lunes, 25 de enero de 2010

LES CITRONIERS


Largo fin de semana casero con el DVD a toda pastilla. Y entre una cinta insustancial y otra, esto es, mucho cine américano de segunda regional, a destacar el último de género negro con Michael Douglas en el reparto, Más Allá de La Duda, como una pifia argumental de tomo y lomo, más previble que un discurso de Rajoy o Zapatero, un claro ejemplo de la seguía de ideas que padece la industria de Hollywood de un tiempo a esta parte. Por no hablar del cine español, Gordos, una peli que en su momento ensalzaron por la originalidad de su planteamiento, cómo afecta la gordura a las relaciones personales de los individuos(en la peli se empeñan en hablar de obesidad cuando sólo uno de los protagonistas -el vitoriano Fernando Albizu- lo es, como que el resto engorda y adelgaza según le da y el por qué es precisamente el supuesto quid de la peli) y que a mí se me hizo otra de líos de faldas a la española, mucho sexo oral, o séase, hablado, parejas postmodernas, aluvión de tópicos sobre la homosexualidad hasta dar en la caricatura y poco más. Mira que la primera del director, Daniel Sánchez Arevalo, "Azul oscuro casi negro" sí que estaba bien, un planteamiento la mar de original y los actores, muchos de los cuales repiten en Gordos, estaban de lo que tienen que estar, de cine, a destacar la maravillosa Marta Etura.

Menos mal que por fin pude convencer a mi señora para ver Los Limoneros, una película israelí aclamadada por todas partes, claro que cuando se dice eso viene a significar en multitud de festivales del gremio, lo cual paradojicamente no sólo no es garantía de calidad, sino incluso, y en más de una ocasión, más bien de todo lo contrario, de coñazo al canto y poco más, y si no a contar los palmarés que se llevan algunas pelis iraníes tipo niña sale de casa por la mañana a comprar el pan y de eso va la peli hasta que a la nena le da el cambio el panadero, será cosa de sensibilidades y cultura cinematográfica, que uno no tiene ni de lo uno ni de lo otro, ni ganas, a diferencia de otros no veo pelis para sufrir sino para disfrutar, ya sea riéndome o emocionándome, lo demás, la profundidad inexcrutable de algunos bodrios que se la coman con patatas los enterados de turno con sus correspondientes gafas de pasta.

El caso que los limomeros tiene la siguiente sipnosis:

Una mujer palestina que lleva décadas viviendo en su finca, en la que cultiva limones, ve cómo, de la noche a la mañana, y porque han nombrado a su vecino ministro de Defensa, el ejército israelí arrasa parte de sus tierras por aparentes razones de seguridad, lo que le sume en la miseria. Basada en una historia real, Los limoneros es una sólida, valiente peripecia que habla menos de un caso único que de todo un pueblo: en el fondo, lo que el filme propone con extrema delicadeza, pero también con un punto de vista crítico que no ahorra sus dardos sobre propios y ajenos, es una indisimulada reflexión sobre la ocupación israelí de los territorios palestinos. Y lo hace con las formas de un poderoso retrato femenino, que en ocasiones se desdobla en dos (la esposa del ministro pronto entenderá los puntos de vista de su machacada vecina). Sensible pero no sensiblera, audaz en su apuesta política, esta es una de esas películas que resulta punto menos que imprescindible para entender la magnitud de lo que por esas tierras se está viviendo.

Que sea una historia real o no es algo que realmente nunca entendido a la hora de afrontar una obra de cine, literatura o lo que sea; la historia en pantalla o por escrito se tiene que sostener por sí sola independientemente de si proviene de la imaginación del autor en exclusiva -lo que por supuesto siempre es de mayor mérito- o de la cruda realidad, a no ser que haya algo de morbo de por medio o así. Esta se sostiene y con ganas, desde la belleza de la primera mirada de la protagonista, la actriz Hiam Abbas, pasando por la del paisaje de los limones, y por extensión de esa zona de la Cisjordania ocupada -en contra de lo que cree la mayoría más parecida a un vergel en medio del desierto que un desierto con camellos al uso-, la historia con sus diferentes ramificaciones es de una sutilizesa asombrosa, desde las contradiciones en las diferentes actitudes de los protagonistas de uno y otro lado, las denuncias de la intolerancia indirecta en el interior de dos mundos ya de por sí intolerantes hacia el enemigo-vecino, a la historia de amor más que latente entre la protagonista madura y el jovén abogado, descrita con toda la tensión de sus situaciones personales, de su mundo islámico, de su coyuntura política. En fin, una maravilla que a la postre se podría reducir muy frívolamente a una peli de género, el de los juicios a la americana y así (como el del bodrio ese de Más allá de la duda), pero claro, salvando las distancias entre el espectáculo del sistema judicial americano y toda la hipócrita parafernalia judicial israeli que bajo una apariencia de respeto escrupuloso al estado de derecho rubrifica las constantes e imparables tropelias del estado israelí comete con los palestinos, pues entre el descerebrado terrorista palestino que se inmola llevándose por delante a un montón de gente y el éjército judío que dispara sin preguntar en nombre de la seguridad, que derrumba casas por más de lo mismo, que hace imposible la vida cotidiana a millones de palestinos, y en suma, que perpetua una ocupación amparándose en mil y una triquiñuelas con tal de hacer caso omiso de la justicia internacional, de arrebatar la tierra a los palestinos pasito a pasito, muro tras muro, hasta la ocupación total e irreversible, sólo hay un matiz de medios, de dinero si se quiere, la que va de la fuerza incomensurable y arbitraria de uno de los ejércitos mejor armados del mundo a la desesperada, ciega y fanática del martir de turno.

Pero esto ya es divagar y mucho más allá del tema de la peli, una cuestión de limones, y sobre todo desviar el foco de atención de la protagonista, qué mujer, qué personaje, a ver si encuentro más cosas de ella que ando de un platónico que asusto, ojalá, insahlá.

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