lunes, 31 de diciembre de 2012

FELIZ AÑO NUEVO...con matices.



Bajo con mi padre hasta el Eroski del Boulevard por eso de que la cena de Nochevieja y la comida de Año Nuevo es algo serio, vamos que no te puedes arriesgar a comprar un cordero en el Lecrerc o el Carrefour que vete a saber si lo han traído de Francia -dice mi viejo- o de algún otro sitio peor. Sí, me voy a tirar toda la mañana haciendo la compra en vísperas de Año Nuevo, algo que, teniendo en cuenta el día que es, todo cristo haciendo la compra de Nochevieja a todo correr, me apetece menos que chuparle los huevos al perro. Pero allí estamos, en el mogollón, cientos de individuos que acuden ávidos de cordero, besugo y marisco a las máquinas expendedoras de números para hacer cola. Nos ha tocado el trescientos no sé qué, vamos, que hemos tenido suerte en la pescadería, sólo hay ciento cincuenta personas por delante de nosotros. En fin, paciencia y resignación, yo dejo a mi viejo al frente y me largo con el carrito a buscar cosicas por los pasillos. Mi señora se ha levantado repostera, amenaza con hacer bombones y unos deliciosos pasteles de hojaldre y crema pastelera llamados Miguelitos que ya preparó en casa de sus padres y estaban deliciosos. Así que tengo que buscar azúcar glasé y gelatina. Pero estoy en el cuartel general de Eroski en Vitoria, es decir, la nave nodriza de todos los que hay repartidos por la ciudad, en cada barrio, prácticamente en cada esquina. Una locura, no es que me pierda en los pasillos, es que los recorro de cabo a rabo y me sale barba de varios días. ¿Dónde coño está el azúcar glasé, o mejor preguntado, por qué cojones no está al lado del azúcar normal? Misterios de la ciencia de las grandes superficies o yo que sé. Me hago unos cientos de kilómetros hasta que por fin encuentro el glasé de marras. Tiene mérito porque mi señora estuvo el sábado y no pudo encontrarlo, de modo que tan inútil no seré, siquiera no más que ella. Ahora bien, ahora tengo que ir a por la gelatina. Eso ya es el acabose, uno intenta utilizar la lógica, esto es, buscarla en la sección de repostería o en la de especias, y nasti de plasti. De modo que toca un enésimo repaso por todo el hipermercado previo vistazo a mi viejo, no vaya a ser que se lo haya comido alguno de los txangurros vivos que patalean en la pescadería. Pues pregunta a un dependiente, bobo, eso sería lo que me diría cualquiera, bueno, lo de bobo casi que sólo mi señora. Y a quién coño pregunto del Eroski, si no hay ni un sólo empleado para atender a nadie de los cientos de clientes que abarrotan, sí, abarrotan, el comercio. No falla, será también cosa de la ciencia esa de la que hablaba, basta que sea un día señalado, que haya una marabunta de clientes, para que todos los empleados del comercio desaparezcan como por arte de birlibirloque, no vaya a ser que les toque currar en este día más de lo debido. Digo que esto ya me lo explicará mi amiga Blanca, que como me lee ya estará cabreada a estas alturas... Pero bueno, el caso es que después de hora y pico consigo localizar la gelatina de las narices. De modo que acudo al rescate de mi padre. No falla, allí está pegando la hebra con las pescateras, algo que le encanta, y a mí casi que también porque me descojono un rato. Lástima que no siempre la pescatera entienda la coña marinera de mi progenitor, y mira que le digo que si las ve muy tostadas se abstenga de hacer bromas políticamente, ya no incorrectas, sino ya casi hasta directamente delictivas. Pero bueno, como dice mi amigo Luis, si no aguantas una broma, pues te vas del pueblo, qué hostias. En fin, el caso que mejor un poco de vacile como viene siendo lo habitual toda la vida entre dependiente y cliente, un tour de force de a ver quién tira más de ingenio, que la mala baba de algún viejales que he visto abrirse paso a codazos entre la multitud mientras usaba el santoral al completo para defecar sobre él. Mire usted, el de la boina, de qué se me queja porque no puede pasar si ya sabía a lo que venía, ¿o es que le había dicho la hija que lo llevaba al parque a jugar a la petanca? 

Pues eso, sabes que hoy es un día especial y que necesitas echar mano de paletadas de paciencia. No es para menos, viejos que te encasquetan codazos en ver de pedirte paso por favor, señoras que te golpean con el carrito en los riñones porque estaban despistadas mirando las ofertas anunciadas, jovencitos que te pisan porque van a toda hostia en búsqueda de la priva para el botellón de esta noche y no quieren hacer cola y en general multitud de miembros del género masculino que a los cinco minutos ya en el hipermercado tienen la cabeza como un bombo por culpa de sus respectivas, y esto último será machismo y todo lo que tú quieras, pero hoy los he visto a puñados: tíos de una mala hostia que alucinas en cuanto la mujer, la madre o quien fuera les decía que había que volver a la cola porque se les había olvidado las gambas o algo por estilo, menuda manera más tonta de hacerse mala sangre cuando todavía no ha llegado la noche y muchos de ellos tendrán que soportar a la suegra o al cuñado de turno, y que suerte tengo yo que ninguna de esas cosas me sucede porque mi suegra es maravillosa y mis cuñados también; en serio, esto último es verdad, lo de los cuñados, digo.

Al fin de cuentas, de qué van estas fechas si no es de eso, de comprar compulsivamente a última hora todo para luego ponerse como un quico, beber como un cosaco y ya de paso montarla en la mesa. Ese y no otro es el encanto de la Navidad, de veras, el absurdo de todo lo que la rodea, y en especial la tensión que se acumula antes y durante las celebraciones; suerte tienen los creyentes que todavía le ven la cosa espiritual y hasta mística a estas fechas, creo que deben ser los únicos que cuando hablan de buenos sentimientos no se refieren a desearle un cáncer a Rajoy y compañía para que el resto podamos ser felices y prósperos de verdad el año que viene. 

Pero no nos pasemos, no caigamos así de primeras en el recurso a la grosería o a lo tremendo. Al fin y al cabo, esta de la Nochevieja es de todas las celebraciones navideñas la que más sentido encierra. A mí, por lo menos, así me lo parece. Año nuevo, vida nueva, o como poco todo un año para corregir los errores del pasado y cometer otros nuevos. Todo tiempo venidero era una promesa de buenaventuras. Al menos hasta ahora, que con las noticias que aparecen por todos los lados ya no sabes si al desearle feliz año y prosperidad a tu prójimo, éste se lo va a tomar a mal, como si te estuvieras choteando, tocando los huevos a base de bien. Y es que de feliz y próspero poco o nada, basta con recordar que las previsiones para el consumo y el poder adquisitivo que anuncian para el 2013 son incluso peores que las del año que termina. Toca hacer de la necesidad virtud, recogerse a esperar que campee el temporal, cruzar los dedos para los que creen en esas cosas, agarrarse como una lapa a todo lo bueno que nos queda. Y aún así, pues oye, sea por la fuerza de la costumbre o porque, aún y todo, servidor alberga en su interior alguna brizna de ingenuidad, FELIZ AÑO Y NUEVO Y PROSPERIDAD A TOD.... ¿Quéeee? No, ni mucho menos, a todos no, a los hijos de puta que nos gobiernan y a los que ya lo hicieron y aún así no parece que tengan propósito de enmienda alguno, a los capitalistas que nos crujen con su codicia, a los aprovechateguis (para entendernos: politicuchos que todavía se suben el sueldo, ventajistas de todo tipo y en especial a lo Gürtel, Gaochopin y por lo general todas las empresas que se están frotando las manos a la vista de que sus amigos del PP les van a entregar lo público en bandeja, a Rouco y su parroquia y demás bazofia humana) de los males ajenos, a todos los esbirros del poder que se creen bendecido por éste para hacer su santa voluntad con el resto de sus conciudadanos,  en especial para dar rienda suelta a sus instintos más básicos, a su hijoputismo epidérmico, y sí, me estoy refiriendo a la policía, jueces y por el estilo, a estos no, de felicidades nada de nada, ni por asomo, a estos que se jodan, que les den bien por culo, ojalá se vean en las mismas circunstancias adversas que ellos han provocado a los demás o de las que disfrutan. Uno procura ser justo y solidario, buena persona incluso, pero no bobo, al menos no tanto.

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