El caso de la novela negra en lengua asturiana es
algo verdaderamente apasionante o cuanto menos peculiar. Para empezar, hablamos
de una lengua no oficial en la comunidad donde es originaria, una lengua a la
que incluso amplios sectores de la sociedad asturiana le niegan su condición de
lengua, ya sea desde la más supina ignorancia que la identifica con una manera
vulgar, rústica, antigua, de hablar castellano, o con un más que evidente
interés político que considera que el reconocimiento de dicha lengua supondría
un peligroso antecedente para una comunidad como la asturiana, ya que establece
una relación de causa-efecto entre el reconocimiento y promoción del asturiano
con las reivindicaciones nacionalistas al estilo de Cataluña, Galicia o el País
Vasco, siquiera entre sus capas más
urbanas y conservadoras, y siempre en la convicción de que todo particularismo
es malo por principio; y aquí se podría afirmar que el tan traído bipartidismo resultante
de la Constitución de 1978 y que también ha controlado la administración
asturiana ha sido determinante para el estado de postergación y descrédito de
la lengua asturiana entre la ciudadanía. Si esto último parece exagerado, basta
recordar dos episodios recientes. Por un lado, la actitud de la máxima
representante del Partido Popular en la comunidad autónoma, Mercedes Fernández,
felicitándose por haber evitado que las
convocatorias de la comisión sobre protección y promoción de la llingua se envíen en ambos idiomas en el
parlamento asturiano. Y por el otro, la furibunda reacción del profesor Miguel
Alarcos como consecuencia de la lectura de un poema en lengua asturiana durante la
presentación de un libro de homenaje a los poetas de la cátedra que lleva el
nombre de su padre, el conocido filólogo Emilio Alarcos, calificando al
asturiano de "puta mentira de políticos y filólogos
paletos". Así pues, y a pesar del
apoyo económico del Gobierno del Principado a la Academia de la Lengua
Asturiana y su inclusión como asignatura en los planes de estudios de la
Consejería de Educación y Cultura, su falta de reconocimiento como lengua
oficial hace que ésta esté ausente tanto en el día a día de administración
asturiana, la mayor parte de los medios de comunicación públicos –la televisión
pública asturiana apenas dedica programas en la lengua asturiana que no tengan
que ver con lo meramente folclórico- y ya muy en especial de la enseñanza, pues
más allá de la hora diaria y optativa de lengua asturiana, no existe un
proyecto educativo similar a las ikastolas vascas o las galescolas gallegas con el objetivo de garantizar la transmisión
generacional y el cultivo de la llingua.
Con todo, y siendo
tal el estado de postración del asturiano, con no pocos enemigos a su alrededor
que miran con recelo y desprecio todo lo relacionado con la llingua, llama la atención el empeño de
una minoría asturfalante por mantener
viva la lengua y más aún por cultivarla en todos los aspectos de la vida. De este
modo, es la voluntad de los asturianistas, casi que en exclusiva, la que hace
que todavía exista un teatro en asturiano, una música en asturiano,
publicaciones en asturiano y sobre todo una literatura en asturiano. Por eso
todavía llama más la atención, ya no sólo la existencia de una tradición de
novela negra escrita en asturiano dentro de una literatura con tan escaso apoyo
institucional y una proyección tan limitada, sino la diversidad y, en general,
la alta calidad de ésta.
La mayoría de los
escritores asturianos son nacidos a partir de los años cincuenta, se mueven en
los mismos ámbitos culturales y tienden a cultivar todo tipo de géneros, acaso
con el propósito de cubrir los espacios a los que la lengua asturiana todavía
no había llegado, siendo como era una lengua circunscrita en su mayor parte a
lo rural. De ese modo, y por lo que atañe al género que nos ocupa, la primera
novela negra en asturiano aparece en 1984 con el nombre de La muerte amiga de nueche escrita por Xuan Xose Sánchez Vicente.
Respecto a la aparición de esta novela, el escritor asturiano Xandru Fernández
hace un comentario asaz irónico que sirve para hacernos una idea sobre el estado
de las cosas dentro de la literatura asturiana de la época:
≪Si
se tien en cuenta que nesa fecha solo habia otres dos noveles publicaes na
nuesa
llingua,
l’amante de la estadistica pue refocilase nel fechu de qu’en 1984 un terciu
de
la narrativa llarga n’asturianu yera novela de xeneru. Esi porcentax nun va
variar sustancialmente hasta bien entrada la decada de 1990.≫
Se puede afirmar a grandes rasgos
que la novela negra asturiana evoluciona pareja a la literatura española en
lengua castellana. Hablamos de los años de Manolo Vázquez Montalbán y Eduardo
Mendoza, los cuales empiezan a escribir una novela que merece la etiqueta de
negra porque pretende trascender a la simplemente policial, ya sea en el plano
puramente literario o en el discurso implícito en los textos. Dicho de otro
modo, la novela negra no quiere ser un mero pasatiempo al estilo de esas otras policiales
tan en boga hasta entonces y que destacaban por su baja calidad y la
reiteración hasta la nausea de su fórmula argumental. La novela negra de los
Vázquez Montalbán, Mendoza, Juan Madrid, González Ledesma y demás escritores de
la época, aspira a crear un producto literario en el que los autores además
pueden dejar patente su mirada crítica sobre la sociedad en la que ambientan
sus tramas. No es de extrañar, por lo tanto, que los contados escritores de
novela negra en asturiano hagan otro tanto, esto es, que aprovechen las
características del género negro para hacer una novela esencialmente realista,
y entonces por lo general crítica, para retratar la sociedad en la que viven.
De ese modo también, se podría decir que los escritores asturianos aprovechan
el género negro para introducir la literatura en asturiano en una supuesta
modernidad, siquiera ya sólo en unos ámbitos, por lo general urbanos y
relacionados con los estratos más marginales de la sociedad, a los que la
literatura en asturiano parecía extraña dada lo esencialmente lírico o
costumbrista de su tradición literaria.
De ese modo, aparecen novelas como L’aire
les castañes de
Garcia Oliva, basada en el asesinato de
conocido personaje del barrio de Cimavilla en Gijón, barrio popular y marginal
por excelencia de la ciudad. En el libro habla de un crimen que nunca pudo ser
resuelto y que García Oliva utiliza para hablar del Gijón de la época, y ya por
extensión de cualquier ciudad española de su tamaño y características, de la
sociedad española de provincias en pleno franquismo de los años cincuenta.
García Oliva lo hace introduciendo la figura clásica del inspector de policía y
la investigación que le lleva a escarbar en la vida de los diferentes
sospechosos, muchos de ellos personajes reales y personas destacadas de la
ciudad. Del mismo tipo encontramos La ciudá encarnada de Pablo Anton Marin Estrada o Tráficu
de cuerpos de
Xandru Fernandez, las cuales también se basan en hechos reales para construir
unas tramas en las que se mezclan la realidad y la ficción con el único
propósito de hablarnos de una sociedad y una época desde presupuestos
manifiestamente críticos. Eso es así porque la mayoría de los escritores
asturianos nacidos en los cincuenta se rebelan contra la ideología conservadora
en la que crecieron, y ya más en concreto contra el franquismo, sus modos y la
represión lingüística y cultura que lo caracteriza.
Otro de los hitos de la novela negra
en asturiano es Sol reló (2008) de
Nicolas V. Bardio. Una novela ambientada en Oviedo que tiene como principal
hilo argumental el asesinato de un directivo de la Caja de Ahorros del
Principado. En el libro Bardio construye una trama que se complica con asuntos
turbios relacionados con la política y la economía asturiana. Dicho de otro
modo, Sol Reló es un claro ejemplo de
la utilización del género negro como vehículo para hacer una crítica social y
política muy pegada a la realidad y al lugar en que transcurre la historia.
Ahora bien, junto con esta novela negra comprometida sin ambages, también
encontramos la novela Miénteme, dime la
verdá (1989) de Adolfo Camilo, el cual incursiona en el género negro con
pretensiones cultivas, pues su novela tiene que ver con la investigación de
Álvaro Campos, heterónimo de Fernando Pessoa. Se trata, pues, de una novela
negra con pretensiones cultistas que nos sirve como ejemplo de esa diversidad
de estilos y argumentos a la que me refería antes dentro de lo que puede ser la
literatura en una lengua periférica y marginada como el asturiano. De hecho, los
autores del estilo de Adolfo Camilo, más literario o cultista, no escriben
novela negra en exclusiva, sino que más bien suelen incursionar esporádicamente
en el género. Entre estos podemos citar a Nel Amaro, Xurde Fernandez, Ismael
Gonzalez Arias o Roberto Gonzalez-Quevedo.
A decir verdad, la variedad de la
novela negra en asturiana llega al punto de que autores como Roberto
González-Quevedo no sólo regresan al entorno rural para escribir novelas como Sangre na braña, sino que incluso no
dudan en aportar dosis ingentes de imaginación sin complejos creando un
protagonista que se ayuda de los investigadores más famosos del género, Pepé
Carvalho, Montalbano, Wallander, Kostas Jarios, etc., para resolver su caso y
ya de paso también rendir un sentido homenaje al género. Y si de homenajes literarios
se trata, también tenemos que citar a Frias Conde con El nome de la cosa, donde
aprovecha la trama de su novela con el fin de hacer una parodia de la sociedad
actual a la vez que utiliza elementos de la famosa novela de Umberto Eco para
destacar el aspecto más absurdo, cuando no puramente cómico, de los crímenes
que se comenten en un convento y siempre en viernes. También es digno de
destacar el experimento que hace el escritor Boni Pérez con Aparecíos en México, una novela donde ya
se mezcla prácticamente de todo, lo fantástico, lo paródico, el terror incluso
y ya en especial hasta la auto ficción, pues el mismo autor aparece como
protagonista de la trama. Una alocada historia que además transcurre fuera de
Asturias y en la que aparecen personajes conocidos como Cantinflas o Paquirri.
En cualquier caso, Aparecios de México
no sólo es un experimento por parte de su autor para demostrar que dentro de lo
negro cabe todo, sino también la evidencia de que la novela negra en asturiano
no está dispuesta a circunscribirse a los ambientes locales o al crudo realismo
de la época en la que surgió.
Así pues, la novela negra en lengua
asturiana experimenta a lo largo de los años el mismo proceso enriquecedor de
la novela negra en castellano, el cual hace que la formula inicial del realismo
puro y duro que retrata los ambientes más sórdidos o depauperados de la sociedad
de la mano de la resolución de un crimen en manos del clásico investigador a
imagen y semejanza del de la novela negra americana más tradicional, quede del
todo superada y busque experimentar con todo lo que esté a su alcance. Tal es
la variedad de novelas negras en asturiano de los últimos años que podemos
citar tanto las que usan el terror como ingrediente añadido a la trama negra, El cai nunca duerme de Xoxe Nel Riego, Adós, Dvorak de Nel Amaro o Traficu de Cuerpos de Xandru Fernández,
como otras de nuevo más comprometidas y a la vez mundanas, las cuales nos
hablan de las mafias de todo tipo, y más en concreto de la labor de las ONG en
el extranjero, como Suañé Cabu Verde
de Adolfo Camilo Díaz, o de la Guerra en los años 90 en la antigua Yugoslavia
como en El cuartu negociu de Ismael
González. Dicho lo cual, ya sólo queda lamentar que la riqueza que caracteriza
a la novela negra actual en asturiano, con la alta calidad de sus textos, y que
sospecho que puede deberse en buena parte a que sus autores carecen de la
presión o incluso pretensión de lo exclusivamente comercial, una literatura que
insisto que superó hace tiempo ya y con creces los presupuestos exclusivamente
locales con los que partió, no tenga más predicamento entre los lectores, y
sobre todo entre los medios que deberían hacerla llegar a su público natural
por muy acotado que parezca el campo de influencia de la lengua asturiana, esto
es, una comunidad de hablantes indeterminada y además poco o mal acostumbrada a
escribir o leer en dicha lengua porque no ha sido instruida en ella. Me temo
que remediarlo es una cuestión de simple voluntad por parte de aquellos que
tienen las claves para hacerlo y en especial las ganas. Estoy convencido de que
nada que no sea la falta de voluntad hace imposible promocionar una literatura
que incluso no necesitaría de traducciones para llegar a un público más amplio
que el exclusivamente asturfalante,
pues su lectura para un castellanoparlante apenas presenta problemas de
compresión que un buen diccionario o unas pocas y muy sencillas nociones
gramaticales no puedan solucionar. Por no mencionar también que la lectura en
asturiano aporta un delicioso exotismo, de aquí al lado, que cualquier espíritu
mínimamente curioso debería agradecer.
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