Ayer en el parque el pequeño se encuentra con que sus amigos tenían todos una pelota de esas atadas con una goma elástica que se han puesto de moda. De modo que no había más que verle correr y dar saltitos sin ton ni son, mientras los demás jugaban con las pelotas, para darse cuenta de que el pobre se sentía desplazado. Yo le habría dicho que ofreciera su cabeza de frontón; pero no, como también estaba su madre, y ya sabemos cómo son ellas y cómo los cafres como un servidor, ésta recorrió todos los kioskos de la zona comprobando que las pelotas de marras se habían vendido como churros en un día de feria. Por fortuna, al final consiguió una pelota con goma elástica donde los chinos, a un euro.
Y sí, qué alegría la del nene con su pelota con goma. Por fin podía incorporarse a su grupo de amigos del parque en igualdad de condiciones, compartir sus juegos, ser uno más. Claro que eso hasta que le tocó su turno para lanzar la pelota y en ese momento la goma elástica se rompió, y claro, mi hijo regresó ipso facto a su condición de paria infantil; más bonico él.
Pues eso, los chinos, esa gran economía que se está comiendo el mundo...
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