Se acerca el Nuevo Año y yo voy haciéndome los propósitos para el mismo que, por supuesto, no cumpliré. Entre ellos la de procurar pasar de las entradas con trasfondo político o simple exabrupto a cuenta de la actualidad. Mi intención es adecentar un poco este blog con entradas que tengan un trasfondo más fino o divertido, ya sea para hablar del sexo de los ángeles, esto es, de libros, pelis, música y otras cosas que no interesan a nadie, o, por el contrario, relatar anécdotas más o menos divertidas o ya rematadamente chuscas, de la cotidianidad de uno, que ya sé que es lo que más le pone a la peña y a mí casi que también.
Sin embargo, faltan unos cuantos días para Nochevieja, de modo que voy a seguir por mis fueros aunque sea a modo de colofón, ya veré a partir del uno de enero. Mucho me temo que el año que viene también será de traca en cuanto a temas para despotricar a diestro y siniestro, si bien el hartazgo es ya de tal calibre que las ganas de pasar de todo y dedicarse en exclusiva a lo arriba señalado se va imponiendo a pasos agigantados.
Y lo más inmediato, la noticia de sociedad o política al día siguiente de la Nochebuena, no puede ser otra que el discurso del Rey. Y no precisamente porque sea algo a lo que servidor haya sido nunca aficionado, que de qué, sino más bien por el inevitable morbo que rodeaba al mismo tras un año para los borbones españoles que no es pueda calificarse, es que debe hacerse de annus horribilis en toda regla. Y es que tiene miga que tras un año en el que todas las instituciones sin excepción de España se han visto salpicadas de una u otra manera por la polémica, venga ahora la máxima autoridad representativa del estado que las alberga a darnos la tabarra como de costumbre, esto es, con su habitual monserga paternalista y su inagotable batería de lugares comunes e interesados para el autobombo en exclusiva de la institución que representa en concreto.
El morbo, por lo tanto, estaba en saber si este año también su majestad nos iba a hablar de arrimar el hombro, del valor de la austeridad y la solidaridad en tiempos de crisis, de la importancia de la honradez en el ejercicio de la función pública y demás mamandurrias de las que acostumbra a hablarnos año tras año para recordarnos la obligación de cada cual de ser un súbdito sumiso y resignado con lo que nos ha tocado en suerte.
Y no ha defraudado el Borbón, vaya que si no lo ha hecho. No sólo el designado rey-padre (designado ya sabemos por quién y cómo) de todos los españoles no ha mencionado en ningún momento de la lectura del discurso (ir)rreal varios de los asuntos que más preocupan e indignan a los españoles, entre otros ubicua, rampante y en la mayoría de los casos también impune corrupción de la clase gobernante, la escandalosa injusticia de la ley de desahucios española y las todavía más onimosas circunstancias que la rodean, tanto o más como la de los recortes que el gobierno aplica con especial saña a la gente menos favorecida (subida del IVA, retirara de ayudas de todo tipo, copago, tasas...), el drama del paro en toda su crudeza o lo que sea que este año nos ha hecho llevarnos las manos a la cabeza varias veces al día. No sólo no lo ha hecho sino que encima se ha aplicado a fondo a defender los intereses del régimen que representa reivindicando la importancia de la política, que él dice con mayúsculas, sin criticar o citar previamente los motivos del desapego de la ciudadanía hacia la casta política. Eso junto con abogar por sumar fuerzas en la consecución de un proyecto común, lo cual, así sin definir, es como insinuar que nos dejemos de hostias, de criticar a los de arriba, para someternos de buen grado a sus designios, que son los únicos posibles, que para eso los han votado en masa primero en las urnas y luego bendecidos en Berlín. Y es ahí precisamente donde estriba la mayor desvergüenza del Borbón con su discurso buenistas e interesado, en reivindicar la labor de los políticos sin previamente antes escuchar las razones del pueblo que despotrica contra ellos, sin considerar en ningún momento las exigencias de reforma del sistema que se gritan a los cuatro vientos. Pero claro, qué cojones va considerar éste nada si es precisamente el mayor representante, el símbolo principal, de esta democracia bajo condiciones ha dado en lo que ha dado. Luego no nos podemos extrañar que hayan sido precisamente los dos partidos principales, algunos ya dicen que es el mismo, el PPSOE, quienes hayan salido a la carrera a elogiar al monarca para el que no hay elefante, yerno o camarilla de chupópteros, corruptos y ladrones que le rodea, antes llamada Corte, que le haga plantearse la legitimidad o no de su institución a los ojos de la mayoría de los españoles.
Y por si fuera poco, como aviso a catalanes, el detalle del retrato de su antepasado, mira que no tenía para elegir, si bien siempre no con excesivo motivo de orgullo, Felipe V, sin ir más lejos el monarca que metió en cintura a los catalanes con su Decreto de Nueva Planta y por el que se les imponía el modelo jurídico, político y administrativo castellano, o dicho de otra manera, se les arrebataba sus fueros e instituciones a la par que de delegaba el catalán como lengua oficial y se implantaba el castellano como lengua de la administración y enseñanza en un territorio donde entonces la inmensa mayoría era monolingüe en su lengua vernácula, si eso no fue un acto de imperialismo que venga Rosa Diez o Savater y que lo vean, que seguro que no, seguro que nos venden que se hizo lo mejor que se podía hacer para los catalanes, agradecidos tenían que estar los muy perros.
De modo que si alguien quiere pensar que se trata de un detalle sin importancia, una mera coincidencia, pues que lo haga, que seguro que los hay para los que todo siempre es bonito e inocente como su visión misma de la vida. Pero, no sólo no cuela sino que además da el verdadero punto de lo que representa esta monarquía de mamones, perdón, borbones, con su concepción patrimonialista del estado y según la cual la democracia que disfrutamos apenas es otra cosa que una mera concesión real, un modo de tenernos contentos y más o menos homologados a los países de nuestro entorno. Todo lo demás, y en especial un verdadero apego por los valores democráticos, no pasa de una mera formalidad que nunca hay que tomarse demasiado en serio, no al menos cuando toca demostrar que la democracia de marras lo es de verdad, cuando toca escuchar a la población de un determinado territorio, que puede que pida lo que solo quiere una minoría, pero que al menos es la mayoría que pide que se pregunte como se preguntan estas cosas en democracia, mediante un plebiscito, como lo han hecho y van a hacerlo en otras partes. Pero aquí no, aquí prima la amenaza velada en lugar del propósito de convencer de las razones de uno, por algo el Reino de España es una unidad de destino en lo universal por decreto y hay cosas que dan directamente en sagrado, sencillamente no porque no, porque yo no quiero y santas pascuas, me llena de orgullo y satisfacción que me hayan confeccionado una constitución a la medida de los intereses del cortijo que heredé de tan poco ilustre antepasado, el primero de los Borbones, la démocratie, c´est moi!.
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