Parece ser que hoy toca jornada de reflexión. En mi caso, y como mucho, media porque la otra me la he pasado haciendo malabares gastrointestinales como consecuencia de la ingesta desmesurado de bebidas con una acidez superior a la que mi organismo de machote y bebedor consumado puede aguantar. Vamos, que he pasado una noche de mil demonios, jurando en hebreo y eructando ácido todo el rato. Pero bueno, eso ha sido en la soledad del sofá del salón venga a revolverme sobre la manta, un frío que te cagas y ya cuando me he despertado que me he visto en paños menores, ¿dónde está el pijama? En fin, que me quiten lo bailado, que espero que no bailara anoche como otras veces, espero, espero, no recuerdo gran cosa, y tampoco entiendo porque lo primero que le he dicho a mi pareja es que odio a muerte a los urbanistas; me ha mandado de vuelta a la cama.
En cualquier caso, toca jornada de reflexión y por mí que se la devuelvo. Hace tiempo ya, antes incluso de empezar la campaña, que decidí que no iba a votar a ningún partido político. A decir verdad, la plana mayor de los partidos de cualquier tipo y condición me provocan un hastío tremendo. No soporto ya este estúpido y corrupto partidismo en el que vivimos, la sensación de que no pasa nada, no cambia nada, por muy mal que esté la cosa, por mucho que los ciudadanos protesten para que se cambien las cosas, para que se profundice de una vez por todas en la verdadera democratización de nuestras instituciones, porque se exija un mínimo de condiciones éticas a los políticos entre las que hay que destacar la obligación de ser transparente, de responder siempre al ciudadano, de exhibir un currículo adecuado al cargo, la de no perpetuarse en el mismo, la de no aprovecharse de haberlo tenido para luego llevarse un sueldo abultado y casi que de por vida por calentar un sillón en un consejo de administración, para que se instaure de una vez por todas la obligación de presentar listas abiertas con el fin de que el ciudadano escoja de verdad a quien desee y no al que decida la cúpula del partido de turno, y sobre todo que se lo merezca. Todo esto a la vez, claro está, de castigar al que no hace nada o no se tiene noticia de él porque no se ha encargado de darse a conocer por sus actos, es decir, al que lleva toda la vida agazapado entre sus compañeros, rellenando listas y poco más, viviendo de los ciudadanos y no para ellos.... En fin, la sensación de que todo esto se lo pasan directamente por el forro de los cojones porque por regla general desprecian a la masa que les votamos y viven muy a gusto con el estado actual de las cosas, les sale muy a renta, que se dice. Y sí, por supuesto, demagogo, populista y todo lo que quieran, que de eso va la cosa, de descalificar con semejantes términos al que pone en tela de juicio su sistema y además exige su reforma total, algunos. Quieren asustar a los más tontos o pusilánimes, a esa mayoría silenciosa que dicen que les sigue apoyando, como que muchos llegan a creérselo y de ahí que en Galicia es probable que vuelvan a votarlos en masa... En seguida te salen en tromba con la caterva de frases hechas para estas situaciones, que si las cosas no son tan fáciles, que si se necesita tal o cual mayoría, que la Constitución, la bendita, sacrosanta e intocable Constitución no lo permite... de no ser, ahí es buena, que lo digan desde Alemania, entonces sí, entonces lo que era imposible, complicadísimo, casi pecado, se resuelve en un santiamén, y luego eso, a tachar de demagogos al prójimo.
En fin, eso en lo tocante a la política en general a grandes rasgos. En lo particular, lo que me atañe aquí, las elecciones de mañana en la parte occidental de mi país, mi nación: Sí señor, en mi concepción de la organización política en la que he nacido y vivo España es una nación de naciones y la mía es la vasca con sus siete territorios históricos, no sólo ese trocito donde mañana hay elecciones al parlamento. Luego por extensión también la española, que suma y no resta, siquiera ya solo como el marco superior en el que actualmente vivimos la mayoría de los vascos, por ahora o para siempre, que eso, frente a otras muchas cosas para mí más prioritarias, realmente me la trae floja. Esto es, no soy nacionalista porque no hago de mi sentimiento de pertenencia a una nación determinada una opción política, pero sí tengo un concepto nacional de Euskal Herria por su Historia, cultura, lengua, etc. Y si por eso tengo que ser tachado de todo lo peor por los nacionalistas de un color u otro que exigen lealtades inquebrantables a sus banderas, que no admiten matices porque lo ven todo en blanco o negro, pues anda y que les jodan.. Y esto lo digo porque la experiencia en el trato con la peña te lleva a la conclusión de que la mayoría de la gente necesita, le urge, clasificar al otro a toda costa, situarte a un lado u otro de la divisoria que trazan en su cabeza. De ese modo, depende lo que digas serás tildado de esto o lo otro aunque sólo conozcan una parte muy superficial de tu discurso.
No obstante, y volviendo por enésima vez a lo que me ocupa, y que no es tanto reflexionar sobre las candidaturas a las que no voy a votar como desahogarme tras una campaña que, como todas, no se empezó precisamente hace dos semanas, la verdad es que, aunque quisiera votar, me siento huérfano, a falta de un partido que represente tanto el conjunto de mis ideas políticas como mis sentimientos identitarios, cuestión esta última harto importante en nuestro caso, puede que hasta sea la fundamental cuando hablamos de elecciones vascas.
Va a volver a ganar con toda probabilidad el PNV de Urkullu. Digo que volverá porque nunca ha dejado de hacerlo. El PSE no ganó en las anteriores, sólo se aprovechó de la aritmética electoral y de las muy peculiares circunstancias legales y políticas que condenaban al ostracismo a la izquierda abertzale, la cuarta pata de esta mesa coja que bien puede simbolizar la política vasca, de la CAV. El PSE subió extraordinariamente en votos durante las pasadas elecciones con Patxi López. A ello contribuyó que le votáramos aquellos que estábamos ya hasta el gorro de Ibarretxe y su raca, raca. Ahora, me temo, buena parte de esos votos volverán al PNV porque se trata de un electorado urbano y de clase media nada fiel, que cambia según el candidato o las circunstancias políticas o sociales del momento, y que por lo general se siente antes que nada vasco, pero sin problemas para declararse también español si hace falta, si se lo piden, que es algo que se estila mucho fuera de allí, algo que, siquiera por sacarse el muerto de encima, les conviene decir que sí, vale, lo que tú quieras. Y va a volver a votar al PNV porque el discurso y el estilo de Urkullu no tiene nada ver con Ibarretxe, Urkullu ha declarado por activa y pasiva que lo que ahora toca es la cosa económica y que de lo otro ya veremos, si bien el tono y el fondo de su discurso cambia según a quién se dirija, esto es, haciéndose la picha un lío con el concepto de soberanía si se dirige a su fiel militancia nacionalista, o moderado y, por primera desde hace mucho tiempo, aunque en pasado también se dieron ejemplos, reconciliador o integrador si lo hace al conjunto de la ciudadanía. A Urkullu se le ha oído decir que no piensa gobernar para los nacionalistas sino para todos los vascos, y eso está bien, recuerda mucho al gran Ajuriagerra. Pero, sobre todo está por ver, ya que el PNV siempre ha parecido hacerlo para los suyos y el PSE cuando llegó de la mano del PP parecía que tenía dar la vuelta a la tortilla haciéndolo ya sólo para los constitucionalistas o unionistas, que se notara a toda costa que habían llegado ellos. Con todo, la vuelta del PNV al gobierno es como cuando te vuelve a salir un grano el mismo lado del culo, una jodienda porque ya sabes lo que hay, lo que tienes que aguantar, seguro que poco nuevo en comparación con los treinta años que estuvieron al mando.
Claro que esa no era la intención de Patxi López al ser nombrado lehendakari, de hecho prometió encontrar el punto medio que necesita una sociedad tan dividida como la nuestra. No lo hizo o no quiso, al final los gestos y los símbolos que han caracterizado su mandato apenas han sido otra cosa que esa vuelta de torna de la que acabo de hablar, que se note que estamos presentes, que ya hemos llegado los constitucionalistas, fuera el mapa de Euskal Herria de las pantallas, banderitas españolas por todas partes, la Constitución es nuestra Bilblia aunque el sentimiento mayoritario de los vascos, demostrado elección tras elección, sea abrumadoramente nacionalista o vasquista. Por mor de contentar a los no nacionalistas, a no condescender con postulados que juzgan exclusivamente nacionalistas como la territorialidad o la lengua, el presidente de una comunidad con dos lenguas oficiales sólo hablaba una de ellas, bonita manera de tender la mano a la comunidad que habla y vive en esa otra minoritaria pero al mismo tiempo vernácula. Tampoco ayuda mucho a Patxi López su imagen de aparatich del PSOE, un individuo que ha vivido toda la vida a costa del partido, que ni siquiera pudo o quiso terminar su carrera y que, por lo general, apenas parece ser otra cosa que un busto parlante a merced de las ocurrencias del día de sus asesores. Eso sí, su imagen es muy apreciada en España, nada nuevo por otro lado, la enésima versión del síndrome de Mayor Oreja, esto es, el político vasco que todo el mundo aprecia fuera pero muy pocos en el País Vasco; esto entre los constitucionalistas viene a ser una verdadera epidemia.
El PSOE se va a dar un batacazo y no sólo eso, sino que encima va a tener que tragar con el hecho de pasar de ser la segunda fuerza política del paisito a ser la tercera y encima muy por detrás de Bildu, la cual probablemente le sacará más de la mitad de escaños de diferencia. Eso si al final no se cumplen las expectativas más desquiciadas que hay por ahí y que pronostican una posible victoria de Bildu. Se especula porque en encuestas como la de EL CORREO, el periódico más leído en el PV y no precisamente nacionalista vasco sino más bien todo lo contrario, se daba a Laura Mintegi como vencedora del debate con un 41% frente al veintipoco de Urkullu. Alucinante, porque Sor Laura es la operación de imagen más descarada, y puede que además efectiva, de la izquierda abertzale en las últimas décadas. Su imagen de señora cercana, moderada, dialogante y hasta flexible es tan perfecta que buena parte del electorado llega a pensar que es imposible que la escritora y profesora pudiera haber apoyado en su tiempo, siquiera ya sólo por omisión, la estrategia de la izquierda abertzale con la que siempre ha estado vinculada. Tal es el efecto mediático de la candidata abertzale que, me temo y con argumentos que harían esta entrada más interminable de lo que ya está siendo, cuando se le reprocha su silencio en el pasado y su apoyo incluso como integrante de las listas de la extinta Herri Batasuna, ella devuelve el reproche acusando a su interlocutor de ser incapaz de olvidar el pasado, de hacer política con el sufrimiento de las víctimas y hasta de sentirse molesto con el fin de ETA porque eso le quita votos. En el fondo lo que Mintegi y su camarilla están haciendo es extender la idea de que la paz ha sido posible gracias a ellos en exclusiva, que nos la han concedido y poco más, ya que los otros, en cambio, les ha pillado en bragas, dejándoles sin argumentos para seguir oponiéndose al según ellos mayoritario sentimiento independentista del pueblo vasco (antólogico lo que le soltó Mintegi a Basagoiti durante el debate en ETB cuanto éste le exigió que condenara a ETA, dijo que si lo hacía estaba segura de que al minuto siguiente le iba a pedir que hiciera lo mismo con las Guerras Carlistas y así luego también con las banderizas, la llamada Guerra de Bandos entre oñacinos y gamboinos de la Edad Media. De siquiatra cuanto menos). La dialéctica de Mintegi y sus secuaces, en su inmensa mayoría la plana mayor de los que en el pasado apoyaron y también ayudaron a ETA a cometer o justificar sus crímenes, eso sí, con la inestimable ayuda de los tontos útiles de EA, Aralar y Alternativa que han visto que si no se sumaban a la operación de lavado de imagen de la izquierda abertzale clásica se quedaban sin escaños, es tan perversa e inmoral, y encima va a ser recompensada con un aluvión de votos, que no puede antojárseme sino el enésimo ejemplo de la relatividad moral de buena parte de mis compatriotas que cegados por el espejismo de lo identitario se dejaron en casa los principios éticos y morales, la dignidad humana en suma. No puedes exigir a los demás que pasen página como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera habido más de mil muertos y una sociedad rota y mal enquistada para varias generaciones, sin pedir tú antes perdón, sin hacer acto de contrición, convencer de tu arrepentimiento a través de los gestos necesarios y el compromiso de no volver a repetir los mismos errores, vamos, sin exigir de una puñetera vez a ETA que entregue las armas y se disuelva.
Y luego está, por último, Antoñita la Fantástica, el Basagoiti, el político esperpento por excelencia. Huero como pocos, otro con el síndrome del que hablaba antes a fuerza de caer simpático del Ebro para abajo, en el fondo apenas algo más que un señorito ensoberbecido de las Arenas que parece creer que la política se reduce a seducir a la gente con ocurrencias, que eso es lo que se estila ahora, sobre todo cuando no tienes discurso ni capacidad de justificar las políticas sociales y económicas de tu partido en Madrid. Por si fuera poco la campaña en el País Vasco del PP ha oscilado todo el rato entre el sainete y la desvergüenza. Sólo hay que ver su eslogan electoral, "si no vas tú, van ellos". Creo que es de una vulgaridad sectaria que huelgan comentarios. Y lo peor de todo, el PP ha centrado toda, absolutamente toda su campaña, en una mentira, en extender el mensaje de que el PNV y BILDU pedirán la independencia en cuanto ganen, aún a sabiendas de que Urkullu ha declarado por activa y pasiva que ellos están a otra cosa, y también, también, de que esa no es la estrategia actual de la Izquierda Abertzale, tan detallada por Otegi en su hoja de ruta, y de la que destaca la imposibilidad absoluta de declarar independencia alguna sin Navarra, que es el corazón y el centro de Euskal Herria y donde más se la jugará la IA en el futuro porque sin Nafarroa no existe Euskal Herria, queda esa otra cosa que apenas parece algo más que una Bizkaia ampliada. De ese modo, el PP se ha dedicado a extender un bulo, esto es, a extender el miedo basándose en juicios de intenciones que son directamente mentiras. En el fondo sólo han pretendido despistar al electorado para que éste no centre su atención en la política de Rajoy, lo cual sólo me merece el calificativo de infame, además, claro está, del enésimo ejemplo de degeneración de la política al tratar al ciudadano como si fuera poco más que tonto del culo. También hay que señalar que, acuciado por las encuestas, también el PSOE se había sumado en los últimos días a la estrategia de meter miedo con el tema de la independencia, de que pudiera suceder lo de Cataluña una vez los nacionalistas en el gobierno, sin más argumentos o pruebas que las ganas de confundir y tergiversar.
Terminando. Yo no tengo por dónde coger a ninguno de los cuatro candidatos con verdaderas opciones. Eso y que su campaña me ha provocado una vez más verdadera urticaria intelectual. No hablan de los verdaderos problemas de la gente, han tratado la crisis como que de pasada, se han dedicado a lo de siempre, el politiqueo más asqueroso, el intercambio de reproches gratuitos y medias verdades, a destacar las gracietas sin gracia de Basagoiti y las salidas por peteneras de Mintegi, y sobre todo, sobre todo, no han propuesta grandes reformas, no ya una general del sistema que hace de la tinglado político vasco un absurdo de cuidado, esto es, duplicidades por un tubo como consecuencia de un gobierno vasco y tres diputaciones forales con sus correspondientes parlamentos y su versión propia del gobierno foral. O se reducen las competencias forales o se vacía de contenido al gobierno vasco para llegar a una confederación de territorios con instituciones comunes emanadas de las diputaciones, lo que a mi juicio habría sido lo lógico para una autonomía en la que la soberanía, como muy pocos saben fuera, no emanó del estado, sino del Régimen Foral de cada provincia que la Constitución de 1978 restauró tras la última guerra carlista en casi su totalidad (evidentemente sin las aduanas de antaño, las milicias propias, etc). El absurdo del entramado administrativo vasco es tal que, esto también para muchos de fuera que sólo conocen del PV lo que dicen los titulares de los periódicos, a pesar del Concierto Económico, no es el Gobierno Vasco quien recauda, son las diputaciones forales, por lo que el ejecutivo vasco depende en lo presupuestario de lo que le den éstas, y sobre todo, del partido que rija cada diputación, y precisamente ahora, la cosa ha llegado a tal punto que en gobierno vasco y en cada diputación gobierna un partido distinto, el PSOE el gobierno vasco, el PNV la diputación vizcaína, el PP la alavesa en minoría y Bildu la de Gipuzkoa también en minoría. Si esto luego se trasluciera en una mayor transparencia política en las cuentas y otros asuntos, pues bien, genial. Pero ya, ya, cómo va esta casta política, independientemente de su color, a ponerse ellos mismos el cascabel del gato.
Habrá que esperar entonces que la indignación ciudadana, el hastío reflejado en la abstención por lo menos, sea de tal calibre que a alguien se le ocurra decir, basta ya, hasta aquí hemos llegamos, no podemos seguir igual, hay que hacer algo, hay que escuchar a la gente.
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