La semana pasaba tocaba la graduación del canijo en la guardería. ¿La gradua... qué? Pues eso, que como ahora lo que tira y mucho es trasladar las pijadas que se ven en las series americanas, pues que ahora les ha dado a los de la llamada comunidad escolar por celebrar graduaciones al más genuino estilo Malboro. Actos que, en mi humilde, prejuiciada y quiscollosa manera de ver las cosas, dan sin remedio en payasada, pues sólo de tal se puede tildar el hecho de querer emular costumbres sin arraigo alguno en tu cultura o entorno. Así que no puede haber nada más patético que un grupo de profesores y alumnos españoles intentando copiar dicha costumbre americana, a mí se me antoja lo más parecido a una Feria de Sevilla en Nagasaki.
Ahora bien, lo que ya tiene delito es que también lo hagan en la guardería. Ya no es solo que los pobres enanos no se apeen de la misa la media, que bien visto, puede que sí, que eso sea lo mejor, que no se den cuenta de que los están graduando en vocalización, aseo personal y esfinteres, sino, más bien, lo ridículos que quedan los pobres con sus birretes de cartón y sus caras de "qué hace todo esa gente mirándome, me voy a perder los Pingüinos de Magadascar"; yo, ya puestos, los hubiera graduado con la montera picona en un intento de fusionar lo local con el McDonalds.
Pero bueno, allí estábamos a las seis de la tarde, papa, mama y el hermano mayor. Puntuales y dispuestos, tras su correspondiente sesión de autocontrol delante del espejo, a apechugar con dos horas de ñoñería a raudales. Claro que esto último apenas es otra cosa que la percepción de un servidor en base a experiencias anteriores, o dicho de otro modo, la típica apreciación subjetiva de un individuo que pone pegas a todo, que todo le parece mal, que no puede estar sin dar su opinión siempre negativa, un tocapelotas de cuidado, mosca cojonera a toda costa y a todas horas, listillo del tres al cuarto. En resumen, un mal bicho de cuidado. Por eso, y porque en momentos como éste siempre me acuerdo de mi amiga Virginia preguntándome a ver por qué tengo que ser como soy, lo que en realidad equivale a "¿por qué no puedes ser como yo, tú y el resto del mundo?, me propuse tomarme las cosas de otro modo, positivamente que se dice, confraternizando con el resto de los padres, tan excitados que estaban todo con la idea de ver a sus retoños haciendo el memo a las órdenes de sus alegres y eficientes SS Aufseherin que algunos hasta se trajeron a la güela de ochenta y muchos para que disfrutara del espectáculo; luego ya la aparcaron en una de las sillas de los bebés y se fueron a pegar la hebra con el resto de los padres: enternecedor.
Pues ni por esas. Como si no fuera poca la vergüenza ajena de ver a tu pequeño disfrazado de graduado anglo, las simpáticas y dicharacheras cuidadoras de la guardería también nos sometieron a una serie de actos previos que sólo soy capaz de calificar de... ¡puto coñazo! Primero vino el número de los oficios. Al nuestro le tocó de carpintero, así como de fontanero, médico, bombero, futbolista, policía y demás oficios al resto de... los chicos. A ellas ya se encargaron de disfrazarlas de enfermeras, modistas, peluqueras, azafatas... Toma paridad, toma proyecto pedagógico de altos vuelos, solo faltó que saliera una de las cuidadoras en plan Ana Botella explicándonos lo de las peras y las manzanas. Pero oyes, los padres encantados, aplaudiendo a rabiar; yo ya es que veía volar gaviotas por todas partes...
Triste muy triste. Pero si sólo se hubiera quedado ahí. Pues no, como hay que justificar de alguna manera el pastón mensual que nos levantan, la siguiente perfomance estuvo a cargo de la profesora de inglés nativa Mss... no sé qué, una tipa a mi juicio directamente sacada del cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos en el papel de la madrastra, faltaría más. Así que, tras ponernos firmes a los padres y recordarnos la importancia del inglés ahora que España está hecha una mierda y que muchos de nuestros hijos tendrán que emigrar al extranjero a buscar trabajo, simpática hija de..., procedió a un experimento con nuestros hijos cuyo único objetivo en un principio parecía ser justificar su sueldo, pero que luego se convirtió en un acto de auténtico sadismo para con la paciencia, o más bien la resistencia de los allí presentes al calor, el sudor ajeno y las cataratas de baba vertidas por los padres ante el tartamudeo en inglés de sus retoños. Pues no se le ocurrió otra cosa a la hija de la Gran Bretaña que sacar a todos los críos de uno en uno para someterlos a un pequeño interrogatorio digno de Guantánamo, what´s your name? Mineinispelayo!; casi me abro paso entre los padres con el fin de rescatar a mi compungido retoño de las garras de aquella especie de agente de la CIA frustrada.
¿Que exagero? Porque no me ha querido colgar todavía mi señora el vídeo de la graduación, de ahí que ésta aparezca sin ilustración alguna, que si no bastaría con ver la jeta de agobio infinito que lucía el pobre Mikel para darse cuenta del mal trago que estaba sufriendo el pobre, que ya no es que no marcara el paso ni con un tambor durante el patético baile con el que nos obsequiaron al final, es que se iba todo el rato hacia nosotros porque, criterio que tiene el enano, que lo suyo me ha costado, no estaba dispuesto a seguir participando en semejante patochada ni un solo segundo más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario