jueves, 5 de enero de 2023

LAS CASAS OCULTAS DE GASTEIZ


 

Ayer hablaba con un amigo, entre pote y pote del ya "no-pintxopote" de Sancho el Sabio (pero qué c... la hostelería gasteiztarra; "ayúdanos, ayúdanos...") de lo desconocido por la mayoría del paisanaje del fenómeno, o como quieras llamarlo, de las casas o bloques de pisos escondidos de Vitoria. Supongo que se trata de algo existente en muchas otras ciudades, pero del poco o nada se sabe aquí por la mayoría, si eso los que viven en ellas o alrededor. Hablamos de casas, e incluso bloques de pisos enteros, que durante el desarrollo de la ciudad en las décadas de los 60-70 no fueron derribadas, por la razón que fuera, al construir las las manzanas de edificios modernos y que acabaron incrustadas entre estos, es decir, en medio de un solar. Son casas o bloques a los que se accede casi que de incógnito y donde los inquilinos no ven otro horizonte que el de las fachadas de las casas que los rodean. Una especie de vida a escondidas o algo así que nos hizo especular con historias de antiguos propietarios que se negaron a vender en su momento al estilo de la famosa casa antigua incrustada entre rascacielos de New York cuyo nombre ahora no recuerdo (y tampoco tengo tiempo para mirarlo porque escribo a la carrera), o la casa que aparece en la película Publieke werken (2015) donde cuentan la historia del luthier que se negó a vender su tienda para que construyeran encima el actual Hotel Victoria de Amsterdam en la convicción de que si presionaba a las autoridades municipales, las cuales en principio querían construir una estación, conseguiría el dinero suficiente para él y otros vecinos con el que emigrar a América. Al final, y tal y como puede observar cualquiera que viaje a Amsterdam, el ayuntamiento cedió sus derechos a una empresa privada que construyó el hotel encima de la casita del luthier, por lo que hoy aparece ahí incrustada.

En fin, historias urbanas que hacen que se le dispare la imaginación a uno sobre la infinidad de historias que podrían albergar esas casas o edificios, como quien dice, fantasmas o casi. Luego ya, tirando de ese tipo de historias el amigo Ptx me contó lo del inquilino de una casa del año catapún en pleno ensanche decimonónico que denunció al ayuntamiento de Vitoria por no haber cumplido la promesa de celebrar 100 misas anuales a perpetuidad que hizo a la dueña de dicho edificio tras recibir de ésta la propiedad, motivo por el que argumenta que no se le puede echar del piso que heredó en alquiler de sus padres; una historia chunga con ganas porque ahí está también el obispado asegurando que no sabe nada del tema, vamos, que a ver cuándo le pagan las misas cuyo montante al ser para toda la eternidad imagino goloso de necesidad. Pues eso, una novela a cada vuelta de la esquina.

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