jueves, 25 de enero de 2018

LA PELIRROJA


No es que sea un fanático de la cosa céltica, de hecho no creo serlo de nada, dime diletante con su carga más peyorativa y aceptarás; pero, reconozco que como amante de la Historia cuanto más lejana más me interesa. Y de los celtas y su mundo he leído un rato y en serio, clásicos historiográficos como Los celtas y la civilización" de Henry Hubert y en ese plan. Vamos, nada que ver con eso subgénero a medio camino entre el mito y la fantasía pura y dura, cuando no ridícula con ganas, simpática si pensamos en Asterix y compañía, que, partiendo esencialmente del mito artúrico y puede que alguna que otra saga irlandesa, da origen a multitud de bodrios en forma de novela histórica con mucho guerrero pelirrojo medio en pelotas y druidas merlinescos de por medio.

En cualquier caso, lo céltico es en esencia una recreación romántica de finales del XVIII en el que a los historiadores, escritores, músicos ye incluso celebrados historietistas como Hugo Pratt se les dispara la imaginación a falta de fuentes documentales de peso, quitando las sagas irlandesas al estilo de la epopeya de Cúchulainn y el ya mencionado ciclo artúrico, apenas tenemos otros testimonios sobre los celtas que el famoso Bellum Gallicum por Julio Cesar y otros autores grecolatinos en su descripción de una gente a la que tenían esencialmente por bárbaros y cuyas costumbres les horrorizaban tanto como atraían, ya se sabe, la mirada del invasor o colonizador.

De ese modo, podemos establecer que todo lo céltico viene envuelto en las brumas que le son tan propias al paisaje de los países tenidos como de cultura celta, término espinoso en lo que se refiere a la consideración de algunos de ellos como tales, como el caso de Asturias o Galicia, (si lo son a pesar de siglos de profunda romanización a partir de un sustrato aparentemente céltico, por qué no también Castilla-León si sus raíces son claramente celtibéricas, la mayoría de Francia o la antigua Galatia en Turquía?), siquiera ya sólo en aquellos donde todavía se conserva mal que bien una lengua céltica.

Así pues, no otra cosa se puede esperar de una ficción en la que lo céltica tenga algún protagonismo; la bruma que resulta de la mezcla de la interpretación arqueológica o histórica del legado céltico con el mito transmitido durante décadas a través de todo tipo de leyendas o ficciones más o menos populares.

Y es eso mismo lo que uno esperaba de Britannia, una recreación más o menos similar a la que hace esa otra serie histórica, Vikingos, y en la que el rigor histórico parece ser tenido en cuenta siempre y cuando no entorpezca el relato, esto es, el espectáculo, que si hay que poner un ejército de nórdicas guerreras repartiendo sablazos para contentar a cierto público, pues se pone y ya está, poco importa que los argumentos para hacerlo sean, no ya pseudohistóricos, sino directamente falsos; the show must go on.

Y conste que no me parece mal, una cosa es un sesudo reportaje -a ser posible no del actual canal de Historia, por favor- y otra una serie de televisión mejor o peor documentada, pero cuyo fin esencial no es otro que entretener.

Pero ojalá hubiera sido ese el caso de Britannia, una ficción que, por muy descabellada o anacrónica que se nos presentara, hubiera cumplido su objetivo de mantener en vilo al espectador con su trama y personajes al estilo de Juego de Tronos.

No lo es porque Britannia es el zurullo más grande que he visto en mucho tiempo en esto de las series, el último refugio de lo que acaso alguna vez fue un aspirante a cinéfilo. Una gran decepción porque aburre y abochorna por igual. El guión es una conjunto de tramas mal hilvanadas, como si las hubieran echando a rodar a ver si funcionaban por sí solas, la trama principal un engrudo historicista, sin rigor alguno, y mitológico que cae directamente en lo psicodélico, y esto tanto visual como musicalmente, unos diálogos y situaciones que se repiten y se alargan tanto que acaban convirtiendo a la serie en el somnífero más eficaz que he probado en mucho tiempo, los diálogos con su procacidad sin venir al cuento o de un erotismo como de vídeo porno con pretensiones artísticas, y unas escenas que dan tanta pena como grima porque se nota que no había dinero suficiente para un espectáculo en condiciones y han tenido que decantarse por el simulacro de batallas con efectos visuales que no engañan a nadie, no después de la espectacularidad a la que nos han acostumbrado ya Juego de Tronos o Vikingos. Y por si no fuera poco, y aquí mejor no hablar de los capítulos de relleno en los que no pasa nada y además parece que querían rentabilizar un escenario concentrando varias tramas diferentes en un mismo espacio como el que no quiere la cosa, el licenciado en Historia que hay en mí tuvo que oír comentar a una de las reinas britanas que asedia junto con sus aliados romanos -y mejor no hablar de la caracterización de estos, que es acordarme del castro que montan y venirme a la cabeza un campamento de verano de los boy scouts o algo por el estilo- la fortaleza de su enemigos, que estos no tardarán en rendirse porque apenas les debe quedar ya....¡maíz!

De modo que lo único salvable de esta serie es la caracterización de la moza que aparece en la foto. Claro que el motivo no es otro que la pura y dura concupiscencia que me provoca la estampa de la guerrera pelirroja y futura reina de los de su tribu, si es que todavía se me está permitido reconocerme como un ser esencialmente terrenal y no como un cerdo machista que sólo ve a la mujer como un objeto destinado a complacer sus más bajos instintos carnales. Algo que además no puedo evitar porque me recuerda a la hermana de una amiga irlandesa que aterrizaba en casa de ésta en Dublín camino de un trabajo a otro para ducharse y cuya melena pelirroja recién mojada extendida al viento mientras se secaba con una toalla, a lo que había que añadir un agraciado rostro pecoso, unos ojos grises como las nubes que cubren el cielo de la isla esmeralda la mayor parte del año, y una profunda voz gutural en la que el "hi, Sheema, how´re ye?" creo que está entre los hits de mis recuerdos erótico-festivos que conforman ese archivo que todo tío va atesorando a lo largo de su vida para lo de por si acaso un día estás solo, aburrido y no te funciona la wifi.

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