Hace un frío que me hiela el alma y olé.
Un frío conocido, terruñal y absurdo como todo lo que he vivido.
Un frío antiguo de una vida que nunca fue la mía y tampoco la quiero.
Un frío de ausencias ateridas, recuerdos congelados y arrepentimientos vanos.
Un frío eterno que no se me va ni debajo de la ducha con agua caliente.
Un frío imposible y triste como todo lo que sabes perecedero y pretérito.
Un frío de lo que deparará el futuro durante la próxima glaciación.
Un frío que combato con ropa, tragos, bromas pesadas y amigos.
Un frío que añoraba como añoran los osos polares la sangre de sus víctimas.
Un frío, en fin, que es siempre morirse a ratos para seguir viviendo al instante.
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