Y a la hora del recuento de los motivos, pretextos y provocaciones de ese asco indecible, algo que se revela dramáticamente cierto: la indignación permanente por nuestros propios asuntso nos impide muchas veces asomarnos a la ventana y darnos cuenta de que, más lejos o más cerca, hay hambrunas, miseria radical e irredimible, matanzas, de que la gente que está aquí mismo y a la que se le cicatea asistencia médica, a la que se trata con desprecio, ha huído de esa miseria o de esa violencia, de que no eres el único que vive amenazado por la violencia de los porristas ni por las maniobras del crimen organizado de guante blanco que empobrece.
Leyendo El Asco Indecible de Miguel Sánchez-Ostiz no
podía evitar imaginarme a su autor paseando por los escenarios a los que nos
tiene acostumbrados en muchas de sus novelas y también en su blog personal, las
calles de su Pamplona natal, las trochas y veredas de los alrededores del
Baztan e incluso en Bayona, bajo los poches... Lo hacía sin otra intención que
situar el momento donde mi imaginación, y no otra cosa, ubica a MSO mascullando
ese asco diario que desde un tiempo a esta parte parece ser compañero exclusivo
de los paseos de miles de ciudadanos. Y lo hacía porque es en ese precisamente en
ese momento del día en el que uno echa a andar tras desayunar con el periódico
a un lado o antes del atardecer como huyendo de lo que ha cundido el resto del
día en esta afluencia de malas noticias, acopio de todo tipo de atropellos y despropósitos,
desfile sin fin de personajes cada cual más infame y ruin, cuando me imaginaba
al autor rumiando las ideas o impresiones que luego irían de seguido al papel.
Puede que no sea así, que no tiene por qué, claro que no; pero,
a mí me vale como imagen para explicar que este libro no es uno de tantos
dispuesto a explicarnos con todo lujo de detalles y con la ayuda de las teorías
más sesudas sacadas de la chistera del experto de turno, la crisis, la maldita
crisis en todos los aspectos que atañen no sólo a la economía sino también,
puede que ya sobre todo, a la manera como hemos concebido hasta ahora las
relaciones entre la ciudadanía y sus supuesto representantes, el modo cómo una
elites políticas y económicas han utilizado todos los resortes del poder para
enriquecerse a costa de la mayoría. Aquí
no hay Krugman con Nobel o sin él que valga, o bróker que se cuelgue la medalla
del “yo ya lo avise, mientras me forraba yo también, pero ya lo avisé”. Aquí
está el escritor como un ciudadano más vertiendo según el día o el momento su
perplejidad, desengaño, escepticismo o simple y pura mala leche al calor de
unas noticias que, en cierta manera, no hacen sino pintar todavía un poco más
oscuro esta realidad que nos ha tocado en suerte y cuyas negruras, si bien
vienen de lejos o puede que siempre estuvieran ahí pero todos hacían la vista
gorda porque en tiempos de bonanza el que pone la nota discordante da de
inmediato en listillo o cascarrabias y hasta se arriesga a acabar en el pilón
como todo aquel que osa venir a joder las fiestas del pueblo.
Creo
que ahí reside precisamente el atractivo de este libro de notas, en la sencillez
de su propuesta, apenas otra cosa que un inventario del cabreo cotidiano, lo
cual ya a mi entender ya es mucho. Para empezar mucho más complicado incluso
que uno de esos libros de expertos en tal o cual materia, éstos, por lo general, para
confeccionarlos sólo tienen que tirar de los manuales de sus respectivos ramos
y también, o en especial, de sus convicciones ideológicas o puede que tan sólo
disciplinales. No es que estén mal, que no, sólo son otra cosa. En cambio, en el caso de esta especie de dietario se impone el
equilibrio entre los ingredientes que lo componen y que vienen detallados en la
contraportada como comentarios a bote pronto, apostillas en caliente, andanadas
y exabruptos. Se impone porque con
dichos ingredientes el resultado del guiso podía haber resultado harto pesado,
indigerible, esto es, un puro y vulgar panfleto. Y no lo es, no ya un panfleto,
que así de entrada no creo que sea género que haya que rechazar sino más bien
todo lo contrario, sino uno malo por excesivamente maniqueo o fatuo. El Asco Indecible no lo es porque su
tono y contenido rebosan sinceridad y sensibilidad. El autor no se oculta, sabe
donde pone la pluma y que a la hora de hablar de la realidad está obligado a
presentarse con su correspondiente bagaje de dudas, prejuicios y las mismas limitaciones para aprehender esa realidad que el resto. Para ello no
tiene otra herramienta que su muy personal estilo literario, y del que yo
personalmente destaco y con creces ese pujo por imprimir sinceridad a todo lo
que escribe, por no dejarse arrastrar por la afectación del que pretende ver las
cosas desde una tribuna. Más bien todo lo contrario, MSO la mira desde la misma
altura desde la que estamos casi todos los demás y eso se nota y agradece
porque él lo hace poniéndole buena letra. No podía ser de otra cosa porque
estamos hablando de un autor consagrado cuyas cualidades y logros se descubren
con asomarme sólo un poco, un rato, a cualquiera de sus obras (Las
pirañas, Barcelona, Seix Barral, 1992. Un infierno en el
jardín, Barcelona, Anagrama, 1995.La caja china, Barcelona,
Anagrama, 1996. No existe tal lugar, Barcelona, Anagrama, 1997. [Premio
Nacional de la Crítica, 1998]. La flecha del miedo, Barcelona, Anagrama,
2000. El corazón de la niebla, Barcelona, Seix Barral, 2001. En
Bayona, bajo los porches, Barcelona, Seix Barral, 2002.La nave de Baco,
Madrid, Espasa Calpe, 2004. El piloto de la muerte, Madrid, Espasa
Calpe, 2005. La calavera de Robinson, Irún, Alberdania, 2007.Cornejas
de Bucarest, Pamplona, Pamiela, 2010. Zarabanda, Pamplona, Pamiela,
2011.)
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