La edad no perdona y aquel chaval que cuando antaño escuchaba decir a su alrededor, "¿otra?", solía contestar al instante "¡y dos si hacen falta!", prácticamente sigue haciendo lo mismo cuando sale a la noche con sus amigos, si bien que con resultados ya más funestos que nefastos para la salud por la mañana; ay, ay, ay, hasta he echado sangre por la nariz cuando he ido a vomitar la producción de este año de patxarán La Navarra...
Por lo demás que conste que estoy hasta los huevos de que me lleven a comer a locales de moda para treintañeros tirando a pijoteros donde a innovar en la cocina le dicen a echarle sirope por encima a unas costillas que llaman de euskal txerri, se supone que para que quede la hostia de vernáculo y por ello ya se sabe que siempre mejor que lo del resto del planeta tierra y otros tantos vecinos. Así de zumbado anda el personal por estos pagos mirándose siempre al ombligo; como que donde esté la ETB para lobotomizar al pueblo trabajador vasco, que se decía hasta hace dos días, con programas de cocina a todas horas, que se quite TV3 y Putximón, y esto según cuentan los sicarios mediáticos de turno desde los Madriles y la periferia española y muy española. Vamos, que por mí como si el txarri, que decimos en Patatalandia, gocho, chacho, gorrin o su puta madre, es de Cascajales de la Bureba o de Alcalá de las Puñetas; joder qué morro tienen algunos, unos engañabobos de cuidado, empezando por toda la peña presente anoche. Las alcachofas tostadas sobre crema de almendras me gustaron mucho. Con todo, para la próxima ya quedamos que de vuelta a lo seguro, tradición en vena, que innoven si quieren los hipsterpollas treinta y tantos, nosotros de cabeza a la tortilla de bacalao con pimientos verdes, chuletón de kilo de vaca vieja para cada uno, queso con nueces y los litros que hagan falta de sidra de kupela; ya improvisaremos cómo volvemos a casa desde el recóndito caserío a tomar por culo donde probablemente recalaremos, y mejor no pensar cómo; madurar es lo que tiene.
Y nada más, me temo que voy a tener la cabeza todo el día, y encima me toca cocinar en casa de mi madre, como el famoso monumento que aparece en la foto y cuya grosera denominación me ahorro porque las personas serias como yo no van por ahí repitiendo como loros las procacidades del populacho al que pertenece... ¿A que no sabéis por qué le llaman en homenaje al... ? Vamos, lo que me faltaba para que la Zuru y compañía acaben colgándome por los huevos del palo mayor de un ballenero guipuzcoano o así. A quedarse con las ganas, corrección ante todo. El viaje de vuelta a Oviedo va a ser glorioso.
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