Casa nueva, barrio nuevo, los críos estrenan parque y tú bares. Apenas hay media docena a lo largo de la calle y dos justo en la esquina de la casa. Uno de ellos ya he decidido que no se puede entrar, más que nada porque el tipo al cargo y su madre desde la cocina, están como verdaderas cabras. Luego ya te dicen que sí, te lo confirman, te cuentan anécdotas varias que ilustran la chifladura de los dueños del local. Pero, al principio, que entras de primeras ignorante del panorama, ya que el local, la cafetería, es más amplia que la que hace esquina y solo por eso, te encuentras con un tipo que te pone lo que le sale del bolo, que te recoge la taza del café con leche sin acabar, te limpia la mesa mientras todavía estás leyendo el periódico. Será que tiene prisa porque le dejes la mesa libre aunque no haya nadie más en el local. Eso y lo molesto de asistir al espectáculo de la vieja pegando chillidos de la cocina a su hijo en la barra, un cincuentón que ya le podía decir a su madre que berrear no es precisamente el mejor reclamo atraer clientes. Pero bueno, será lo que algunos llaman trato familiar, vamos, a gritos como en tu propia casa.
De modo que el fin de semana me bajo a tomarme el café directamente al bareto que hace esquina y pega justo al lado del otro (se ve que incluso andan a la greña por una cuestión de límites entre ambas terrazas, que sí quita esa mesa o silla de ahí porque está en mi territorio y cosas así). Descubro complacido que la chavala de detrás de la barra hace honor a la simpatía proverbial de sector hostelero asturiano. Todo buenas palabras y servicio inmediato. Da gusto tomarse un café mientras hojeas la prensa antes de volver a casa para bregar con la cotidianidad y tus cosas sobre la mesa o frente a la pantalla del ordenata.
-Perdona, ¿puedo preguntarte una cosina? -me pregunta la camarera tras servirme el café con leche.
-Sí claro, faltaría más.
-¿Non yes el fio de la Begoña?
-Pues no, ya lo siento.
-¿Seguro?
-¡Lo sabré yo!
-Ay vida, ye que vi unes fotografies del fio y yes clavau a él, ho.
-No creo que ese otro sea tan guapo como yo.
-Que sí, ho, que yes clavau.
-Pues qué le vamos a hacer, suerte que tiene el tío de parecerse a mí.
-¿Seguro que non yes el fio de la Begoña? -me pregunta ya torciéndome la mirada medio en broma.
-Mira, todo lo más soy el amigo del hermano de la Begoña e hijo de la Mertxe.
-Non digote más, si dices que no yes, non yes, peru...
-Que no, coño, que ni siquiera soy de aquí.
Se ve que a la pobre la embargaba una pena inmensa porque no fuera el hijo de la Begoña, qué desperdicio o algo por el estilo, con lo bien que le habría venido tener al hijo de la Begoña en el barrio por lo que sea. Ahora bien, luego ya la segunda vez que he recabado en la cafetería, simpatía la justa, buenos días e indicarme con el mentón a ver qué quería, para qué esforzarse ahora que ya sabe que no soy el hijo de la Begoña.
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