Anteayer saliendo del polideportivo donde llevo el canijo a nadar, una joven y muy pijilla madre que me interpela.
-Perdona, ¿me podías ayudar?; se me ha bloqueado el volante del coche de mi suegra y no sé cómo desbloquearlo.
-Buah, a bueno has ido tú a pedir ayuda...
Pero, como en el fondo soy un caballero, muy en el fondo, accedo a intentar desbloqueárselo como bien pueda. Pues fue sentarme en uno de esos coches diminutos con los que las de su calaña suelen a su vez bloquear el tráfico a la hora de ir a recoger a los niños dejando el coche en doble fila, que el se casi queda bloqueado fui yo. Y no será porque parezca un luchador de sumo o algo por el estilo, que de qué, pero eran metro y ochenta la hostia de tiarrón bien nutrido y una corpulencia digna de un leñador canadiense, encajado en aquella especie de caja de pino; el volante por debajo del ombligo.Total, que meto la llave en el contacto y giro el volante, que era como recordaba que se hacía. Pues no había manera. Eso y que me conozco y no quería quedarme con el volante en la mano.
-Pues ya lo siento; pero...
-¿Y qué hago? - me pregunta casi que haciéndome responsable de su contratiempo.
-Pues no sé. Llama a tu suegra y que te diga cómo se desbloquea...
Te puedes creer que encima que me molesto en ayudarla va la pava y me obsequia con una de las miradas de infinito desprecio más descaradas que había visto nunca en el rostro de una tía, que ya es decir. Una mirada que venía a decir: "¡No, si encima de gordo también monocigótico!"
En fin, mucho disertar sobre la injusticia de los roles de género y nunca sale el tema de lo que tenemos que aguantar los tipos sensibles y educados que sólo sabemos de lo que sabemos, pero de coches, como de ordenadores: justo arrancarlos.
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