(artículo publicado en SOLO NOVELA NEGRA: http://solonovelanegra.com/deudas-del-frio-resena/)
Deudas del Frío de Susana Rodríguez Lezaun plantea una interesante trama alrededor del asesinato de Jorge Viamonte, un director de banco de Pamplona. La investigación alrededor de este asesinato en manos del inspector David Vázquez nos introducirá en un mundo de corruptelas, amenazas, envidias, odios enconados, todo ello ambientado en la Navarra de nuestros días, sin bien no se concreta si en la previa a la llegada de los gobiernos de cambio a la capital y el Viejo Reyno, o en los estertores de los gobiernos de la derecha regional. Así pues, nos encontramos ante la enésima novela negra que aprovecha la desafortunada coyuntura actual resultante de la crisis de los últimos años, con el trasfondo de la corrupción a todos los niveles como principal estandarte de cara a elaborar su trama. De ese modo, y teniendo en cuenta que la novela se ambienta en la Navarra contemporánea y tiene como eje principal el asesinato de un banquero, uno no puede evitar rememorar todo el podrido asunto de la CAN, la Caja de Ahorros de Navarra, paradigma de la caja de ahorros a través de la que los políticos locales mangonearon a sus anchas durante décadas con toda la impunidad del mundo, ya fuera para su beneficio personal o de los suyos, ya como caja de la que sacar fondos para sufragar todo tipo de proyectos tan absurdos como ruinosos, sin olvidar la compra de voluntades y todo lo que ya sabemos que ha sido norma general en la mayor parte de las cajas de ahorro españolas al servicio del poder político.
No obstante, insisto que en el libro de Susana Rodríguez Lezaun lo de la CAN apenas es una referencia que le viene a la cabeza a este lector porque hablando de Navarra resulta casi inevitable. Otra cosa es que la autora de Deudas del Fríoaproveche toda la información que hay sobre los tejemanejes de los políticos navarros de la derecha regionalista al mando durante décadas para bosquejar un retrato de la corrompida sociedad navarra de los últimos años. Me refiero al toque local que singularizaría la novela del resto de novelas del mismo corte y ambientadas en estos años de la crisis. No lo hace. La novela trascurre por escenarios perfectamente reconocibles para los que frecuentamos a menudo Pamplona y Navarra en general, para los que solemos estar al tanto de lo que ocurre en una comunidad foral que no es tan familiar como cercana. Sin embargo, y exceptuando algunos apuntes con manifiesto acento local como los nombres del callejero o los de los personajes, alguna que otra referencia a ETA y a las asociaciones tildadas de abertzales y de la kale borroka como parte del paisaje local, y ya casi que exclusivamente del pasado, la autora apenas incide en aquello que singularizaría el relato ambientado en Pamplona y Navarra de otro ambientado en Murcia o Segovia por las mismas fechas y con personajes similares. No hay mención alguna a la tensión permanente y nunca resuelta entre los partidarios de los dos proyectos indentitarios que caracteriza la Historia contemporánea de Navarra y del que la llegada de los llamados gobiernos de cambio no es sino el último episodio de esta larga e irresoluta pugna banderiza como resultado del descrédito de aquellos otros de la derecha regionalista después de décadas de patrimonializar el poder y sobre todo la idea de Navarra. En la novela, en cambio, sí se habla de fuerzas emergentes como Podemos, si bien el retrato que de hace de la misma en el contexto de la trama que nos ocupa, en este caso como sospechosos más o menos lejanos del asesinato del banquero, roza la caricatura, la misma que se echa en falta al referirse a otros agentes de la sociedad novela, los cuales, y estoy pensando en la ex-presidenta Barcina o el ex alcalde Maya, sí que dan pie al esperpento valleinclanesco en su máxima expresión.
“Miren Ezkaba, miembro activo de varias plataformas sociales y futura candidata a las elecciones municipales por Podemos, se presento en comisaría a las cinco de la tarde acompaña por un abogado, un joven con el pelo largo y grasiento, con una gruesa trenza estilo rastafari surgiendo de un lado de su nuca y un enorme pendiente con forma de colmillo de elefante atravesándole la oreja izquierda. Los dos vestían ropa del mismo estilo: jersey negro de cuello alto, pañuelos palestinos de colores y holgados pantalones color tierra. Vázquez les ofreció un café, que ambos rehusaron, y los condujo hasta su despacho.
-Espero que no cojan por costumbre acosarnos cada vez que alguien golpee el sistema preestablecido.
Insisto en que llama la atención lo muy dada que es Rodríguez Lezaun a estereotipar a unos personajes tan aleatorios dentro de la trama de su novela, y lo poco o nada a hacerlo con otros con mayor presencia en ésta como los policías encargados de la investigación o el entorno del banquero muerto, gente que nunca destaca por lo grotesco de su atuendo o lo previsible de su discurso, gente que en la novela tiene siempre más vueltas.
Por lo demás, las casi 500 páginas de Deudas del Frío es una trama policial pura y dura primorosa y escrupulosamente escrita que no desmerece a ninguna otra de su género. De hecho, es una novela de género perfecta, ofrece todo lo que se espera de él, descripciones de personajes y lugares tan rigurosas como concisas para no lastrar el ritmo del relato, diálogos amenos y sobre todo creíbles, y todo tipo de rodeos, pistas falsas o sorpresas para atrapar al lector a lo largo de tantas páginas.
Deudas del Frío es una muy buena novela de género. Ahora bien, yo a empiezo a dudar si este tipo de novelas los son de verdad del género negro o exclusivamente del policial. Y confieso que lo hago desde mi particular concepción de la novela negra en la que prima aprovechar un suceso luctuoso y la investigación alrededor de éste para hacer un retrato, puede que hasta una denuncia, de la sociedad y el lugar en la que se ambienta. Lo señalo porque con Deudas del Frío y, en general, la mayoría de las novelas auto tituladas de negras que se están publicando de unos años a esta parte, y en las que incluyo las dos medianías que he publicado yo mismo, Muerte entre las Viñas y En el País de los Listos, empiezo a tener la impresión de que los autores hacemos todo lo contrario, que aprovechamos la especial y desgraciada coyuntura actual de España con la crisis de fondo y las corruptelas de todo tipo como fuente de inspiración, para confeccionar tramas que en realidad son exclusivamente policiales porque en ellas lo que prima es averiguar quién es el asesino, el malo, y punto pelota. Es una sensación que se acentúa por la factura de la mayoría de las novelas tachadas de negras y que tienen como principal protagonista a un inspector de policía, un detective privado o cualquier otro agente cuya única función es tirar del ovillo hasta atrapar al malhechor, o lo que es lo mismo, atrapar al lector hasta el final de la novela con todo tipo de recursos, lugares comunes y no pocas vueltas de rosca.
¿De eso va de verdad la novela negra? Me pregunto a mí mismo como perpetrador de dos novelas con inspectora de la Ertzaintza como principal protagonista. No sé, insisto en mis temores de que lo exclusivamente policial parece dejar en un segundo plano lo que debería ser el retrato en negro de nuestros días, la denuncia pura y dura de la podredumbre que nos rodea. Y sí, puede que ese sea precisamente el problema, que estemos haciendo una novela negra excesivamente encorsetada, una novela negra que no arriesga literariamente porque no está dispuesta a defraudar a un lector que busca en ella entretenimiento puro y duro y en exclusiva. Es como si no cupiera la posibilidad de hacer un relato negro de nuestros día sin recurrir a los estereotipos del género, a la fórmula que sabemos que funciona y mejor no te salgas de ahí, no experimentes, no hagas literatura. En cualquier caso, algo pasa con la novela negra cuando como lector uno tiene la sensación de que un tiempo a esta parte no hace sino leer la misma novela ambientada en escenarios de todo tipo, sí, pero protagonizada por los mismos personajes con distintos nombres.
Del Texto © Txema Arinas. Todos los derechos reservados