El juez que prevaricó en beneficio de un narco y que fue condenado por ello no volverá a ejercer, pero, eso sí, cuando se jubile recibirá una pensión como tal porque sus compañeros han decidido que su delito no es tan grave como para que una vez en el retiro no pueda seguir beneficiando de los privilegios de su profesión; está claro que la gravedad del delito se la traen a pairo, que hiciera lo que hiciera no le iban a dejar en la estacada porque, al fin y al cabo, han debido convenir que el juez prevaricador, amigo de narcos o en nómina de éstos," es uno de los nuestros". Y también es uno de los nuestros el consejero socialista andaluz del escándalo de los ERES, por eso sus compañeros de la Junta se han negado a tomar medidas más allá de las judiciales, siquiera preventivas, siquiera de cara a la galería para desmarcarse del caso.
Y así suma y sigue, porque con Camps sucedía otro tanto, "era uno de los nuestros", había que apoyarle hasta el final porque lo malo que tienen los nuestros es que saben demasiado de nosotros, nos han hecho demasiado favores, hemos pasado demasiadas veladas juntos. Y a veces ni siquiera, a veces con pertenecer a la grey ya es suficiente para defender hasta la muerte al más criminal e impresentable. De ese modo basta ser uno de los nuestros, pertenecer a la misma familia, a la misma cuadrilla, el mismo club de campo, el mismo gremio, para que se haga lo que se haga poder obtener el apoyo incondicional de los tuyos, siquiera sólo su solidaridad y comprensión aunque hayas matado a Pocoyo de una patada, seguro que fue culpa de éste por andar provocando.
Nada de estado de derecho, igualdad ante la ley, bien general, sentido común o demás mandangas, el corporativismo, el clan, es lo que tiene, la mejor cobertura como seguro. No existe la sociedad como la concibió Montesquieu, no hay imperio de la ley que valga o sentido de estado en las cabezas de los políticos de turno. Y quien dice estado, dice autonomía, municipio, patio de vecinos o lo que sea. Cada cual tira por su lado, para los de su propia cuerda y poco más, saben que hay tajada y por eso se han conjurado detrás de unas siglas, para repartírsela. Lo otro, las grandes palabras, el bien del país, región o pueblo, esto es, el conjunto como prioridad, apenas es una coartada para engañar a los cuatro bobos que les votan creyendo que hablan en serio, que todo depende de la entrepierna del caudillo o cavaliere de turno..
De ese modo y no de otro se concibe la política en la mayoría de los sitios, aquí en el paisito del que habla hoy Pedro Ugarte en su artículo del país, hay que reconocer su acierto al definir la política vasca como un rombo compuesto por los cuatro grupos más o menos conciliables o no, cada cual con su particular visión del país, los cuales han estado durante décadas al acecho del momento para poder imponer la suya, y a las bravas, al resto de los que no pensaban como ellos, y ahora casi que en bragas porque de repente han descubierto que sin pistolas por medio y toda la morralla maximalista que las envolvía, hay que ponerse a hablar en serio de las cosas de casa, que ya no vale hacer política única y exclusivamente para los nuestros.
Como Ugarte parece optimista por naturaleza, condición supongo que inexcusable para ser un buen tipo, supone que ahora que hay rebajarse a hablar de las nimiedades del día al día de los ciudadanos, discutir por lo que realmente le importa al conjunto de estos y no sólo por las grandes proclamas de los terribles utópicos que dedican su tiempo a imaginar paraísos para todos nosotros, se irá imponiendo cada vez más el sentido común, el sentido del común, en esta cosa tan banderiza, tan de sólo lo que interesa a los nuestros, a mi clan o a mi tribu, que viene caracterizando la política vasca desde la noche de los tiempos, puede que desde que el primer Oñaz se anduvo a hostias con el primer Gamboa por un quítame ese pie de encima, por meter alguna referencia historicista de esas que molan tanto.
En cualquier caso, viniendo de donde venimos, que de peor sitio no se puede venir después de décadas de odios fratricidas con sus correspondientes cadáveres sobre la mesa, es de suponer que la mayoría de lo que nos espera será para bien, siquiera por comparación. Peor lo tienen en otros sitios que también me pillan cerca. Pienso en Asturias, en su panorama político para no desviarnos del tema, y la verdad es que la perplejidad se riñe con la vergüenza, sobre todo cuando asistes a diario al lamentable espectáculo de la escenificación del "uno de los nuestros y si no ni nos sentamos a hablarlo", o lo que es lo mismo, la pasmosa frivolidad con la que la clase política de aquella región deja pasar el tiempo en mitad de la tempestad porque lo verdaderamente importante para ellos, lo que en realidad les ocupa, no es la lamentable situación de estancamiento socio-económico que padece Asturias desde hace décadas y que la crisis sólo ha contribuido a ahondar todavía más, la necesidad urgente de ponerse todos manos a la obra para remediar los errores del pasado aprovechando lo que queda de bueno, y mucho, de la que antaño fue una región puntera en lo industrial y por ende en lo social y cultural, sino simple y llanamente la ocasión de unos pocos listillos para seguir medrando y rabañando a cuenta del "yo os voy a sacar del arroyo con la ayuda de mis santos cojones".
Pasma pensar como ha podido dejarse engañar tanta gente por la enésima manifestación de un fenómeno harto conocido en todo el mundo: el populismo. Un autodesignado redentor de los males de su región, alguien cuyo todo capital político era su muy destacada proyección mediática tras años de gestión testicular y de ocupar portadas más o menos afortunadas, recibe el apoyo de miles de asturianos desencantados con razón del resto de la clase política, y confían todo el capital de sus votos en un personaje que representa en sí mismo, que huele a kilómetros, a los más rancio de la política: una mezcla de caciquismo con madreñas, nostalgia del autoritarismo azul en que se educaron y crecieron tantos y tantos para los que el orden apenas es otra cosa que un puñetazo en la mesa, y también, aunque esto se diga menos porque puede espantar a muchos de los nuestros, un batiburrilo de preceptos neoliberales para justificar el saqueo a lo público, el desguace del mismo para los nuestros, siempre para los nuestros, para que hagan caja, allí en Asturias apenas es otra cosa que la ocasión para que una nutrida pleyade de mediocres arribistas, al grito de "políticos y gestores podemos ser todos viendo lo que hay", siquiera al de "ahora nos toca a nosotros pegarle un bocado a la tarta", demuestre al resto del mundo cuán de profunda y endémica parece la decadencia a la que está abocada la sociedad asturiana.
Pero oye, ellos votaron a su redentor, también al grito "es uno de los nuestros", qué importa si luego él sólo sabe entenderse precisamente con "los nuestros", si "los nuestros" no son ni pueden ser los mejores en su rama, los más preparados o trabajadores, todo lo más los más fieles y para de contar, si en realidad concibe su amada región como un coto exclusivo para "los nuestros".
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