigo Javier Hernández Landazabal en el que ironizaba comentando que nadie había preguntado a los animales en el asunto del ministro Garzón, "¡Cómo q no han preguntado a los animales si los de Vox y PP no han parado de rajar!", diciendo que "Insultar a los humanos usando la palabra "animal" (o "cerdo", "vaca" o "mono", etc., etc.) es un gran error". Al principio me lo tomo de coña; pero, como aun así no hay nada que revuelva más que la peña que le enmienda la plana al prójimo por definición, no dudo en contestarle más o menos airado diciéndole que, a diferencia de otros, no tengo por costumbre humanizar a los animales, es decir, atribuirles reacciones o pensamientos humanos como si fueran nuestros; eso y que como todavía no se me ha quejado ningún bicho personalmente por compararlo con Casado o Abascal, pues yo a lo mío. Entonces el fulano me responde todo serio con un tono tan catecúmeno que no puede sino revolverme todavía más las tripas: "....el problema no está tanto en las palabras que usamos sino en los procesos de pensamiento arraigados que subyacen a los pensamientos que desencadenan nuestro uso del lenguaje, un lenguaje que refleja nuestra visión antropocéntrica del universo. Si pudiéramos pensar de manera diferente, el mundo podría ser un lugar diferente y mejor."
"¿Visión antropocéntrica del universo? ¡Pues claro, hostia puta, no vamos a tener una visión equinocéntrica, bovinocéntrica, felinoocéntrica o asnocéntrica del universo siendo, fíjate tú qué cosas, hu-ma-nos. Yo reconozco aquí que el rechazo visceral que me provoca este tipo de gente que va por la vida adoctrinando a los demás con la mejor de las intenciones, se supone, puede deberse al hecho de haber aguantado a curas y frailes durante mi infancia hasta verdaderos extremos de vómito, sobre todo cuando en mi casa el fervor religioso imprescindible para soportarlos sin que a uno le entren ganas de meterse a león comecristianos -¡uy, ya estoy ofendiendo a un animal…!- era era tirando a cero. Digamos que creo oler los santones puritanos de lejos, o dicho de otra manera, a esa gente tan sensible y bien intencionada cuyo único propósito en la vida es convertirnos en buenas personas a su imagen y semejanza en pro de un mundo mejor, y me enervo.
Otrosí, como la cosa va de no tomar los nombres de los animales en vano y he recordado al fulano que los seres humanos llevamos recurriendo a los animales para caracterizar a los comportamientos humanos desde que estábamos en las cavernas, enseguida me acuerdo de las fábulas de Samaniego, más que nada por ser mi paisano, porque todos sabemos que muchas de las fábulas del de Laguardia estaban inspiradas o eran versiones de las del gran fabulista griego Esopo, y me digo: “Mira, otro que si pudiera censuraría a Félix, y por extensión a cualquier otro fabulista, con la mandanga de que atenta contra la dignidad de los animales.”
Ahora bien, y a pesar de la vehemencia con la que me expreso, no solo admito, sino que también respeto, este perfil tan humano del santón proselitista que llevado por sus empeño de ser mejor persona, se entiende que mejor que todos los demás, arremete contra la propia condición humana por considerarla imperfecta, indigna, pe-ca-do-ra, y acaba dando, ya no solo en inquisidor de guardia de los supuestos pecadillos y contradicciones del prójimo, sino también en enemigo de sí mismo. Cómo no voy a hacerlo si forman parte de la Historia de la humanidad desde mucho antes incluso del triunfo de los peores de todos ellos: los cristianos primigenios.
Siempre va a haber gente más sensible y concienciada, perfecta, que la mayoría de todos nosotros, almas puras e iluminadas que confunden el continente con el contenido, santones necesitados de pecadores para dar sentido a su existencia, mojigatos laicos. Lo asumo porque de eso va precisamente mi alegato, de que no hay nada más patético y peligroso que emperrarse en imponer al prójimo la propia visión de la vida por muy justa que sea siquiera ya solo en apariencia.
También asumo que estas personas necesitan encontrar su antítesis en aquellos que les rebaten adjudicándoles ideas o intenciones que en realidad no tienen al estilo de lo que hacían los cristianos antes citados cuando presentaban a los paganos que se les enfrentaban tachándolos de cómplices de todo aquello de lo que ellos abominaban. Me parece muy bien, están en su derecho, a eso y a bloquearme, que es lo que se estila en esta mierda de las redes a poco que le lleves la contraria a alguien o descubran que no comulgas con su pedrada de turno, eso o echar todas las pestes que quieran sobre mí, lo cual siempre será mejor, y sobre todo más leve, que lo lapiden a uno en público o lo quemen en la hoguera.
Con todo, un consejo, propongo que toda esa gente que dice amar tanto a los animales, sobre todo más de lo que ya lo hacemos otros y además desde siempre, lleven su compromiso hasta sus últimas consecuencias y, en lugar de decirnos a los demás lo que deberíamos hacer o dejar de hacer para ser tan puros como ellos, tomen ejemplo de los santones de la India que vestidos con una túnica raída –a ser posible tejida por ellos mismos- caminan con una especie de cepillo con el que van barriendo el suelo por donde pasan para no pisar a bichito alguno. Entretanto, servidor, como redomado faltón y sectario que es, seguirá homenajeando a Félix María Sánchez de Samaniego, y por extensión también a su maestro Esopo, tildando de asno a Casado, jabalí a Abascal, ratas a todos los ultras que le siguen, cerdo a cierto alcalde madrileño, perra a la que todos sabemos y de borregos a todos los que aplauden las ocurrencias de esta última. Insisto que siempre y cuando no tenga una queja personal de dichos animales, lo cual no creo poco factible de momento porque anoche le pregunte a Argi, la perra cuadrúpeda que vive con nosotros, y la única respuesta que obtuve fue un lametón en el dedo índice porque acababa de comer un yogur y parece que la enana no tenía suficiente con la tapa que le había dado para rebañar.
Por cierto, ganadería intensiva caca, extensiva guay.

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