Para muchos, servidor incluido, es una corajuda ciudadana digna de encomio, para los tribunos de lo correcto a sueldo una utópica agitadora y poco más, la cara de la demagogia que no entiende de macroeconomía, a ver si se cree ésta que le vamos a poner el cascabel al gato para que luego éste nos tire de las orejas, como mucho les daremos más millones por si los alemanes se ponen tontos y les preguntan por lo suyo. Y si preguntáramos al director de LA (sin)RAZÓN, Francisco Marhuenda, el mismo que dice que él tiene casa porque ha estudiado y trabaja y no como esos..., puede que hasta una desestabilizadora profesional, una elementa a tener en cuenta por las porras y los lanzapelotas de los antidisturbios que trabajan por la seguridad de las personas decentes como Marhuenda. Pero, tranquilos, no pasa nada, su millón de firmas no va a ninguna parte porque los únicos que se habían creído lo de los mecanismos democráticos de participación ciudadana eran ellos. Ilusos, pero si era para presumir de democracia y poco más. Los que nos mandan, mangonean más bien, lo tienen bien claro: son los votos, imbéciles, son los votos los que nos legitiman para hacer lo que nos sale de nuestros santos cojones. Todo muy democráticamente, por supuesto, muy formal, impecable incluso. Y no pasa nada porque los Marhuenda que pueden presumir de tener de todo por habérselo ganado a pulso -el muchos casos el que echaron sus padres para concebirlos con el pan debajo del brazo y para de contar-, los todavía millones de españoles que con crisis y todo siguen viviendo bien y prefieren ponerse una venda en los ojos para no ver lo que pasa a su alrededor, los millones de ciudadanos que confían incluso de fuena fe en la gente de orden como ellos, los millones que prefieren creer que se encuentran entre estos últimos antes que entre sus semejantes, la gente trabajadora de la que proceden siempre al filo de la navaja, los millones también que miran con desprecio a esos que consideran perdedores e incluso piensan que se lo tienen merecido por no haber sido igual de esforzados o prudentes como ellos, los millones que jamás irán contra corriente por miedo a lo desconocido, a perder lo poco o mucho que todavía tienen, seguirán sosteniendo con sus votos a las personas decentes como Mariano que saben lo que nos conviene para poner orden en las cuentas del Reino, y si no lo saben, ya se lo dirán desde Berlín. Al fin de cuentas, y nunca mejor dicho, toda su estrategia estriba en que en cuanto la cosa remonte un poco y vuelva a haber ternera en la mesa, un crédito para cambiar de coche o abrir una tienda de zapatos, a ver quién se acuerda luego de reformar no sé qué o de cuestionar no sé cuántos, ya veremos, ya, como hasta volverá a estar mal visto pitar al rey, pobrecico.
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