Creo que la de anoche ha sido la pesadilla más gorda que he tenido hasta el momento de todas las que llevo este año. Pues resulta que, justo cuando me disponía a tocarme el higo tumbándome en la hamaca de la terraza de casa de mi vieja, aparece un comando de blusas y neskas y me secuestra metiéndome a la fuerza en el remolque donde llevan los barriles de kalimotxo y cerveza.
- ¡Venga, bebe de trago un katxi de kalimotxo, que ya estamos de fiestas!
- ¡CELEDÓN HA HECHO UNA CASA NUEVA, CELEDÓN, CON VENTANA Y BALCÓN!
Madre del amor pegajoso y el perpetuo chantaje emocional, menuda monserga me espera, la misma ñoñería populachera de todos los años repetida hasta la saciedad a cuenta del chovinismo municipal de mis paisanos, los mismos cánticos agromonotemáticos de toda la vida, la misma demencia beoda e impune de la peña por lo general sumisa, aburrida y aburridora que espera que lleguen estas fiestas para desfasarse a conciencia una vez al año quitándonos protagonismo a los borrachos profesionales, el mismo viacrucis fiestero entre txistus, gaitas y regguetones, la misma retahíla de lugares comunes de todos los años cada vez que te encuentras con un conocido al que sólo ves una vez al año y siempre por fiestas, la misma... Tengo que zafarme de estos tarados en cuando tenga la más mínima oportunidad.
- ¡Venga, otro katxi de lo que sea!
Total, que me veo arrastrado por todos y cada uno de los baretos de Kutxi y alrededores, entre katxis, saltos, berreos, empujones, pisotazos, e incluso amagos de pelea con miembros de otras cuadrillas de blusas y alguno de fuera sospechoso de ser de Bilbao.
- ¡CELEDÓN HA HECHO UNA CASA NUEVA!
Menos mal que cincuenta bares después con sus correspondientes katxis de kalimotxo, cerveza, pika, gintonic, no sé qué con vodka y creo que hasta uno de txintximina, por fin consigo despistar a mis secuestradores -en realidad la mayoría de ellos yace ya tirados en las esquinas de los cantones de lo viejo con su correspondiente vomitona al lado-, y puedo huir a casa de una vez por todas. Eso sí, llevo ya tal pedo encima que parece que voy bailando la conga de jalisco, y lo que es peor, que como voy haciendo eses hay ratos que cuando pasa alguna fémina a mi lado parecería que me quiero lanzar sobre ella en plan depredador sexual y votante potencial o no de Vox. Así que en una de esas oigo una voz a mis espaldas que me reprende.
- ¿No te da vergüenza? Estamos trabajando por unas fiesta libres de agresiones sexuales, inclusivas, respetuosas con el medio ambiente y los animales. Unas fiestas hasta para celiacos y...
- ¿Cómo, qué? ¿Yo?
- Y luego mira cómo vas. ¿Es necesario beber tanto para pasarlo bien en fiestas? Creo que habría que plantear un debate acerca de unas fiestas más sanas y...
- En eso que me doy media vuelta para ver la jeta de tipo que me está dando la chapa y mira tú qué sorpresa cuando descubro que se trata, nada más y nada menos, que del mismísimo Celedón, o mejor dicho, del carapán de Gorka Ortiz de Urbina en plena cruzada por aburrir a los ciudadanos con su empalagoso, qué digo, estomagante bienquedismo institucional. Ni qué decir tiene que este es el peor momento de toda la pesadilla, si es que no es ahora cuando empieza ésta de verdad.
Por suerte una vez más, y justo en el momento en el que me disponía ya a meterle la txapela por el culo al Celedón, despierto de un sobresalto y con ello también a mi asturiana.
- ¿Otra pesadilla? Pues deberías intentar dormir un poco más para estar fresco esta noche, que te recuerdo que hay cena con los amiguitos y luego no pretenderás que nos vayamos pronto a casa el primer día de fiestas sin echar unos bailes y lo que se tercie.
- Putas pesadillas.
- Pesadilla la mía tener que aguantar a un cincuentón...
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