(artículo publicado en web.solonovelanegra.com)
por Redaccion | Jun 28, 2016 | Diaria, Txema Arinas | 0 Comentarios
La Semana Negra de Gíjón es uno de los
eventos literarios de mayor calado y más conocidos del panorama ya no sólo
español, un encuentro de creadores del género negro en el que se presentan
libros, se dan charlas, se intercambian ideas, lecturas y hasta nombres de
restaurantes y casas de citas. Por lo general lo mismo que en todas las ferias
de cualquier otro gremio, pero con el añadido, o el plus, de que en este caso
la repercusión mediática es esencial, tanto para la venta del producto como
para la afluencia del público que se supone que llena las salas y compra los
libros.
Por si fuera poco, la feria literaria in stricto sensum se
desarrolla en unos escasos metros cuadrados bajo unas carpas junto a la playa
del Arbeyal en el barrio de La Calzada de Gíjón. Es bajo estas carpas que se
organizan las presentaciones de libros, actividad por la que siento un más que
acendrado escepticismo, cuando no pavor y a veces hasta nausea, tanto en cuanto
a su utilidad como al absurdo por el que trascurren la mayoría de ellas, y no
estoy pensando en exclusiva de las mías, como prota o invitado, sino
prácticamente todas a las que he asistido también como público y cuyo común
denominador no es otro que el patetismo de las mismas. Las presentaciones de
libros son actos sin pies ni cabeza cuyo único resultado práctico es reunir a
la parentela y amigos del escritor para tomarse luego unas cañas. Porque la
repercusión de la mismas por lo general deja bastante de desear, a no ser,
claro está, que estemos hablando de autores consagrados que reúnen, además de a
las personas antes citadas y algún lector de verdad, despistado y no, a la
prensa en pleno, lo cual tendrá su debida repercusión al día siguiente en los
diferentes medios, aunque pocas veces por cuestiones estrictamente literarias.
Por lo demás, a las presentaciones de libros no va ni el Tato, como mucho algún
periodista local que puede que consiga publicar una reseña de la misma en
función de su relación con el autor o el editor, acaso sólo con la chequera de
éste. Y por si fuera poco, las presentaciones de libros son en sí mismas un
tostón de cuidado, cuando no un verdadero atentando contra el mismo objetivo
que las anima, pues en la mayoría de los casos los comentarios sobre el libro
en cuestión suelen ser tan de mercadillo, tengo género, vendo barato, me lo
quitan de las manos, como contraproducentes en el caso de que el autor no tenga
precisamente dotes de showman o por el estilo, que suele ser
lo habitual en el caso de los escritores a no ser que medien los copazos de
rigor entre pecho y espalda, como que de lo contrario la mayoría se dedicaría a
otros menesteres más prácticos, en lo lúdico y en lo económico, en lugar de ese
otro de enfrentarse a la aterradora soledad de su cuarto delante del ordenador.
Luego están las
charlas de los escritores más o menos consagrados, ahí cada uno acude a la que
le viene en gana si tiene suerte o le apetece. Yo sentía curiosidad por la
charla siempre divertida del bilbaíno Fernando Marías, no me iba a aburrir,
seguro. Por la del griego Petros Markaris por tener todavía reciente la lectura
de su NOTICIAS DE LA NOCHE que tanto me había gustado. La presentación de
NECROPOLIS del colombiano Santiago Gamboa del que siempre he disfrutado con sus
libros, LOS SUEÑOS DE UN LIBERTADOR de Fermín Goñi y la esperanza de ver en
alguna charla, presentación o lo que fuera a la gallega Mercedes Castro que
anunciaba presentación de su segunda novela MATRIS tras la maravillosa Y PUNTO.
También me picaba la curiosidad por conocer al asturiano Nacho Guirado que con
NO SIEMPRE GANAN LOS BUENOS, ambientada en lo que viene a ser el triángulo
Oviedo-Gijón-Avilés, y que demuestra una vez más que el marco geográfico de una
trama negra no tiene porque circunscribirse en exclusiva a escenarios
preestablecidos como pueden ser las grandes urbes y sus bajos fondos o
cualquier otro al uso. Cualquiera vale y si no basta con abrir las páginas de
sucesos de cualquiera de las ediciones locales del planeta.
Por otro lado, hay que señalar la presencia en la Semana Negra del
prolífico escritor vasco Jon Arretxe, el cual presentaba la traducción al
castellano de dos de sus últimas novelas, SHAHMARAN y LA CALLE DE DOS ANGELES,
y del que recuerdo haber leído hace tiempo una novela negra que transcurría en
el casco viejo de Vitoria con un inspector de la Ertzaintza de protagonista o
algo parecido, la cual no estaba nada mal dentro de su género. Arretxe no sólo
cultiva la literatura de género, negra y de viajes sobre todo, sino que además
vende lo que quiere dentro del limitado mercado editorial en euskara. También
llamaba la atención la presencia del bilbaíno Juan Bas con su irreverente y
divertida Voracidad o Alacranes en su tinta, pero
sin relación directa con la novela negra. Otro tanto ocurre con el navarro
Patxi Irurzun, autor de los libros Ajuste de cuentos, Cuentos de color
gris, Cuentos sanfermineros, El cangrejo valiente y La polla más grande del
mundo, las novelas Cuestión de supervivencia, Ciudad Retrete, Odio enamorado,
En el desierto de la soledad, y el libro de viajes Atrapados en el paraíso o
su último libro La virgen puta, una verdadera gozada. Irurzun
pasaría por un cabrón con pintas que se toma todo a guasa o casi, hasta o sobre
todo lo más sagrado, pero cuya presencia en la Semana Negra, puede que venga a
evidenciar de alguna manera que el género negro puro y duro, con sus tramas de
asesinos, polis, detectives, forenses y demás ralea, se queda corto para tanta
oferta.
Del resto, o no
los conozco pero me gustaría, tiempo al tiempo que somos demasiados en este
barco, o no me interesan porque me han aburrido y hasta cabreado con alguna de
sus obras. Por lo demás, hay que reconocer que por mucho apego que tenga uno a
la cosa literaria, por muy festival de la República de las Letras que amague
ser la Semana Negra, la cosa de las presentaciones y las charlas se me sigue
haciendo cuesta arriba. Para ello basta acudir a una charla en la que el
escritor, en este caso un joven latinoamericano cuyo nombre y nacionalidad
omito por respeto, larga una inacabable homilía acerca de su obra y aburre
hasta a las musarañas, únicas asistentes al acto con la excepción, digo yo, de
los cuatro colegas gafa-pasta, y comprobar hasta qué punto resulta absurdo,
terriblemente aburrido incluso, este tipo de actos cuando el que los dirige no
tiene el talento de un maestro de ceremonias como podría ser, por mentar a
alguien, Andreu Buenafuente, o la mala baba de un irreverente y siempre
divertido Rubiales para, por Dios y Graucho, hacerlo más ameno. Eso por no
hablar de las tertulias de escritores, colegas y no, y las cuales consisten en
lo esencial en comerse la polla los unos a otros compitiendo a ver quién suelta
la frase más redonda, tremenda o simplemente pedante, de vómito. Pero bueno, yo
es que soy un ocioso frustrado y amargado que no ve nada con buenos ojos…
Por lo demás,
sólo comentar mi estupefacción ayer cuando llegamos a la feria en cuestión, que
a la vista de las largas filas de puestos ambulantes de senegaleses casi me da
por pensar que lo de la Semana Negra se refería a otra cosa; yo al menos tuve
un momento que me vi de nuevo en el centro de Dakar como hace diez años o así.
Y es que contiguo a las carpas de la cosa literaria, se concentraban no sólo
los mercachifles de todo tipo y quincalla que pueblan nuestro paisaje urbano
contemporáneo, sino también un importante parque de atracciones cuyo ruido
ensordecedor nos acompañó, torturó, desde el primer momento, y al que no me
pude resistir por culpa del mayor de mis retoños, con lo que yo, que iba para
la cosa de las letras, me veo de repente montado en el tren chu-chu más cutre
que ha parido madre, como que por no tener no tenía ni bruja que te azotara,
todo lo más un barraquero mal encarado que le daba al botón y un colega de éste
repartiendo globos y globazos a unas mamás con nenes todavía susceptibles de
revolcón, las madres, claro. Patético, encima me mareé de puro aburrimiento.
Menos mal que la alegría desbordante de mi retoño hace que estas y tantas otras
cosas merezcan la pena. Eso sí, a la noria, ni qué decir, se subió su… querida
madre con él.
En fin, y
mientras esperaba que la madre y el guaje regresaran a tierra firme, a la vez
que trasegaba la enésima cerveza y mecía el cochecito del bebé, pensaba acerca
de que si toda aquella mandanga estruendosa había sido una idea de los
organizadores de la Semana Negra para atraer público a la cosa de los libros
con la escusa de las atracciones, iban bien dados. No veía yo al personal muy
dado a curiosear entre las novedades de la feria literaria a pocos metros de
los churros, el algodón de azúcar, el tiro al plato, la noria, el martillo
Ranger o los autos de choque. Y lo digo porque me cuesta horrores concebir que
alguien que disfruta como un enano, o como los enanos más bien, de todo aquel
bullicio sonoro y la marabunta sudorosa y bullanguera, pueda luego hacer otro
tanto con el silencioso y solitario placer de la lectura. Pero bueno, cada cual
con sus prejuicios y yo con los míos, como todo hijo de vecino. Ahora bien,
confieso que esto lo escribo única y exclusivamente por el agobio sufrido, que
yo también he tenido mis ratos de autos de choque y churros de chaval y los
recuerdo con no poco cariño.
Para acabar la
jornada nos fuimos a tomar algo con una amiga de mi señora a la que nos
encontramos de camino al aparcamiento donde habíamos dejado el choque. De modo
que, entre que ellas se ponían al día de sus cosas y servidor soltaba alguna
que otra chorrada para que no le cupiera duda a la amiga de mi mujer sobre lo
sinsubstancia y bobo de necesidad del hombre con el que había matrimoniado, va
nuestro primogénito y se estampa contra el suelo por hacer el chimpancé sobre
una silla de bar. Menudo hostión que se llevó el pobre, sangrando por la nariz
y la cabeza, como que creíamos que se la había partido, que había que correr a
urgencias a que se la pegaran o vete a saber qué, en estos casos siempre hay que
ponerse en lo peor. Menos mal que como de costumbre sólo fue un susto, eso y el
chinchón la mar de chulo que le ha salido en todo el bolo. Así que de momento
mejor dejarse de negruras que para eso ya está este cielo encapotado con el que
hemos amanecido hoy en Oviedo, que a ver si también se nos van a joder los
planes playeros para el fin de semana y acabo cargándome a alguien para
desahogarme, y así ya de paso también poder protagonizar mi propia trama
negra, ésta ya de éxito seguro.
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