Veintipico años después está más que claro que es un clásico de la literatura contemporánea en castellano. Y acaso también de crónica acerada de una época concreta, los "eighties" famosos de los que habla su autor. Sin embargo, algo me dice que no, que es más bien retrato de esas y todas las décadas hasta la que nos encontramos, fresco a brochazos de la España contemporánea, no sé. Lo que sí sé es que en cada lectura se descubre algo nuevo, algo que en otras se te había pasado por alto, en lo que lo habías reparado, no le habías dado importancia frente a otras cosas. Eso es así porque es una escritura en cascada más que en torrente, más con pulso que con ritmo, que probablemente hay más vísceras que eso tan recurrente del vitriolo -de Celine de andar por casa tras haber matado a Modiano nada de nada-, más catarsis que ajuste de cuentas con una época y acaso, ahí el lector no debe meterse, un entorno propio. Lo que sí sé fue lo que supuso para mí cuando lo leí por primera hace ya esos veinte y pico años a los que me refería al principio. Un revulsivo, sí, otro término trillado con ganas; pero, así fue ni más ni menos. Por fin una escritura arrojada como pocas en su ambición de abarcarlo todo, todo su mundo, osada tanto en su recurso a lo coloquial como a lo más formal, libre de los convencionalismos de esa otra literatura española tan pomposa de pujos academicistas o vanguardias donde la estética era y es sinónimo de no contar nada, lecturas insoportablemente envaradas y pretenciosas, ni rastro del sentido del ímpetu y el humor que empaña Las Pirañas en su forma más socarrona e incluso en la más tierna. En fin, me temo que tampoco esta va a ser la última lectura, en Las Pirañas y en otros de MSO hay un aliento, una forma de ver el mundo y sobre todo de escribirlo, que me es demasiado cercano. Así que a saber lo que piden los años venideros. Eso sí, igual reviso otras reseñas o entradas anteriores para comprobar hasta qué punto mi devoción por ésta y otras obras de MSO raya ya el fundamentalismo lector que es algo que siempre acaba reprochándote alguno y que a mí, me da, me sigue importando un bledo; para uno que tengo.
lunes, 3 de abril de 2017
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