Cuando al actual ministro del interior le preguntaron por las víctimas de abusos policiales tuvo la desfachatez de contestar que se trataban de meros "daños colaterales", se retrató él y todo su gobierno. Uno podría haber esperado de alguien que se dice demócrata cierta sensibilidad hacia las víctimas de todo tipo. Pero ya, ya, parece ser que unas sí son dignas de reconocimiento y otras simplemente no constan, nadie sabe de ellas, si llaman a la puerta nadie se la abre, no se les espera, están de más.
¿Por qué? Se ha escrito mucho sobre ello y yo no voy a decir nada nuevo. Todo lo más dejar constancia escrita de mi mala fe, de mi suspicacia innata hacia este gobierno tan sectario como todos los demás, más deudor de su propia estrategia que de valores que deberían ser universales. ¿Pero es que ha habido víctimas de abusos policiales? Se contabilizan más de trescientas, si bien los requisitos que exige el Gobierno Vasco para ser consideradas como tales disciernen de los de algunas asociaciones de víctimas. En cualquier caso, haberlas haylas, cómo no va haberlas, desde la impunidad con la que las fuerzas de desorden franquistas perpetraban asesinatos y abusos sobre personas que incluso nada tenían que ver con la política, por error, siempre por error, nunca porque tenían el gatillo fácil y la impunidad asegurada, eso que luego llamaban "errores lamentables", lo que de pequeños cuando nos encontrábamos en un atasco dentro del coche de nuestros padres se traducía en "ha habido un tiroteo en un control y parece ser que le han dado a alguien..." , al GAL de Galindo y Barrionuevo, pasando por la Triple A, el Batallón Vasco Español o los caídos en tiroteos indiscriminados o durante una estancia en comisaria, sometidos a sesiones de interrogatorio que, como bien ha denunciado Anmistia Internacional hasta nuestros días, sí, hasta el año pasado sin ir más lejos, en realidad lo eran de tortura con sus famosas bañeras, capuchas, cargas eléctricas y demás excelencias del innoble arte de destruir a la persona.
Recordarlo hasta hace muy poco está muy pero que muy mal visto. Sobre todo del Ebro hacia abajo, donde no era de buen tono, no mientras ETA mataba a diario, en el país en el que los matices son siempre sospechosos por principio, aludir a la existencia de estas víctimas era poco menos que colocarte al lado de los asesinos etarras. Siempre había un bobo que te señalaba, para ellos incluso era poco lo que hacía la Policía Nacional y la Guardia Civil cuando cometían una tropelía, un asesinato, a la mínima de cambio te salían con lo de mandar los tanques y meternos a todos en campos de concentración; demócratas. Hay que recordarlo, escribirlo a todas horas si hace falta, tener bien presente que si unos estaban convencidos de estar en guerra, del otro lado no eran menos, aunque ahora nos vengan con lo de que el Estado de Derecho, la democracia y demás mandangas en las que sólo creían de verdad lo que siempre tuvieron claro que ni lo uno ni lo otro estaba bien. Sin embargo, su existencia era tan conocida, obvia, en el País Vasco que uno no puede sino aplaudir al Gobierno de Patxi López por este gesto de reconocimiento. Resulta imprescindible para poner los cimientos de la futura reconciliación. No puede haber víctimas de primera y de segunda. Si las hay será porque algo huele a podrido, huele a manipulación del recuerdo de unas con fines exclusivamente políticos, que se extienda la idea de que aquí los únicos que hicieron daño fue ETA, nos interesa para culpabilizar al nacionalismo vasco en su conjunto, evitar que se hable de verdad de las causas que dieron alas a ETA durante todos estos años, que se crea que si los otros cayeron fue porque estaban al lado de los malos, y eso cuando muchas de las víctimas de abusos policiales simplemente fueron errores de éstas, pasaban por allí; ETA también tiene los suyos de acuerdo con su (i)lógica demencial.
En fin, por lo menos en el paisito parece que lo tienen claro, siquiera sólo porque dentro del abanico político la opinión mayoritaria a izquierda y derecha, entre la mayoría de abertzales y constitucionalistas, converge hacia el denominador común de rechazo de todo tipo de violencia política, a la necesidad imperiosa de reconocer y reparar a las víctimas de un lado y otro, qué decir de los que no estaban en ninguna parte. Ahí no se pueden buscar réditos políticos, es una simple cuestión de decencia moral y democrática. Eso lo tiene muy claro la mayoría del abanico político a excepción de sus extremos. Por eso coinciden los de la Izquierda Abertzale con su negativa a homenajear a las víctimas de ETA y los del PP con su rechazo a sumarse al acto del Gobierno Vasco en reparación de las causadas por las fuerzas policiales. No les conviene para sus respectivas estrategias políticas, les afea su discurso de confrontación, su maniqueismo electoral. El problema es que cuanto levantas la vista más allá de esa muga metafórica que separa la sociedad vasca de la española, te encuentras que al otro lado de ésta ocurre prácticamente todo lo contrario, la opinión mayoritaria acerca de lo que debería ser el futuro en paz de Euskal Herria, término que hasta consideran inventado o ya directamente proetarra los muy ignorantes, hablo de la ignorancia interesada, la de negar por principio al otro, es precisamente la de uno de esos extremos. ¿Por qué será? Yo especulo con todo.
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