Reseña para la revista SOLO NOVELA NEGRA: https://www.solonovelanegra.es/mujeres-que-matan-de-alberto-barrera-tyszka-por-txema-arinas/?fbclid=IwAR0gSaDzvhTm3bWdmOSsMpHXiWNA51AQVb5ivo8ESz1Fe2-ySPeLQt78xPw
En una ciudad sin nombre, desolada por la violencia y el hambre, un grupo de mujeres decide crear un club de lectura que las acercará a un acto liberador: matar. En nuestras sociedades impunes y machistas, toda mujer esconde un deseo latente de venganza, toda mujer tiene un crimen pendiente. Para el peculiar grupo de lectoras que recorre las páginas de esta distopía caribeña, la aventura literaria deviene pronto en un medio para escapar de la angustia cotidiana. Un primer crimen fortuito las convierte en cómplices y la lectura de un libro de autoayuda, en asesinas. Con una sensibilidad única para entender el universo femenino, sus gestos íntimos y sus deseos más oscuros, con el trepidante ritmo de un thriller y con la profundidad analítica de un testigo alerta de nuestros días, Mujeres que matan es la confirmación del venezolano Alberto Barrera Tyszka como uno de los grandes narradores de nuestra lengua.
Autor
Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960) es autor de las novelas También el corazón es un descuido (2001), La enfermedad (Premio Herralde, 2006) y Rating (2011), y de los libros de cuentos Edición de lujo (1990), Perros (2006) y Crímenes (2009). En colaboración con la periodista Cristina Marcano publicó la primera biografía documentada del presidente de Venezuela: Hugo Chávez sin uniforme. Una historia personal (2005). Es licenciado por la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela, donde imparte clases en la cátedra de Crónicas. Durante años también ha ejercido de guionista para telenovelas. Colabora habitualmente con medios como El País, El Nacional, Letras Libres, Etiqueta Negra y Gatopardo.
Reseña
“… que esa ciudad no era una ciudad sino una muerte disfrazada de calles y de edificios …”
Mujeres que matan – Alberto BareraTyszka
“Mujeres que matan” de Alberto Barrera Tyszka es una novela negra, negrísima, que bien podríamos ubicar en el “no-género” de las novelas negras de escritores literarios, es decir, de autores en principio ajenos al género, pero que, y por lo que sea, de repente se descuelgan con una novela negra de factura más o menos clásica. Para entendernos, y sin necesidad de mirar más allá de la literatura en nuestra lengua, estoy pensando en autores esencialmente literarios de la talla del argentino Juan José Saer con “La Pesquisa” o el español Luis Mateo Diez con “El animal piadoso”.
Ambos escritores son reputados creadores de un territorio literario mítico en que acostumbran a ambientar la mayoría de su narrativa; pero que, de repente, sintieron la necesidad, tanto de alejarse de ese territorio como del tono que imprimían a su escritura, para descolgarse con obras inspiradas en el género negro, quien sabe si con el propósito de elevar el género o ya solo de experimentar otros modos de escribir acaso más ligeros o populares de esos supuestamente tan exquisitos a los que estaban obligados. Ambos también fracasaron en su intento, porque, en ese pujo por valerse del género negro para crear otra cosa alejada de los usos de éste, no consiguieron complacer, ni a sus seguidores habituales por lo que suponían esas novelas de mero capricho dentro de lo que son dos obras literarias perfectamente definidas y sobre todo reconocibles, y todavía menos a los amantes del género por lo que había en dichas supuestas novelas negras de infinita pretenciosidad, cuales, si se distinguían por algo, era por su irreverencia respecto a la eficacia narrativa de los grandes clásicos del género.
En resumen, siendo tan excelsos en lo suyo no pudieron) superar a los grandes clásicos del género al estilo de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Leonardo Sciascia y otros, y acabaron escribiendo novelas negras que decepcionaban a unos y otros, novelas que no funcionaban ni como negras ni como literarias, novelas que pasaron a ser secundarias dentro de sus respectivas y magnas obras, y completamente insignificantes o desconocidas para los amantes del género que nos ocupa. Quién sabe si lo hicieron en la convicción de que estos a su lado eran escritores menores por no cultivar el género exclusivamente literario como ellos.
Pues bien, no es precisamente el caso del escritor Alberto Barrera Tyszka (Caracas, 1960). Hablamos de un narrador, poeta, columnista y guionista venezolano, articulista de New York Times (en español) y de Efecto Cocuyo en Venezuela, y ganador del Premio Herralde de Novela 2006 y del Premio Tusquets de Novela en 2015. Un autor que ha destacado por novelas como También el corazón es un descuido (2001), La enfermedad (2006), Rating (2011) o Patria o muerte (2015).
Novelas en las que, dejando a un lado el crudo intimismo de La enfermedad, Barrera Tyska retrata con no poca ironía y también grandes dosis de lirismo pesimista la realidad actual de su país, Venezuela. De ese modo, huelga decir que no nos encontramos ante un escritor de novela negra al uso, alguien cuyo principal objetivo como autor es plasmar su mirada sobre la realidad a través del género, sino más bien ante un escritor cuya mirada sobre la realidad que le rodea le ha llevado en esta ocasión, y siempre en su búsqueda por reflejar de diversas maneras la realidad de su convulso país, al género negro.
De hecho, ni siquiera parece haber sido el género negro su primera opción, sino más bien ese otro de la distopía. De ese modo, Barrera Tyszka plantea una ciudad ficticia, desolada por la violencia y el hambre, en manos de un ignoto Alto Mando que por momentos recuerda al Gran Hermano de Orwell, donde un grupo de mujeres decide crear un club de lectura con el propósito de huir de la desazón del día a día en una distopía caribeña que el lector enseguida identifica como la Venezuela contemporánea y a la ciudad como Caracas.
Una vez hechas ya amigas y por lo tanto conocedoras cada una de ellas de las peripecias vitales de las otras, y aquí muy en especial de sus angustias o traumas, las mujeres del club emprenden una venganza sobre los hombres responsables de ellas. El primer crimen se desencadena de una manera fortuita como consecuencia de la lectura de un libro de autoayuda. Un crimen que las hace cómplices a todas y las anima a participar en la venganza personal de cada una de ellas.
Con este planteamiento no cabe duda de que nos encontramos ante una novela de claro aliento feminista en la que autor hace un ejercicio extraordinario para entender el universo feminista, en especial las razones que las empujan a cometer dichos crímenes como venganza por la violencia implícita de la que son objeto las protagonistas en una sociedad donde el machismo es tan latente como impune, y sobre todo para referir sus gestos y deseos más íntimos y oscuros.
A partir de ahí, y junto con el retrato tan punzante como sombrío que una vez más nos deja Barrera Tyszka de las sociedad venezolana contemporánea por muy disfrazada que parezca estar tras esa realidad supuesta distópica, siquiera la ironía más grande de todas las que encierra la novela, nos encontramos con texto de ritmo trepidante, puro thriller al más genuino estilo del género, con escenas de acción que no desmerecen en nada a ningún habitual del mismo y puede que hasta antológicas como pocas veces ya en un género no poco trillado ni nada.
A decir verdad, es tanto el planteamiento de la novela, donde encontramos la sátira recurrente del autor a la hora de enfrentarse a la realidad venezolana, el ejercicio ya mencionado de aproximación al mundo femenino y la referencia a la literatura como un verdadero recurso terapéutico para las enfermedades del alma muy alejado de ese fraude moral que son los libros de autoayuda (imposible aquí no entablar un paralelismo con la crítica de Cervantes en El Quijote a los libros de Caballería, e incluso concebir a las protagonistas como unas Quijotes o Sancho Panzas de su época y entorno), como lo original, y sobre todo poco previsible, del desarrollo de la trama, lo que hacen de esta historia negra, negrísima, una novela excepcional.
Una novela en la que, insisto, este lector que la reseña tiene la impresión de que ha sido el género quien ha ido al encuentro del autor y no al revés. En efecto, parecería que el autor ni siquiera se habría planteado en un primer momento escribir una novela negra, que lo ha hecho porque no le ha quedado otra teniendo en cuenta los ingredientes que tenía entre manos. Y acaso por eso también, porque había una novela negra sobre la desquiciada realidad venezolana y la particular idiosincrasia de sus gentes, en especial la de sus machos siempre dominantes para no desmentir el estereotipo latino-caribeño, por eso y sobre todo por cómo ambas circunstancias sojuzgan, abusan y humillan siempre al eslabón más débil y oprimido de la sociedad, las mujeres, se diría que el genero ha encontrado al que probablemente es el escritor mejor dotado para escribir dicha novela.
Una novela negra escrita por un escritor de esos que, insisto, podría ser considerado un intruso en el género, incluso un aventurero; pero, que en esta ocasión, y al contrario de los ejemplos citados al principio, lejos de parodiarlo o intentar elevarlo para hacer otra cosa que nada tiene que ver con la filosofía de este, consigue no solo complacer al más acérrimo de sus seguidores, sino que además demuestra hasta qué punto es cierto que para revitalizarlo del anquilosamiento en el que parece sumido desde hace tiempo, acaso como consecuencia de su propio éxito y la consecuente y abrumadora catarata de títulos que no hacen otra cosa que repetirse a sí mismos, todavía hay muchos territorios ignotos que descubrir a poco que los autores se atrevan aventurarse más allá de su particular zona de confort creativo.
©Reseña: Txema Arinas, 2020.
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