Y tras abrir la puerta de su casa, el exitoso escritor de novela negra se dio de bruces con la placa dorada que pendía de la mano de uno de los dos agentes vestidos de calle, el que llevaba traje clásico azul marino con corbata de cuero negro, gafas oscuras y una carpeta debajo del brazo. El otro agente en chandal y con el cabello mojado, como recién salido del gimnasio.
-Veníamos a hablar con usted -se adelanta el del traje.
-¡Ah! ¿Ha pasado algo? -pregunta el escritor al mismo tiempo que hace un rápido repaso mental de todas las personas cuya muerte podían conmocionarlo o implicarlo en algo por razones familiares o de amistad.
-Se trata de sus libros.
-¿Mis libros?
-Sí, claro, supongo que ya habrá oído hablar del apartado 4 del artículo 37 de la Ley de Seguridad Ciudadana”.
-Pues no, la verdad es que…
-Este artículo se refiere a “faltas de respeto y consideración cuyo destinatario sea un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en el ejercicio de sus funciones de protección de la seguridad, cuando estas conductas no sean constitutivas de infracción penal”.
-¿Y eso qué tiene que ver con mis libros?
-¿Que qué tiene ver? Pues mire, he aquí un informe que han elaborado nuestros servicios jurídicos -responde el agente trajeado a la vez que se retira las gafas de la cara para guardarlas en el bolsillo de la pechera de la americana y abre la carpeta de la que saca un taco de folios encuadernados.
-No acabo de entender…
-Deje que le lea. En el segundo párrafo de la página X de su novela X usted escribió: “El agente Torrente, acusando un evidente estado de embriaguez y molesto por las ladillas que lo torturaban como resultado de la frecuencia con la que acudía a las viejas putas del Barrio Chino, no sólo manipuló las pruebas para encausar al pobre yonqui que permanecía incrédulo delante del cadáver de la vieja a la que el policía acababa de disparar a bocajarro tras negarse ésta a pagarle la mordida del mes, sino que además propinó una paliza monumental al chico antes de proceder a su detención como culpable del asesinato.
-¿Y?
-Que no es un caso aislado. Si repasamos su obra nos encontramos con que la mayoría de los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado aparecen retratados como borrachos, drogadictos, corruptos, violentos y, por si ya fuera poco, con problemas familiares o de adaptación a su entorno.
-Por favor, se trata de los lugares comunes del género.
-Claro, claro, que siempre tienen como objetivo denigrar la imagen de la policía.
-Esto ya viene de los clásicos americanos y de…
-Usted cree que debemos tolerar semejante campaña de difamación contra nuestro oficio por muy de lejos que venga.
-Por favor, sólo es ficción, literatura.
-Literatura, ya… -musitó el segundo agente, el de la gomina chorreante.
-Que sepa que para estas infracciones están previstas multas de entre 100 y 600 euros.
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