Nada más entrar en la cafetería de todas las mañanas. Un señor maduro, sesenta y algo, despotricando a voz en grito contra Zapatero, que si mira qué sinvergüenza que después de cómo ha dejado a España se está haciendo un chalecito en León, que si todos esos de izquierda son iguales, que lo que les pone de verdad es vivir como ricos, emular a los señoritos.
Todo esto, repito, a voz en grito, como si le fuera la vida al tipo, puñetazo sobre la barra incluidos. Y García, que es el habitual que controla el local desde su esquina en la barra mientras repasa el periódico, le espeta que a ver qué le ha hecho a él Zapatero que no le hayan hecho también los otros, que puestos a indignarse por qué no dice nada del paisano Rato, que Zapatero habrá sido un presidente nefasto, sí claro que sí, el puesto le quedó grande, pero fueron los españoles quienes le votaron, y como tal ha cobrado, lo suficiente para vivir lo mínimamente acorde a su cargo. ¿O es que acaso tiene noticias de que haya metido la mano, de qué se haya llevado lo que no le corresponde? Entonces, qué espera, que el ex-presidente de España se vaya a vivir a un pisito de cuarenta metros en Lavapies como castigo por su nefasta gestión. Es que la gente de izquierdas para poder tildarse de tal tiene que vivir siempre y sin excepción como cualquier obrero, independientemente de que se haya ganado honradamente su patrimonio en el ejercicio de su profesión o cargo.
Pues el señor erre que erre a grito pelado, se ve que estaba tan convencido de sus argumentos que se sentía obligado a expresarlos tal que así para que todo el mundo le oyera, lo que se llama un filántropo. Que si eres de izquierdas luego no te hagas un chalecito en León, que si vives como un señorito luego no vayas diciendo que defiendes a los trabajadores. No podía concebirlo, por lo visto en su imaginario ser de izquierdas era sinónimo de vivir con lo justo, renunciar a un buen nivel de vida porque de tenerlo ya luego ese mismo te desautoriza para defender a los que no lo tienen, ya no, ya no puedes protestar contra los abusos de los poderosos porque estás entre sus filas, ya no tienes derecho a simpatizar con los oprimidos o los menos favorecidos, te has convertido en uno de ellos por una mera cuestión de renta, de nada valen conceptos como la inteligencia emocional, la sensibilidad hacía tu prójimo o el mero derecho a la utopía, esto es, aspirar a una sociedad en la que todos tengamos las mismas posibilidades y nos diferenciemos según nuestras capacidades, una sociedad de ciudadanos iguales según la ley y diferentes según su talento o intelecto. Claro que, a la vista del personaje y como expresaba sus convicciones sin argumentos de fuste, claro que no le valían estos conceptos, al menos a él no, son demasiado complicados.
Así de simple el pavo. Y lo peor es la convicción de que como a él los hay a patadas, convencidos de que la práctica totalidad de los que ellos llaman despectivamente "progres" les toman el pelo por el solo hecho de vivir mejor que ellos. Lo curioso es que en su rechazo a los progres en cuestión no suele asomar por ningún lado, no ya solo el reconocimiento de que algo de mérito tiene que tener el hecho de que alguien que no lo necesita se moleste en preocuparse y defender a los que no disfrutan de su misma suerte, sino sobre todo la crítica a los otros, a los que además de vivir o ser unos señoritos de pata negra, apenas manifiestan sensibilidad o solidaridad alguna hacia los que no son como ellos, de ahí la alegre indiferencia con la que toman medidas contra los menos favorecidos, la escasa o nula sensibilidad que demuestran a la hora de meter la tijera; y sin ir más lejos, y porque queda cerca, a la hora de recortar el 60% de las subvenciones al carbón de golpe y porrazo condenando a la miseria a comarcas enteras con sus gentes, y no paulatinamente como había acordado el anterior gobierno con el sector para ir preparando el terreno y buscando alternativas a todas las familias que viven del carbón. Pero bueno, será que lo que de verdad les molesta, y con razón, a los tipos como el de la cafetería es que esos de izquierdas les mientan cuando dicen A y luego hacen B. Lo contrario sería pensar la mezquindad de que ciertos trabajadores aborrecen a los que defienden sus intereses porque en realidad les gustaría estar en el lugar de sus patrones y de ahí la admiración y apoyo que les profesan como buenos lacayos; como que algunos dicen que sólo así se puede explicar las mayorías que le dan a una señorita populista y clasista como Esperanza Aguirre muchas poblaciones del cinturón obrero de Madrid.
Valga esta anécdota, verídica, del tipo que en lugar de indignarse por todas las mentiras y canalladas que los poderes fácticos de su país han perpetrado y perpetran a diario con la connivencia de los que nos gobiernan, prefieren arremeter contra los que se indignan por lo que está pasando independientemente de su renta o biografía, para introducir la anécdota de otro día durante la entrevista de Julia Otero en televisión a Serrat y Sabina. Un joven fontanero aprovechaba la oportunidad que le brindaban para acusar a los dos cantantes de progres hipócritas que se las daban de rojos mientras vivían como millonarios. Serrat no se pudo aguantar, vamos, que se harto de condescender con los lugares comunes de los simples como el telespectador en cuestión y le contestó lo obvio, que su dinero se lo había ganado honradamente, sin meter la mano en el bolsillo de nadie, no como otros, y que no por poder disfrutar del nivel de vida que disfrutaba tenía que renunciar a su conciencia social, máxime cuando aquellos a los que se defendía eran su propia gente, pues no había nacido precisamente en los alrededores de la calle Serrano de Madrid o el barrio de Gracia de Barcelona, sino en una familia trabajadora.
Es de una obviedad que espanta, y aún así, insisto, los tipos como el fontanero los hay a patadas, ya no sólo les repatea que otros vivan mejor porque se lo han ganado, porque no es lo mismo cambiar grifos que crear canciones que forman parte del patrimonio cultural de millones de personas, si bien es cierto que los hay que piensan que lo contrario, que donde esté un grifo..., que no entienden principios tan básicos como el de conciencia social o solidaridad porque los básicos son ellos, como que a la hora de emitir juicios su escala de valores viene condicionada por la envidia o el resentimiento antes que por cualquier otra idea más elevada, sino que enciman prefieren jalear a los que de verdad les dan por el culo, quién sabe si en la convicción de que, puestos a elegir, mejor que te den los señoritos de toda la vida, los ricos con pedigrí, siquiera sólo los bien situados de cuna, los que siempre han cortado el bacalao, la gente de orden de toda la vida como la marquesa que mangonea en Madrid, que ellos saben cómo hacerlo, a conciencia además, mejor dicho sin ella, que no esos otros con los que hasta puede que creciéramos juntos y aún así tuvieron la desfachatez de aspirar a más, aspirar a ser ellos los que les dieran por culo.
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