Del valor evocador de los sueños no me cabe duda. Lo onírico es pura literatura del subconsciente, surrealismo en estado puro y a veces incluso con toques de realismo mágico y toda la pesca. Yo ya he aprovechado varios de ellos para rellenar este blog. Los sueños son tan absurdos e inquietantes como patéticos. Yo hace unas semanas soñaba que iba en avión y éste se estrellaba contra el mar. Yo estaba sentado en los asientos del fondo y veía como el avión se iba hundiendo, así que me desperté del susto, de la angustia inaguantable. ¿A qué venía eso? Ni zorra idea, y casi mejor que no saberlo, para qué, Freud escribió la tira sobre el tema y la mayoría de las veces con no excesivo acierto. El caso es que si a uno le inquietan sus propios sueños o pesadillas, qué decir cuanto oyes que una amiga sueña que no llega nunca a tiempo a ningún sitio por culpa de una segunda amiga, que ésta la persigue y que cuando la alcanza le cuenta al oído que tiene gonorrea en la boca..., y en esas que de repente las dos van a dar a un barco mercante de cabeza entre las risas del personal que las observa despeñarse contra la cubierta.
Precioso sueño, con anacronismo médico incluido, nadie coge la gonorrea en la boca, no importa el número de mamadas que hagas ni nada por el estilo. Ahora bien, a qué venia ese sueño, por qué V perseguía a I en el mismo, qué oscura relación hace el subconsciente de ésta última para que a su amiguita V le salga gorronea en la boca. Pues de verdad que a mí la respuesta se me escapa, cómo no va a hacerlo, bastante tengo con intentar averiguar de qué cojones se estaba descojonando la sección femenina de la cuadrilla a mi costa ayer durante la cena mientras yo y los muchachos arreglábamos el mundo a golpe de Valserrano; no hay manera de que mi pareja suelte prenda, cosa de chicas, ya, pero por qué tanto descojono a cuenta de Txema hizo esto o lo otro cuando era joven, más, o lo otro. Pero no, vosotras tranquilas, que yo ya, ya me enteraré, y entonces, aviso, será terrible, pandilla de arpías, mi señora no tiene porque enterarse de que su pareja no es precisamente el tipo perfecto por el que me vendo.
Pero estaba con los sueños, asunto que me trae loco, porque si una de las cosas que más cuesta es poder recordarlos al día siguiente, qué decir cuando no estás seguro de si has soñado o vivido una de esas situaciones absurdas, inquietantes y patéticas a las que me refería antes. Creo que anoche me pasó algo parecido, que como hubo un momento durante la cena en la que perdí completamente la noción del tiempo y la del espacio, no sé muy bien si he soñado que acabamos bailando como monos en una cueva con lucecitas de colores a la vez que trasegaba uno tras otros diez chupitos de patxarán obsequio de la casa, si fue verdad o mentira también que estuvimos en uno de los garitos de nuestra juventud, uno de los que íbamos de cabeza cuando bajábamos de lo viejo al ensanche para rematar la faena en pubes oscuros y careros donde los altavoces vomitaban decibelios de música enlatada y las tías siempre parecían que estaban buenísimas y superdispuestas, minutos antes de mandarte a la mierda, por vete a saber qué cojones que le echaban a los cubatas. En fin, que si no acierto a recordar si eso fue verdad o sólo lo he soñado, como para opinar del momento en el que nos volvían a parar en un control de alcoholemia y, hostia tú, resulta que la munipa era una tal Montse, la cual me quería hacer soplar a mí por no haberla acercado hasta casa, y como encima daba, pues la muy hija de..., ni corta, ni perezosa, que nos hace coger el gautxori (autobús nocturno) de las cuatro de la mañana para irnos hasta Berrostegieta, no tenía mala baba ni nada la amiga M... la munipa (pero eso sí, anoche estaba muy guapa -y por supuesto que también Amaia, Aranatxe, Isabel, Blanca... hasta Virginia- y tal, si eso ya te acercamos otro día que no haya sirenas en la ciudad, bonita, no me seas rencorosa que no están los tiempos para multas y ya sabes que te quiero mucho, po-txo-la...)
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